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Subject: Ojarasca,The boy and the monster - a Cucapa tale,Apr 17
Date: Tue, 17 Apr 2007 21:39:12 +0200

Ojarasca 120 abril 2007

Segu'n cuentan los cucapa'

El muchacho travieso y el monstruo turbulento

En el Cerro del A'guila (Wi Shpa), frente a la tierra de los indios cucapa' de
El Mayor, vivi'a una se~ora con su sobrino. Antes ahi' nada habi'a: no estaba
el ri'o Hardy; no estaba el rancho de La Puerta ni el poblado Durango; no
estaba la colonia Zacatecas; no habi'a mexicanos ni gringos, puros indios.

Antes habi'a muchos gigantes. Esos gigantes vivi'an al sur.

El sobrino de la se~ora era un muchacho muy travieso, testarudo; le gustaba
recorrer la sierra. E'l no teni'a miedo a nada. El muchacho teni'a un perro al
que queri'a mucho y que era su compa~ero. El perro era pinto, muy bonito.

El chamaco sabi'a que lejos, millas al sur, vivi'a un monstruo muy grande y
muy feo que no dejaba pasar a los paisanos para la costa sure~a, donde esta'n
los borregos, los venados, las gallinas del monte. A este monstruo los
paisanos viejos le teni'an mucho miedo.

Desde que era chiquito, el chamaco sabi'a que e'l iba a matar al monstruo.

Un di'a, cuando amanecio', el chamaco dijo a su ti'a que teni'a ganas de ir a
matar al monstruo y que iri'a. La ti'a primero se asusto' mucho, pero luego se
enojo' y le dijo que no teni'a su permiso porque el monstruo se lo tragari'a.

-Tu' no sabes lo que dices --le dijo.

-Ti'a --contesto' el chamaco--, yo te dije que matari'a al monstruo y voy a
buscarlo.

La ti'a hablo' muy enojada:

- !Chamaco travieso, crees que todo es muy fa'cil; el monstruo te comera'!

El chamaco no le hizo caso; dijo que e'l con su arpo'n matari'a al monstruo.
Como no queri'a ir solo, dijo que llevari'a a su perro pinto.

La ti'a segui'a enojada y lo rega~o', pero el chamaco respondio' que se iri'a a
dormir porque pensaba levantarse muy temprano, con la aurora, de madrugada.

En la ma~ana, cuando au'n no sali'a el sol, el muchacho tomo' su arpo'n, se puso
su plumero en la cabeza, agarro' el arco y la flecha, y con su perro se fue
para el sur.

Despue's de correr muchas millas, el muchacho y el perro llegaron al
escondrijo de la bestia. Iban corriendo por un camino derecho, pues no habi'a
ma's que un camino. De pronto, acabo' el camino y la carretera se termino'.

Ahi' estaba el animal; era un monstruo muy feo, muy grande, negro, lleno de
espuma. El monstruo estaba dormido boca arriba.

El chamaco travieso contemplo' al monstruo, que estaba acostado con sus dos
huevotes de fuera: un huevote colorado de este lado, un huevote azul de
aquel lado. El animal resollaba como roncando. Toda la regio'n temblaba con
sus resuellos.

El chamaco travieso no tuvo miedo. Agarro' su arpo'n y cautelosamente se
acerco' a la fiera dormida. Cuando estuvo cerca, ra'pido le pico' el huevote
colorado; luego del escroto rojo surgio' un chorro de agua colorada que broto'
por este lado, inundando todo aquello; entonces el chamaco vio co'mo habi'a
agua azul para aquel lado y agua colorada para e'ste. Para alla' quedo' un mar,
para aca' un ri'o.

El monstruo, gimiendo, se desperto' y se levanto'. Cuando vio co'mo sus
escrotos habi'an sido picados por el arpo'n del muchacho cucapa', emitio' un
rugido lleno de dolor y odio. El animal era muy feo, pero enojado se vei'a
peor. Fue entonces cuando el muchacho travieso tuvo mucho miedo.

El monstruo lo vio lleno de rabia, envuelto en sus espuma, y en aquellas
aguas turbulentas, rojas y azules.

El monstruo se levanto' mientras que el agua no dejaba de brotar. El muchacho
le hablo' a su perro y le dijo: "Corre, perro pinto, vamos corriendo los dos
porque el monstruo nos va a tragar. Mi ti'a teni'a razo'n; este monstruo nos va
a tragar si no corremos para el Cerro del A'guila".

Luego se supo que el chamaco y el perro se vinieron por el mismo camino
corre y corre, milla tras milla. El animal, con sus turbulencias, los veni'a
siguiendo. Se los queri'a comer.

El chamaco y el perro veni'an corriendo por el camino, y al voltear a ver si
los segui'a el monstruo, se dieron cuenta que pronto seri'an alcanzados.
Entonces, el muchacho travieso se paro' y de un golpe clavo' su arpo'n en la
tierra. El arpo'n detuvo un poco el agua de las turbulencias del monstruo,
mientras que el chamaco y su perro volvi'an a correr rumbo al Cerro del
A'guila.

Dicen que el arpo'n se quedo' clavado; ahi' esta' en la bahi'a de San Felipe;
todos lo pueden ver. Esta' ahi', clavado en la arena, rodeado del agua azul de
turbulencias del monstruo. El que quiera verlo, que vaya.

El monstruo se detuvo un poco por el arpo'n, pero como estaba muy enojado
siguio' adelante, tras el chamaco y el perro. Queri'a tragarse al muchacho que
le habi'a roto los escrotos.

El chamaco y el perro segui'an corriendo; queri'an llegar a la casa de su ti'a.
Corri'an sin parar, millas y millas.

Cuando veni'an a la altura de La Ventana, el chamaco volteo' y vio que el
monstruo nuevamente los alcanzaba para traga'rselos; entonces, se paro' y se
quito' el plumero. El plumero lo dejo' en el camino para que detuviera las
agua turbulentas y al monstruo mientras tomaban ventaja en la carretera.

El monstruo se detuvo con el plumero, las aguas tambie'n. El plumero ahi' esta'
en la Ventana. El que quiera verlo, que vaya; ahi' esta'.

El animal paso' sobre el plumero y siguio' bramando detra's del chamaco y del
perro. Ellos llevaban ventaja; e'l veni'a en sus aguas turbulentas.

El muchacho veni'a jadeante; deseaba llegar a su casa, a la casa de su ti'a.
La ti'a del chamaco vivi'a en el Cerro del A'guila. Ahi' vivi'an los indios.
Antes los indios eran gigantes. Todo aquello era muy grande.

Despue's de correr muchas millas, cuando ya ve-ni'an muy cansados, el chamaco
se dio cuenta que el animal los veni'a alcanzando y que se los tragari'a. Por
eso le dijo a su perro: "Perro, e'chate aqui'. Mi perro pinto, creo que no
llegaremos a la casa de mi ti'a; ella teni'a razo'n, nos comera' el monstruo
acuoso. Mi ti'a teni'a razo'n; yo no puedo matarlo, pero e'l si' nos comera' a
nosotros".

El perro no contesto', no dijo nada; veni'a muy cansado; casi se arrastraba
por el camino; se quedaba atra's, atra's, atra's.

Luego se echo' sobre el sendero. Vio que el monstruo ya los alcanzaba y que
su amo no llegari'a al Cerro del A'guila, a la casa de su ti'a. Entonces,
agonizo' y se atraveso' en el camino para detener al agua turbulenta y al
monstruo. Fue ahi' donde murio' el perro pinto del muchacho travieso. Murio'
echado sobre el camino. Ahi' esta' el cuerpo del perro; quien quiera, puede
verlo. Desde lejos de contempla. Ahora es una sierra, la sierra de Las
Pintas.

El chamaco aprovecho' que el perro detuvo un poco al agua turbulenta y al
monstruo. Asustado, corrio' rumbo al Cerro del A'guila, pero au'n estaba muy
lejos. El monstruo paso' sobre el cuerpo del perro pinto. Veni'a muy enojado,
con sus escrotos rotos, echando agua azul y roja o por sus huevotes. Cuando
ya estaba alcanzando al muchacho travieso, e'ste se paro' y de un golpe
extendio' a lo largo del camino su arco. El arco detuvo un poco al agua
turbulenta y al monstruo. El arco ahi' esta', el chamaco lo dejo' en el camino.
Quien quiera verlo, ahi' esta'; se observa desde lejos.

Muy cansado veni'a corriendo el muchacho travieso; el corazo'n se le saltaba,
no podi'a respirar, pero no podi'a descansar porque el monstruo de nuevo veni'a
detra's, muy enojado, y queri'a traga'rselo. Cuando el animal casi alcanzaba al
muchacho, e'ste clavo' su flecha sobre el camino. La flecha detuvo al monstruo
y al agua turbulenta. La flecha ahi' esta'; quien quiera verla que nada ma's
pregunte. Ahi' esta'; se observa desde lejos. La flecha logro' detener
nuevamente al monstruo, pero e'ste paso' sobre ella.

El muchacho senti'a que iba a desmayarse, pero ya habi'a llegado al pie del
Cerro del A'guila. Corrio' sobre sus laderas; queri'a llegar a la casa de su
ti'a. Veni'a llorando, pidiendo perdo'n a su ti'a.

El muchacho llego' al Cerro del A'guila; subio' poco a poco, mientras el
monstruo se acercaba para traga'rselo. Ya para este tiempo el muchacho
travieso no teni'a fuerzas. Logro' llegar hasta la casa de su ti'a, pero iba
tan fatigado que al intentar meterse a la casa tropezo', pega'ndose en la
frente.

El chamaco cayo' para atra's, con la cara hacia el sol. Su cuerpo estaba muy
cansado por la carrera y el miedo. Ahi' esta', en la monta~a. Todos aqui' saben
cua'l es el cuerpo del chamaco travieso. El que quiera verlo, ahi' esta'.

Ahora ahi' esta' el cuerpo del chamaco travieso; es la monta~a, los cerros. El
cuerpo esta' quieto; tiene la cabeza para donde sale el sol, los pies para
donde se mete el sol.

Cuando la ti'a se dio cuenta de que el chamaco habi'a llegado a su casa y que
lo segui'a el animal, lo reprendio':

- !Te lo dije, el monstruo te tragara', muchacho travieso!

Pero se percato' de que el chamaco veni'a sin sus flechas, sin su arco, y no
trai'a a su perro pinto. El plumero ya no estaba en su cabeza y el pelo
suelto se enmara~aba en la ladera. Tambie'n se dio cuenta de que el muchacho
no trai'a su arpo'n.

La ti'a se dio cuenta de que el muchacho no podi'a hablar, que habi'a
tropezado, que el perro pinto habi'a muerto, que ya no teni'a flecha, arco,
pluma ni arpo'n.

Fue entonces cuando vio al monstruo que veni'a llegando al Cerro del A'guila,
envuelto en muchas turbulencias. El monstruo era muy grande y muy feo; era
acuoso, bufaba, teni'a dos huevotes rotos y su escroto se arrastraba por la
tierra. La ti'a se dio cuenta de que el animal revolvi'a toda la tierra y que
detra's de e'l quedaba solamente el mar; que no habi'a caminos; que ya no se
podri'an ir a cazar al borrego, ni al venado, ni a la gallina del monte.

La ti'a se enojo' mucho y grito' insultando al animal. Estaba tambie'n muy
enojada y no le tuvo miedo al monstruo. Con su mano tomo' de su oreja derecha
una bolita de cerilla, que se hizo una piedra muy dura. Pronto la avento' al
monstruo y le dio en la nariz. El animal gimio' y se detuvo; veni'a envuelto
en turbulencias de agua salada, pero no murio'; quiso tragarse a la ti'a del
chamaco travieso.

Fue entonces cuando la mujer saco' de su oreja izquierda otra bola de
cerilla, que se hizo una piedra muy dura. Pronto la avento' al monstruo y le
pego' en el entrecejo. El animal dio un alarido al sentirse herido de muerte.

Ahi' estaba el monstruo revolca'ndose, se retorci'a en las turbulencias; luego,
herido de muerte, se veni'a arrastrando rumbo al norte, haciendo mucho ruido,
abriendo la tierra; trai'a sus turbulencias, el agua hervi'a.

Fue entonces cuando el animal se detuvo, se revolcaba; el agua turbulenta
revolvi'a todo. Ahi' estaba en un charco de agua y tierra; se revolcaba, luego
se regresaba. Pero ahi' quedo' la huella de su agoni'a. Ahi' esta' la piedra
negra, el Cerro Prieto; ahi' esta' la grasa hirviendo; ahi' todos la pueden
ver. El que quiera, puede ir a verla.

El monstruo agonizante se regreso', iba boqueando, se queri'a ir adonde nacio';
tomo' el rumbo por donde sale el sol. Iba gimiendo, envuelto en turbulencias
de agua salada, azul y roja, abriendo la tierra.

Agonizando, el animal se fue al mar y se metio' ahi', en la propia agua salada
y azul salida de su escroto. Luego dicen que fue un dios.

Despue's todo quedo' lleno de agua. No habi'a ma's que agua.

Dios, el se~or que esta' arriba, se paro' y miro' para abajo. Dio orden a las
hormigas de que secaran la tierra. La secada de la tierra es una historia
muy bonita y larga, es historia de gente, no es cuento.

Las hormigas secaron la tierra. Dios dijo que trajeran semillas para
sembrar. Los pa'jaros vinieron con muchas semillas de sandi'a, calabaza,
frijol.

Luego hubo animales. Ellos se peleaban mucho. Los pa'jaros trajeron la
semilla, pero el corbejo'n mato' al pescado; el veni'a y limpiaba. Apestaba
mucho, pero veni'a y limpiaba.

El cuervo sembro' sandi'a, calabaza, mai'z; era muy trabajador. Cuando la
siembra nacio', el cuervo se comio' el mai'z y dijo: "Ahi' les dejo el 
corbejo'n,
el peli'cano y la garza, la sandi'a y la calabaza para que coman". Esto fue
cosa de gente, no es cuento. Fue asi' que quedo' todo aquello.

Versio'n de Juan Garci'a Aldama, Pascuala Sainz Domi'nguez

Este relato fue recogido en la obra A la orilla del Ri'o Colorado. Los
cucapa', de Yolanda Oga's Sa'nchez. Salcar, Mexicali, Baja California, 2001.

http://www.jornada.unam.mx/2007/04/16/oja120-muchacho.html

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