CONVENCIÓN LIBERACIONISTA, IDEOLOGÍA, MÉTODOS POLÍTICOS Y MOTIVACIÓN DEL
ELECTORADO

Por Alvaro Arnoldo Araya Alpízar

 

La Convención Liberacionista deja como saldo la “seudo transformación” de
los neoliberales liberacionistas Araya y Chinchilla en socialdemócratas,
forjadores de un proyecto de centro derecha para alinear ideológicamente a
quienes desde la izquierda o el centro los han criticado, como destructores
del Estado Social. La triología ideológica apertura-privatización-desarrollo
encontró en esta conversión electorera su contraparte en una teoría
populista de compromisos con servicios y obras de interés social e
intermediación del Estado, como garante de justicia y redistribución de
riqueza. Es así como, sin ningún sonrojo, celebran el triunfo del poder
mediático y el dinero para doblegar voluntades, hablando de la importancia
del financiamiento estatal en la prevención de la quiebra financiera del
sistema bancario, y consecuentemente – dice la Señora Chinchilla- para
evitar la concentración de la riqueza. ¿A quién quiere engañar? ¿A cuántos
pudo y podrá engañar?

 

La baja en la renta económica de la tierra agrícola, las inseguridades
ciudadanas, la especulación en los precios de la canasta básica, el alto
costo del crédito, la injusticia salarial, la desatención de las necesidades
ambientales y otras variables de interés ciudadano fueron suplantadas en la
discusión política con un mar de ofrecimientos, parches en la
infraestructura vial, asfaltado de caminos, construcción de edificios,
puestos en la Administración Pública, promesas de bonos de vivienda, becas y
un sin número de “ilusiones de prosperidad”, para quienes resienten la falta
de solidaridad y justicia en los procesos de desarrollo promovidos por el
neoliberalismo. Y para que no quede duda de su “total conversión”, reniegan
una y otra vez de sus compromisos con los grupos económicos poderosos, tanto
nacionales como internacionales. ¿Cómo habrán hecho para financiar los
costos de la Convención?.

 

En este contexto de análisis, la discusión en torno a la calidad y cantidad
de electores en el proceso de Convención Liberacionista se convierte en un
esfuerzo de proyección estadística, donde se suman y restan los potenciales
beneficiarios directos e indirectos de la satisfacción de sus necesidades
con puestos, concesiones, bienes y servicios del Estado, además de aquellas
de los financistas de la campaña. Hoy más que nunca, las urnas han reflejado
el poder de la “doctrina populista” de un compromiso-un voto, hecho que no
descarta la existencia de una minoría que fue a votar convencida de que las
propuestas eran lo mejor para el país.

 

Los costos electorales, sean estos en materia de cumplimiento de promesas
para los “electores comunes” o concesiones para los financistas de la
campaña, que supera fácilmente los mil quinientos millones de colones, hacen
pensar en los beneficios apropiados que podrán cobrar “los banqueros
particulares”, y por supuesto de quienes integran la red clientelar
nacional, provincial, cantonal y distrital en el marco de una “estructura
gubernamental ajustada” a esta forma de hacer política. De ahora en
adelante, como antes y más, de nada o poco servirán las leyes y los
reglamentos, o los criterios de necesidad, lo que importará para otorgar uno
u otro beneficio estatal será el compromiso del “interesado en el proceso
electoral” para llevar y sumar votos en las urnas.

 

Sin duda, los Araya y Chinchilla trataron en esta su “campaña de
reconversión ideológica”, por igual, de liberar al PLN del neoliberalismo
que representan, culpable de las desigualdades e inseguridades más
evidentes, sobre todo de su legado de pobreza, injusticia tributaria,
desprotección del medio ambiente, inseguridad alimentaria, delincuencia y
falta del diálogo con los ciudadanos. Al final, el resultado demuestra que
la utilización de los recursos del Estado y la capacidad de influencia del
Poder Ejecutivo en la atención  de las necesidades de personas,
organizaciones y pueblos marcó la diferencia. Solo que ahora, como suele
ocurrir en el PLN, a Jonny Araya se le olvidó de una sola vez como los Arias
impusieron y respaldaron a Chinchilla. Y de paso dejó atrás los
cuestionamientos que le hacía, a propósito de la firmeza y la ética.

 

Entonces, es necesario entender críticamente el resultado de la Convención
Liberacionaista, como la consolidación de un régimen de compromisos entre
“políticos de oficio” y electores, donde los que tienen más poder
político-económico tienen acceso a oportunidades de privilegio, mientras los
otros y otras tienen a conformarse con pequeñas tajadas del sistema corrupto
de asignación de recursos, puestos y servicios del Estado.

 

La Convención liberacionista se convirtió una vez más en una estrategia para
transformar el voto en un recurso para crear condiciones sucesivas y ser
sujeto de “premios del Estado”, lo que implica una transferencia sin límite
de suma del poder de Administración Pública a una elite político-empresarial
privilegiada, en el ámbito local, regional y nacional. ¿Quién y cómo se le
recordará a la Señora Chinchilla las mil y una triquiñuelas con recursos
públicos que realizó el Gobierno Arias? ¿Y las respuestas pendientes de la
Señora Chinchilla? ¿Y el castigo de las y los responsables?  

 

En esta dirección, los compromisos electorales visibles, además de las
promesas populares de combate de la pobreza y el combate de la corrupción de
la que fue participé directa en el gobierno Arias, son sus relaciones con
los monopolios privados nacionales e internacionales, exportadores e
importadores de bines y servicios.  Y por supuesto, el deber de obediencia
de los Chinchilla se extiende hasta los especuladores financieros de la gran
empresa que ven en la política monetaria y las políticas de control de la
inflación su gran negocio. Entonces, ¿qué hacer para derrotar en las urnas
a políticos corruptos como los Chinchilla? 

 

En principio, no podemos aceptar como ejemplarizantes las reglas, métodos,
recursos y parámetros que emplea los neoliberales del PLN para medir “su
llamado éxito electoral en la Convención”. Tenemos que aprender a valorar
con alegría los esfuerzos políticos que realizamos, lo que también nos
obliga a ser optimistas y a tener confianza en el poder de nuestras ideas,
propuestas y compromisos con los objetivos superiores de la Patria. 

 

Nuestra capacidad de convocar y triunfar, dependerá en mucho del sentimiento
de confianza en la realización de las ideas y propuestas que promovemos.
Nuestro gran reto, no es la millonada que le alcanza y sobra a los
neoliberales para hacer política,  es la actitud que estemos dispuestos a
asumir, el sacrificio, el voluntariado y la misma entrega para presentar y
defender en permanente el proyecto país que deseamos. Y en esto, Ottón Solís
Fallas en su calidad de líder del Partido Acción Ciudadana, ha dado ejemplo
permanente de coherencia, siendo consecuente entre lo que piensa, dice,
escribe y hace. 

 

 

"Grande es la coherencia, pero aún más grande la verdad, desde un punto de
vista práctico, cuando se es consecuente siempre, sin dejar que el silencio
venza la verdad".

 

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