Saludos a David y a Mariano.
    (Como estoy teniendo dificultades técnicas en mis mensajes 
iniciales, puede que algunos salgan repetidos. Si persisten las 
dificultades, seguramente cambiaré de dirección electrónica 
personal.).

    En líneas generales, me parece que la genética (en su contexto 
social e
histórico) es la clave para acceder al origen y la naturaleza del 
lenguaje
humano, desde los datos.
    Los lingüistas (en sentido amplio: todos los que estudian las 
lenguas de
una u otra manera) han solido olvidar que el hombre es, 
esencialmente, un
ser social. Con esto en mente, os avanzaré mi hipótesis básica sobre 
el
asunto.
    El hombre es un animal, que actúa bajo las leyes científicas que 
rigen a
los seres vivos. Pero eso no es caer en el viejo reduccionismo 
positivista,
en el viejo materialismo mecanicista. Los animales no son máquinas 
hechas
con sustancias químicas a base de carbono. Son seres con pensamiento,
conciencia y actividad espontánea. La adaptación al medio no es sólo 
pasiva,
sino también activa, y tanto más activa cuanto más se avanza en la 
escala
evolutiva.
    Pero a la escala evolutiva le faltan "peldaños", como es bien 
conocido
en la trifulca entre creacionistas y evolucionistas. La trifulca, en 
sí, es
poco científica; baste señalar a los creacionistas que, si hay un Dios
creador del universo fenoménico, su poder le basta para introducir un 
mundo
parecido al actual desde el principio, para introducir en su creación
fuertes tendencias evolutivas o para actuar de modo mixto.Mas, yendo 
a los
hechos, es cierto que, como dicen los creacionistas, faltan fósiles. 
Por
otro lado, la realidad de la evolución biológica está bien comprobada 
con
amplios registros paleontológicos, y también en laboratorio 
experimental,
como atestiguan las moscas de la fruta.
    ¿Qué ocurre pues? Probablemente esto: hay una evolución 
dialéctica, en
la que las sucesivas estructuraciones de los fenómenos posibilitan 
(pero no
implican) nuevos órdenes o ámbitos de realidad. Y cada vez que surge 
un
nuevo ámbito de realidad, aparece con leyes causales propias, 
condicionadas
pero no determinadas por los ámbitos de base.
    Así, sin largas cadenas de carbono, difícilmente podían producirse
estructuras químicas muy complejas y fácilmente autorreproducibles, 
que son
base para la vida. Quizás otros elementos químicos puedan hacerlo 
también,
pero en este planeta la vida ha surgido en torno a compuestos de 
carbono.
Una vez producido eso, se dan sucesivos desarrollos, contingentes 
pero a la
vez necesarios en cierto modo. El organismo puede ser unicelular o
pluricelular, vegetal o animal, etcétera, pero ciertas 
características son
necesarias y no contingentes para que el organismo presente ciertas
propiedades. Así, una conciencia clara del individuo sólo parece 
posible con
un sistema nervioso cerebral; es improbable que una secoya sea 
consciente de
los límites de su inmenso cuerpo y de que está plantada en tierra, 
cerca de
otras secoyas. Pero un pulpo o un calamar quizás sepan lo 
equivalente, y
desde luego los vertebrados lo saben.
    El desarrollo es contingente, repito, pero su contingencia implica
necesidades, restringe ciertas posibilidades y, a la vez, crea nuevas
facultades. Por ejemplo, la reproducción sexual  dificulta la 
supervivencia
de la especie cuando hay pocos ejemplares, aunque a la vez aumenta la
variedad genética y crea interesantes lazos sociales de gran valor
evolutivo.
    Esta dialéctica de contingencia y necesidad, como dirían Engels, 
Monod y
Konrad Lorenz, da lugar hace unos tres millones de años a unos 
primates cuyo
cerebro ya permite intercambiar sonidos con significación compleja, y
utilizar esos sonidos de modo creativo. Es el lenguaje articulado y
generalizador, exclusivo del hombre y, a lo sumo, de algunos otros 
primates
o de algunos cetáceos. Mas no por casualidad todas las especies vivas 
de las
que se sabe o sospecha esto son especies intensamente sociales.
    Lo más probable es que haya un salto cualitativo que permita tal 
hecho
pero no obligue a él, al uso de lenguas de tipo humano. El uso se 
produce,
como casi siempre, bajo la ley de la necesidad, de la escasez. Los 
últimos
monos (o primeros hombres, según se mire) no tenían abundancia de
provisiones siempre, ni estaban al abrigo de la helada o de las 
fieras.
Entonces, la comunicación de hechos útiles para la vida, hechos cada 
vez más
complejos, desarrolló el lenguaje articulado. Este desarrollo partió 
del
aparato fonador y neuroendocrino, indudablemente, y de ahí ciertos
universales empíricos que se encuentran en las lenguas; pero era y es 
un
desarrollo relativamente independiente. Y fue un desarrollo 
dialéctico: con
el lenguaje oral articulado, mejoraron la dieta y la salud, 
posibilitando
cambios genéticos y culturales que, a su vez, dieron más complejidad y
calidad al lenguaje.
    Hoy, todos o casi todos los hombres son miembros de la misma 
especie y
de la misma subespecie, el "homo sapiens sapiens", expandido por 
todas las
grandes masas continentales tras la última glaciación. Así, el mito 
bíblico
de Adán y Eva tiene cierta base real, porque los hombres actuales 
derivan
genéticamente (según nuestro conocimiento) de unos pocos homínidos
localizados en Oriente Medio y el Cuerno de África, no lejos del 
famoso
paraíso terrenal. Las otras variedades de ser humano seguramente se
extinguieron o se fundieron genéticamente con el homo sapiens sapiens.
    Por esto la gran homogeneidad genética de nuestra especie es la 
base
para una gran homogeneidad en los lenguajes; pienso que lo razonable 
es
admitir una única lengua humana, naturalmente que fragmentada en 
dialectos
mutuamente ininteligibles ("lenguas"), pero de naturaleza idéntica. 
Por esto
las auxilenguas bien diseñadas suelen ser tan fáciles de aprender 
(incluso
si el hablante desconoce el vocabulario básico, como cuando un chino 
aprende
esperanto): porque el hablante simplemente utiliza y actualiza el 
repertorio
que ya posee.
    El proceso continúa, y no sabemos qué desarrollos genéticos, 
sociales y
comunicativos conseguirá en el futuro el mono hablador, epíteto más 
adecuado
quizás que el de mono desnudo que le da el etólogo Desmond Morris.

    Latinovique.

----- Original Message -----

            David,

            disculpa el retraso en darte una respuesta a este 
mensaje, tenía
 en mente
responder pero eliminé el mensaje antes de hacerlo, como ves ha 
seguido en
mi
presente en mi consciencia.

                                                            mariano




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