Cdes. and friends,

An editorial by the Prensa Sindical Internacional news agency states that the
star of Cavallo is falling fast.

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BUENOS AIRES, 21(PSI).- SE EVAPORA EL “EFECTO CAVALLO”.
El “efecto Cavallo” se esfumó en apenas dos meses, con la misma rapidez
con que antes se volatilizó el promocionado “blindaje financiero”. Los
tiempos políticos son cada vez más mezquinos, apurados por las urgencias
de ansiosos acreedores y las penurias de penitentes argentinos. El
superministro ya no tiene ni el ímpetu ni los amplios márgenes de maniobra de
los primeros días. Su acción quedó acotada por acreedores y organismos
financieros que le hicieron sentir el rigor de su poder; por la oposición
política que ya no quiere seguir firmando cheques en blanco y por el propio
oficialismo, donde cada vez son más los ministros que se atreven a poner
límites al inefable Cavallo. Y, fundamentalmente, porque en los sectores
populares no olvidan que fue él quien instrumentó toda una serie de medidas
económicas que destruyeron la industria nacional con el resultado que hoy vive
la Argentina.

Así entonces, lo que más frenó al impulsivo superministro fue el duro
bofetazo de una economía que no atisba a mejorar, sino que, por el
contrario, muestra en sus indicadores oficiales todos los signos de una crisis
terminal sin indicios de evolución favorable. Por necesidad de aferrarse a algo
y pese a los resquemores, hasta los radicales creyeron que la sola presencia e
impronta de Cavallo iban a generar un mejor clima con los mercados y el
empresariado local, al que se le prometió planes de competitividad como palanca
del crecimiento.

Pero a dos meses vista de aquel pagaré, el ministro ya es mirado en forma
retorcida por las huestes de Raúl Alfonsín, por varios colegas del Gabinete que
se sienten menospreciados o eclipsados y por gobernadores y legisladores
dispuestos a modificar sus posturas. Y los vientos de este otoño son
destemplados. Ni con el anuncio del canje de deuda se consiguió insuflar
entusiasmo a los mercados, y toma fuerza la posición de los sindicatos
antimodelo, crece la ola de protestas sociales y el descontento popular empieza
a manifestarse de formas peligrosas: abucheos al presidente de la Nación,
rumores y proyectos de adelanto de las elecciones presidenciales, denuncias de
estallidos sociales y polémicas vanas en las que los dirigentes se echan culpas
unos a otros sin señalar un camino de esperanza.

Se comenta en los mentideros políticos que Raúl Alfonsín (quien en una
reunión con corresponsales de la prensa extranjera llamó “presidente” a
Cavallo) convocó a su leal consejero en economía, Juan Vital Sourrouille,
para pedirle que en reserva prepare un plan de emergencia “por si acaso”.

El Congreso, que en las primeras semanas le dio a Cavallo y al Gobierno
todo lo que pedía, ahora adopta una actitud más reticente. La ley de
convertibilidad ampliada (incorporando el euro) está paralizada en su
tratamiento; hay trabas en el Senado para dar aprobación a la designación
del nuevo presidente del Banco Central; la reforma política para bajar gastos y
dar ejemplo de austeridad no logra reunir quórum y la iniciativa de crédito
público (que pretendía garantizar el pago de la deuda con la recaudación
impositiva) murió antes de nacer porque los diputados de la propia Alianza no
estaban dispuestos a votarla.

En el Gabinete, las grietas entre Cavallo y el resto son cada vez más
notorias, ante un presidente que sigue sin tomar las riendas y sin ejercer el
liderazgo que el pueblo le atribuyó en su mandato. Los desencuentros de Cavallo
con el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, y con el ministro del Interior,
Ramón Mestre, ya no se pueden disimular. La relación del jefe de Economía con
el flamante ministro de Desarrollo Social, “Juanpi” Cafiero, es nula. Fernando
de la Rúa, en tanto, hace periódicas sobreactuaciones para demostrar que él es
el Presidente (algo que sería innecesario si tuviera poder real); Alfonsín
endurece su discurso respecto del equipo económico y el FrePaSo, que impulsó el
ascenso de Cavallo, ya no lo defiende ni en público ni en privado.

Con los gobernadores justicialistas, cualquier negociación posible pasa por el
previo compromiso de enviarle fondos a las provincias, lo cual, en tiempos de
carencias, dificulta toda tratativa. La situación política nacional no es más
conflictiva porque los propios actores (los políticos) no se atreven a echar
más leña al fuego y moderan en público sus posturas críticas, a sabiendas de
que cualquier tormenta que se desate los encontrará a la intemperie y los
mojará a todos por igual, sin hacer distingos de partidos.-


Néstor Miguel Gorojovsky
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