Román de la Calle, director del MuVIM ( Museu Valencià de la Il.lustració i de 
la Modernitat ) 

http://www.muvim.es/

ha dimitido de su cargo como digna protesta a la vergonzosa cacicada de censura 
de unas fotos por parte de la Diputación valenciana.



¿En qué miserable país vivimos? Si esa gentuza se atreve a provocar ese 
escándalo mediático, ¿cuántas otras cosas pueden estar ocultando impunemente?



Más información:

http://www.diarioinformacion.com/cultura/2010/03/05/muvim-censura-fotos-politicos-muestra/986103.html

Las fotos censuradas pueden verse en:

http://lanaveva.wordpress.com/2010/03/07/las-fotos-censuradas-del-museo-valenciano-muvim/



Tomàs Baiget

http://elprofesionaldelainformacion.com



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Valencia, 9 de marzo 2010.

Ilmo. Sr. D. Salvador Enguix Morant

Diputado del Área de Cultura

Excma. Diputación de Valencia.

 

Estimado Diputado:

 

Hace unas fechas, mantuvimos una sincera y fluida conversación referente a la 
posibilidad de prolongar un año más mi dedicación al MuVIM, como director del 
mismo. La verdad es que la experiencia de estos seis años, dirigiendo dicho 
centro, ha sido un periodo fértil, de intensa labor en equipo. Confieso que ha 
sido inmejorable, tanto por los resultados obtenidos a nivel museográfico como 
por la perfecta integración funcional, lograda con las personas que han 
trabajado a mi lado, con total entrega y familiar entusiasmo. Será difícil 
poder olvidar este sexenio de mi vida.

 

Cuando tomé posesión de dicho cargo, en el año 2004, no sin condiciones por mi 
parte, solicité al entonces Diputado de Cultura, don Vicente Ferrer, tres cosas 
muy concretas: Interés institucional por nuestros proyectos, respaldo económico 
y político a los mismos y confianza en nuestras gestiones. La contrapartida, 
por su parte, consistía en exigir mi plena responsabilidad y la máxima 
dedicación al museo. Tales fueron las claves del pacto entre caballeros, que 
posibilitaron el despegue impactante y diferente del MuVIM.

 

Incluso volví a recordar hace unos meses dichas condiciones y pactos, en 
público, ante tu presencia, en el solemne acto de entrega de la Medalla de la 
Facultad de Bellas Artes, por parte del Rector de la Universidad Politécnica de 
Valencia, al MuVIM, "por su labor sociocultural y por su fuerte emergencia en 
el panorama museístico valenciano". Fue un acto emotivo, del que recuerdo bien 
tus palabras de reconocimiento y confianza plena, que tanto te agradecí y sigo 
haciéndolo, como puedes constatar.

 

Reconozco sinceramente que hemos conseguido, en ese tiempo, consolidar un 
proyecto atractivo para un museo que no encontraba anteriormente su rumbo 
definitivo. Hemos fraguado, con suma imaginación y creo que ejemplar rigor, la 
"fórmula MuVIM", que me ha tocado ir explicando --como responsable directo de 
la misma-- en centenares de foros nacionales y en entrevistas internacionales: 
másters, congresos, conferencias, seminarios, revistas y cursos de museología. 
Hemos recibido hasta siete galardones y reconocimientos de diferentes niveles y 
modalidades. La última condecoración, justamente hace una semana, lo ha sido 
del Ministerio de Educación Nacional de Francia. Todo un honor, pues, tanto 
para nosotros como para la Diputación.

 

También debo reconocer que el estrecho y eficaz enlace establecido 
estratégicamente entre el museo y la universidad, entre el museo y la sociedad, 
entre el museo y el mundo profesional (historiadores, filósofos, artistas, 
diseñadores, fotógrafos y vecinos de a pie) no ha pasado desapercibido para el 
contexto valenciano, que ha respondido a través de un público plenamente fiel y 
entusiasta, respaldándonos en todas y cada una de nuestras actividades.

 

Sería ciego, por mi parte, si no me hubiera dado igualmente cuenta de las 
reticencias y suspicacias que, a la par, se producían en cierto entorno. Aunque 
también eso era de esperar. 

 

Sin embargo, en medio de tantos reconocimientos a compartir, ni siquiera en la 
más complicada y retorcida de las pesadillas, hubiera podido pensar que --a 
fecha de hoy-- iba a encontrarme redactando esta carta de dimisión de mi cargo, 
como director del MuVIM, tarea de la que tan orgulloso me he sentido. No 
obstante, siempre he creído que quizás una de las cosas más impactantes de la 
realidad es, precisamente, su capacidad de sorpresa.

 

Ciertamente, hay cosas difíciles de explicar y duras de asumir. Pero vayamos al 
caso concreto, que nos ocupa. Desde hace tres años, venimos colaborando, en el 
museo, con la Unión de Periodistas Valencianos, en el proyecto "Fragmentos de 
un año". Nos llegó, dicha propuesta -conviene recordarlo hoy más que nunca, con 
claridad-- mediante sugerencia del entonces Diputado de Cultura don Vicente 
Ferrer, motivada, según supimos, por el entonces Conseller de Relaciones 
Institucionales y Comunicación de la Generalitat Valenciana don Esteban 
González Pons. Quisiera puntualizar que la idea nos fue sugerida, nunca 
impuesta. Y, tras dialogar, llegamos al acuerdo de ceder anualmente un espacio 
del MuVIM a la Unión de Periodistas para que expusieran esa visión-resumen del 
año transcurrido en la Comunidad Valenciana, a través de una selección de 
fotografías, siempre ya publicadas en los medios de comunicación, dentro del 
correspondiente periodo anual.

 

El jurado de selección ha sido siempre lógicamente aportado por la propia 
organización y nunca hemos intervenido nosotros en el proceso. La muestra, hay 
que reconocerlo, fue un éxito, año tras año, con sus luces y sombras, ironías y 
agudezas, ocurrencias festivas e imágenes dramáticas, sacadas - todas ellas-- 
del calendario cotidiano, a caballo entre el reportaje inmediato y el estudiado 
documento visual. Así han transcurrido varias ediciones, al hilo de aquel 
acuerdo mutuo, con la mediación política pertinente, como ya se ha indicado. 
Siempre hemos pedido, a los organizadores, respeto y prudencia, como hacemos, 
por lo común, en este menester de servicio público que es el MuVIM, sin dar 
nunca la espalda a la política.

 

Considero, de hecho, que pretender separar el arte y la cultura de la política, 
como si fueran compartimentos estancos en la existencia humana, nunca es 
viable, ya que somos, ante todo, personas. Otra cosa es querer politizar la 
cultura o desear despolitizarla, como ha sucedido en esta ocasión. Nunca antes 
me hubiera imaginado que iba a ocurrir precisamente esto en el MuVIM, tan de 
improviso. Puedes creerme.

 

Ni siquiera llegó a establecerse -en ese momento, frente a las obras 
expuestas-- un determinado diálogo, entre los protagonistas de tan delicada 
situación. Más bien, todo derivó rápidamente en una acción de fuerza verbal, 
que se resumiría, luego, en una orden recibida --por teléfono--. Concretamente 
esto sucedía media hora después de darse por finalizada la propia inauguración, 
cuando aún quedaban visitantes rezagados, con su copa inaugural en la mano, en 
el espacio interior MuVIM, y yo ya me dirigía, paseando con mi esposa, hacia 
casa.

 

Para mí fue una noche durísima --vivida en silencio, sólo con el escueto, pero 
fundamental apoyo familiar-- la que medió entre la velada inaugural de las 
exposiciones en el MuVIM y la mañana del día siguiente, sabiendo ya la decisión 
tomada en las esferas superiores de la Diputación. Por eso, aún con cierto 
atisbo de esperanza, te llamé a primera hora de la mañana, desde el museo, para 
preguntarte, una vez más, aunque fuese de manera redundante, por el tema de las 
concretas fotos a retirar/censurar de la muestra. La respuesta, lo recordarás, 
perfectamente, fue muy clara y contundente, por tu parte. Incluso solicité, por 
favor, tu presencia en el museo, para ejecutar tus órdenes. Llegaste luego, 
hablamos y te confirmé las dificultades que iban a producirse, en el caso de 
ejecutarse la intervención. Pero no había vuelta a tras.

 

Sabía que la Unión de Periodistas Valencianos no iba a permitir esa purgación 
parcial, que se exigía unilateralmente a la muestra. La verdad es que yo mismo, 
de hallarme en su lugar, no lo aceptaría, sin más, tampoco. Por eso quise 
ratificar lo que sucedería, al comunicarle la orden recibida, desde la 
Diputación, al Presidente de la Unión de Periodistas. Efectivamente - 
corroboraron, de inmediato- se llevarían la muestra entera de fotografías para 
exponerla en otro lugar. Era lo más lógico, a todas luces, desde su óptica, y 
lo más adecuado incluso --reflexioné, por mi parte-- para el museo. No 
hubiéramos podido sufrir aquellos huecos, rememorando ausencias, en el montaje 
de la sala, como testimonio, durante dos meses, de lo sucedido. Sin duda, ya 
disponen, los periodistas, de otro tema bien candente, para ser aprovechado y 
propuesto -en imágenes-- para "Fragmentos de un año, 2010".

 

Hacia el final de aquella intensa mañana, del día cinco de marzo, me pareció 
decisivo e inexcusable reunir a todo el personal del MuVIM, para informarles, 
como equipo, de lo sucedido en un puñado de pocas horas: aquéllas justamente en 
las que se jugaba a los dados el futuro del proyecto común del museo. No les 
comuniqué, ni dejé entrever -aún-- esta decisión, que ahora te comunico: mi 
dimisión sin vuelta de hoja. Comencé, algo emotivamente, lo reconozco, 
recordándoles los éxitos obtenidos en este sexenio liberal, también traje a 
colación las dificultades convividas y sus respectivos y numerosos méritos. Les 
previne, además, del diluvio informativo que se nos avecinaba y que había sido 
tan ciegamente facilitado, desde la propia Diputación, a los medios de 
comunicación. Había que estar ciegos -medité--, debían carecer de prudencia y 
estar sobrados de fuerza ciega para querer apagar una colilla, que se había 
encendido sin prácticamente consecuencias aún, con un torpedo de grueso 
calibre. Eso sí, arropado de equívoca dignidad y siempre de desmesurado poder.

 

El MuVIM iba a verse asociado nacionalmente, a través de todos los medios de 
comunicación, con el tema de la censura. Era de lamentar profundamente, al 
menos por mi parte, que precisamente el Museo de la Ilustración y de la 
Modernidad quedase salpicado, así, sin necesidad real, en la memoria de tantos 
lectores y de los numerosos oyentes, que iban a seguir, sorprendidos e 
indignados, el proceso. Eso era y es efectivamente lo peor. No se lo merece el 
MuVIM, ni el proyecto, ni nosotros, ni las fotos expuestas. Era como si se 
hubiera buscado secretamente la ocasión y precisamente ésta hubiese sido 
calculada como la más idónea. Fue entonces cuando me encontré realmente mal, 
hablando a mis colegas del equipo y debí marcharme rápidamente a casa, con su 
ayuda. Ellos se quedaron reunidos y debatiendo. Les recordé que la asamblea 
había terminado. Salí emocionado. En el taxi, me vinieron --a la mente en 
blanco--, como en un eco lejano, muchas frases (procedentes también de cartas) 
de la exposición permanente del museo, referidas, de manera directa, a la 
lamentable situación social y cultural del siglo XVIII y del XIX españoles. 
Tenía un puño en la garganta.

 

Sabía que los proyectos pendientes (¡tantos proyectos ya pensados y muchos 
contactados y en marcha, para los próximos años 2011 y 2012, como estábamos 
arbitrando, a nivel nacional e internacional!) corrían posiblemente el riesgo 
de caer en saco roto. Si soy sincero -no deja de ser curiosa la capacidad 
humana de sublimar las cosas--, temía mucho más por el MuVIM que por mí. ¿Dónde 
puede terminar la censura y comenzar la represalia? Mi suerte ya estaba echada 
-lo sabía, con meridiana claridad-- desde que escuché, --a tu lado, Diputado 
Enguix, aguantando a pie firme y observándote enmudecer-- las intervenciones, 
en cadena, del Diputado Máximo Caturla. Era la primera vez que venía a las 
inauguraciones del museo. ¿Azar o cálculo? Sobre todo fui consciente del 
desenlace inmediato que me afectaba de lleno, cuando me llamaste media hora 
después, por el móvil, para indicarme que la muestra debía revisarse y 
expurgarse. "Han de retirarse ciertas fotos", fueron exactamente tus palabras y 
no otras, es verdad, como si por ventura las palabras -incluso las de los 
poetas-- fueran inocentes y como si, puestas en su contexto real, activadas en 
situación, no se transformaran, también ellas, en políticas, místicas o 
afectivas, según sus registros. No puedo evitar, al escribir estas líneas, 
recordar el susurro de J. P. Sartre tras de mí.

 

Me hice cargo del MuVIM con inquietud y entusiasmo, hace justamente seis años 
(el 24 de febrero del 2004, concretamente en una numerosísima rueda de prensa 
se hacía pública mi designación, cuando nadie daba un clavo por la situación 
del museo). Salgo ahora, en total contraste, con orgullo y preocupación, por la 
misma puerta, quizás algo más desgastada. Pero todo ese puente de sensaciones 
encontradas, que relacionan ambas orillas, quedarán en mi memoria, junto a la 
dignidad de dimitir, aunque ciertamente no sea costumbre el hacerlo entre 
nosotros.

 

Lo he pensado pausadamente, en este fin de semana interminable, y lo hago a 
través de una carta personal y abierta, escrita sin ninguna animosidad y con 
suma delicadeza y reflexión, que te dirijo a ti, ya que deseo justamente que se 
te reconozca el papel de protagonista cultural de la Xarxa de Museus. A pesar 
de todo ello, de las circunstancias y de los posibles argumentos coyunturales, 
que puedan enhebrarse en este tejido colectivo de despropósitos encadenados, en 
torno a una exposición, vale la pena dejar bien sentado, de una vez por todas, 
que han sucedido cosas que van más allá, incluso, de mi proverbial equilibrio y 
mesura, logrados no sé si a golpe de filosofía cotidiana, más acá de las aulas 
y de la docencia de tantos años.

 

La cultura de la razón y de la libertad, que hemos pretendido hacer escuchar a 
nuestros conciudadanos, cuando visitan el MuVIM, como Centro dedicado a la 
Ilustración, no pueden quedarse sólo dentro de nuestras paredes museísticas. 
También deben proyectarse fuera, hacerse historia real y vivida. El principio 
de autonomía personal debe ser la clave indiscutible de nuestras actitudes, de 
nuestros compromisos y hasta de nuestras creencias. Por eso, en cuanto el 
médico me ordenó reposo, me puse a redactar, sin prisa, como si se tratara de 
una vieja correspondencia con alguno de mis admirados ilustrados, esta carta 
dirigida a ti como actual Diputado de Cultura. No en vano, hemos compartido 
contigo, los miembros del equipo y yo mismo, en distintas circunstancias, otras 
preocupaciones e innegables logros, en estos años de convivencia y de respeto 
mutuo.

 

Poco a poco, han ido surgiendo las líneas, propias de un "lletraferit", 
describiendo la situación, volcando mis experiencias vividas, en esta época, 
desde mi óptica particular, por supuesto. Por eso soy yo, como director y 
responsable del MuVIM, el que dimite. Primero por coherencia con esa misma 
responsabilidad, pero, sobre todo, por no poder/querer ser partícipe de ninguna 
mengua de libertad de expresión en el marco de trabajo que me ha sido 
encomendado. No en vano, al MuVIM le falta hoy una parte relevante de su 
programación actual. "Fragmentos de un año, 2009" ha debido emigrar, a la 
fuerza, de este espacio de convivencia y de diálogo, de respeto y de apertura, 
donde tantas exposiciones, congresos, jornadas y ciclos de actividades han 
tenido lugar, con la finalidad de enriquecer nuestros conocimientos, contrastar 
pareceres y tensar los amarres de nuestra ética, en miras de una mejor y más 
fácil convivencia.

 

No puedo dejar de revivir, en estos momentos coyunturalmente tensos, pero que 
se me hacen eternos, compungido y triste, ante el ordenador --como si se 
tratara, repito, de un mal sueño, que no es real o que en todo caso no debería 
serlo-- las palabras de mi maestro, el profesor José María Valverde (ambos como 
sabes, hemos sido Catedráticos de Estética y Teoría de las Artes de distintas 
universidades, y yo aún sigo siéndolo); palabras bien conocidas por todos, 
pronunciadas/escritas en aquella dimisión suya, en una época bien triste y 
lejana de censuras y ceses.. "Nulla aesthetica sine etica".

 

Implicado en la especialidad de mis estimadas disciplinas, más de una vez he 
propuesto, como eficaz complemento, darle la vuelta al citado "dictum", 
precisamente por las distintas orientaciones que invaden nuestra época, 
revisando las herencias de la modernidad: "Nulla etica sine aesthetica". 
Ciertamente, la aplicación de la ética a nuestras vidas, la prefiero ejercitar 
siempre con las debidas formas, nunca a golpes de canon o de normativas ciegas. 
Por eso he querido escribirte esta carta, Diputado Salvador Enguix, sin prisa, 
con pausa y sosiego. Incluso asumida, palabra a palabra, como si se tratara de 
uno de esos prólogos cuidados que encabezan las numerosas publicaciones del 
MuVIM, sin ira alguna (creo que precisamente tú no la mereces) y a manera de 
una epístola algo socrática, pero decidida e irrevocable, al máximo, en sus 
contenidos.

 

Tanto monta: "Nulla aesthetica sine ethica", pero a su vez también a la 
inversa. "Nulla ethica sine aesthetica". El saber hacer nos es cada vez más 
urgente e imprescindible. Si no se cree, compruébese lo ocurrido, en esta 
ocasión. Así pusimos en marcha el MuVIM y así me marcho, cuando menos lo 
pensaba ni lo pensábamos, ciertamente. Ahí está el equipo para ratificarlo. 
Sólo desearía que su programa -su fórmula tan específica-- siguiera vigente y 
plenamente activa aún por muchos años.

 

Cuando la Unión de Periodistas Valencianos reinaugure, en otro lugar, lo antes 
posible, su muestra "Fragmentos de un año, 2009", espero poder asistir, con 
tranquilidad e interés, al evento. Curiosamente nunca pensé que una parte muy 
concreta de mi destino, como director de un museo, iba a verse conectada a sus 
actividades fotográficas y periodísticas. En verdad, no deja de ser cierto que 
la fotografía ha sido y es una de las partes clave del programa del MuVIM y 
seguirá siéndolo, sin duda, siempre a favor de nuestro público, aún más ahora. 
Te agradezco que en tus recientes declaraciones a la prensa, amigo Salvador 
Enguix, asumieras, tú en exclusiva, la responsabilidad de la retirada, ya 
histórica, de las fotos. Tú recibiste la orden y tú la transmitiste, bajo una 
presión ingente. Por eso, hablar de pacto censor entre nosotros, como se ha 
intentado hacer creer institucionalmente, por parte de la propia Diputación, 
para instrumentalizarme, no tiene sentido alguno y me ha ofendido en lo más 
profundo. Ha sido, si cabe, la gota de agua que me ha colmado.

 

Pero yo no puedo ser menos y asumiendo el mensaje de tu comportamiento, 
reconozco, por mi parte, que como director soy el responsable de las 
exposiciones programadas en el museo. También de ésta, que se ha convertido en 
desmesuradamente polémica. Por eso, entenderás, sin dificultad, que me es 
imposible permanecer al margen de la reciente retirada censora de la muestra. 
No va con mis actitudes ni con mis opiniones. La libertad de expresión nunca se 
había transgredido, hasta ahora, en el MuVIM, a pesar de algunas interferencias 
externas (siempre contadas, bien es cierto), soportadas con aconsejable 
estoicismo en nuestras programaciones, como bien sabes y también has sufrido. 
Pero esto ha sido muy diferente.

 

Sólo desearía que el MuVIM y su equipo, si ellos así lo consideran, continuaran 
con la misma fuerza y novedad de miras, para seguir manteniéndolo como un museo 
diferente a los de su entorno, con indiscutible potencialidad y futuro, más 
allá de otras situaciones claramente en repliegue.

 

"Fecit quod potuit. Faciant meliora potentes". De niño, en mis iniciales 
escarceos intelectuales, en mi Alcoi natal, adopté este adagio latino, como 
lema de mi itinerario vital. Hoy aún sigo conservándolo eficaz y creyendo 
firmemente en él. Residuos, quizás, de la Ilustración y de mi admiración por 
ella, desde la actualidad más estricta.

 

Te ruego, Diputado, transmitas al Presidente de la Diputación, Excmo. Sr. 
Alfonso Rus, el contenido de esta carta de dimisión, junto con mis saludos.

 

Atentamente.

 

Profesor, Román de la Calle


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