Ejemplo de perseverancia
Un larense vence la oscuridad a la edad de 101 años con Misión Robinson
Gregorio Brito, quizás la persona de mayor edad del país en la Misión Robinson, y su esposa María de León Raga de Brito, nunca tuvieron la oportunidad de saber escribir su nombre hasta que llegó la Misión Robinson a El Empedrado.
ABN
20 de Agosto de 2005, 04:14 PM
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Gregorio Brito, un adulto mayor nacido en la población de Curarigua del estado Lara hace 101 años venció la oscuridad luego de dos años de constancia y perseverancia en la Misión Robinson.

Esa firmeza estuvo acompañada por la dedicación de sus hijas Guillermina y Otilde Brito, facilitadoras de dicha misión educativa en el pueblo de El Empedrado, parroquia Manuel Morillo del municipio larense de Torres, donde reside la familia Brito.

Gregorio, quizás la persona de mayor edad del país en la Misión Robinson, y su esposa María de León Raga de Brito nunca tuvieron la oportunidad de saber escribir su nombre hasta que llegó la Misión Robinson a El Empedrado.

Guillermina Brito decidió ofrecerse como facilitadora para enseñar a leer y a escribir a sus padres, así como a otras personas que permanecían excluidas del proceso de enseñanza aprendizaje.

Hace dos años, el matrimonio Brito Raga, por primera vez en sus vidas, tomó un lápiz y un cuaderno para aprender ellos mismos, a pesar de que compraron muchos para que sus 12 hijos no permanecieran en la oscuridad. De esta manera comenzaron su propia lucha para alcanzar la luz que proporciona las letras.

Caroreño con 54 nietos y 38 bisnietos

Gregorio Brito, nacido el 25 de mayo de 1904, es hijo de Francisco Brito y Fernanda Riera. Gregorio se casó con María Raga hace 63 años. Ambos procrearon 12 hijos, aunque Gregorio tiene ocho hijos más, antes de su unión con María, además de 54 nietos, 38 bisnietos y otro grupo de tataranietos.

Desde 1940 vive con su familia en El Empedrado y toda su vida la dedicó a la agricultura. A pesar de su avanzada edad, sale a caminar por las calles del pueblo y saluda a sus vecinos, quienes le retribuyen el saludo con cariño y afecto porque lo admiran y respetan; lo llaman Don Gollo.

Como todo curarigüeño, es devoto de San Antonio y cada vez que algún protestante llega hasta la casa diciéndole "no crea en santos", Gregorio responde "San Antonio es bueno y nunca me ha fallado".

El testimonio de Don Gollo

El domingo 14 de agosto las autoridades nacionales de Educación declararon al municipio Torres como territorio libre de analfabetismo, acto en el que el alcalde de esa jurisdicción, Julio Chávez, le impuso a Gregorio Brito la orden Honor al Mérito Ciudad de Carora.

Don Gollo es ameno. A pesar de una sordera que lo acompaña desde hace algún tiempo, siempre está dispuesto a contar a alguna curiosa historia de su vida, así como su experiencia en la Misión Robinson.

"Yo pongo el nombre mío, pero no sé si lo pongo bien todavía", dijo Gregorio. "Estoy muy agradecido de las escuelas rurales porque en una de ellas me la paso yo también para aprender", agregó.

Comentó "antes era un analfabeta pero ahora sé escribir y leer, aunque aún tengo mis dudas" y además agradeció al Gobierno Nacional por haber puesto en marcha esta misión.

"Desde un principio nos propusimos a aprender, a pesar de que estamos andados en edad, pero el empeño vale la pena", sostuvo, mientras sus hijas lo miraban con orgullo.

Gregorio es motivo de inspiración para otras personas que aún no saben leer y escribir, razón por la cual no pierde la oportunidad para invitar a los hombres y a las mujeres analfabetas a que se incorporen a esta misión.

Loro viejo sí da la pata

María de Brito, de 79 años de edad y esposa de Gregorio, también aprendió a leer y a escribir de la mano de sus hijas Guillermina y Otilde. María manifestó su agradecimiento por haber aprendido. "Yo no sabía nada, ni firmar, y ahora aprendí algo".

Refutó el dicho caroreño que indica Loro viejo no da la pata, en virtud de que con esta misión quedó demostrado lo contrario. "Algo aprende uno", señaló María.

Guillermina Brito, una de las hijas del matrimonio Brito Raga, aseveró que la experiencia obtenida como facilitadora es maravillosa, en virtud de que ha podido ayudar a personas que no sabían leer ni escribir.

Otilde, la otra hija, contó que el proceso de aprendizaje de sus padres ha sido lento, debido a la edad de ambos. "Papá casi no oye, pero siempre estaba disponible para aprender y hay que tener paciencia. Mamá también tuvo tenacidad", puntualizó. La familia Brito Raga está muy orgullosa de que Gregorio y María hayan aprendido a leer y a escribir.

 


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