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Publicat: Dl Oct
10, 2005 6:32 pm
Assumpte: Conferència del president Matas en el Fórum
Europa |
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Comunicats de premsa del
Govern de les Illes Balears
Dia i hora d'emissió:
10/10/2005, 11:29 Tipus de comunicat: Nota Informativa
Emissor: Presidència
Conferència pronunciada pel
president del Govern de les Illes Balears, Jaume Matas, avui
matí en el Fórum Europa, organitzat per Nueva Economía
Fórum.
Conferència del president Matas en
el Fórum Europa
Antes que nada quiero
manifestar mi gratitud a Forum Europa por la posibilidad que
me brinda de compartir con ustedes ¿el qué? Pues lo que pasa y
lo que nos pasa. Y lo que pasa y nos pasa, aquí, ahora, en
este preciso momento de nuestro país, tiene un nombre: un
maremagnum que invitaría a la ironía si no fuera porque, como
ocurre con los aprendices de brujo que ponen en marcha
dinámicas que se saben como empiezan pero no como acaban, la
risa y la broma pueden desembocar- están desembocando- en un
panorama agrio, inquietante, de incierto desenlace y que tiene
la virtud de aflorar los peores demonios familiares e
históricos de nuestro país.
Habrán adivinado que lo
que pasa y lo que nos pasa- en consecuencia de lo que debemos
"obligatoriamente" hablar- es que estábamos pacíficamente
instalados en un país que funcionaba aceptablemente, que
gozaba de prestigio internacional, que era escuchado en todos
los foros con respeto, que estaba consolidando una democracia
constitucional basada en el consenso y que, por lo tanto,
tenía todos los números para convertirse en una democracia
sólida y de esplendoroso futuro. España era un ejemplo de que,
cuando por vez primera en siglos, dejábamos de ensimismarnos
en eternos problemas internos y aplicábamos nuestras energías
y esfuerzos en trabajar, el salto cualitativo y cuantitativo
era espectacular.
Sucede, entonces, que unos asesinos
fanáticos irrumpen en nuestra Historia. Todo cambia. Y no
cambia, en realidad, por el sanguinario atentado que nos
partió el alma a todos e instaló al país en las lágrimas y en
la pena: España y los españoles teníamos la suficiente
fortaleza moral y política para asumir la desgracia infinita.
Tampoco cambia por el hecho de que el atentado del 11-M
provoca, de forma atípica y no demasiado ejemplar, un cambio
en la gobernación del país: nuestra democracia tiene asumida
la alternancia en el poder como uno de sus valores
fundamentales y, además, el consenso general en una
Constitución y en sus valores superiores garantiza, en
principio, una continuidad básica, un cambio de gobierno, no
de régimen.
No, todo cambia porque el gobierno que
surge de una alternancia legítima se instala en un proceso
constituyente que es perverso e intolerable, no porque aspire
a cambiar las reglas de juego y los consensos básicos sin los
cuales una democracia es inviable, sino porque lo intenta por
vías espurias, ilegítimas y, esperemos, no ilegales. Por el
momento.
De repente, el panorama cambia: se resucita
el rencor guerracivilista, se intenta repetir el grave error
de la II República- lo recuerda en reciente libro Stanley
Payne- de aislar y casi expulsar del sistema al centro-derecha
que representa, por lo menos, a la mitad de los españoles,
rompe con los consensos en las cuestiones de Estado y rescata
el taifismo insolidario que tan amargo recuerdo histórico
tiene para los españoles. El éxito es fulminante y, casi,
inmediato: en sólo dos años, una país dividido, enfrentado y
con la discordia civil instalada en la sociedad. Hay que dar
la enhorabuena al actual Gobierno que ha conseguido, en tiempo
record, sus objetivos: dividir y enfrentar de nuevo a los
españoles, otra vez inmersos en el enfrentamiento cainita y en
ensimismamiento enfermizo. Podríamos parafrasear la famosa
Canción a las ruinas de Itálica:
Estos, Fabio, ay
dolor, que ves ahora
campos de soledad, mustio
collado,
fueron un tiempo España famosa...
Las autonomías
Y entremos, queridos amigos, de lleno en el tema
autonómico que es el que nos ocupa y preocupa. Y hagámoslo con
algunas cuestiones previas: Las autonomías han sido un gran
invento que han funcionado admirablemente. Con sus luces y
sombras, con sus disfunciones y problemas, pero han
funcionado. Más diría: tienen buena parte de responsabilidad
en el gran salto que ha dado España en los pasados ocho años,
mostrando un dinamismo y una capacidad de reacción que se ha
traducido en progreso económico, en progreso social y en
progreso cultural. Basta examinar nuestras fronteras para
comprobar hasta qué punto las autonomías fronterizas se "han
comido" a los territorios transfronterizos franceses y
portugueses. En Baleares, cuyas fronteras son el mar, hemos
podido superar una gravísima crisis turística por la
inmediatez de la reacción ante la adversidad, impensable en un
estado centralizado.
¿Qué ha pasado entonces? Pues que
un estado federal, federalizante o autonómico sólo es posible
si existe un Estado fuerte que de sentido a un conjunto muy
descentralizado. La descentralización funciona si hay
coordinación, es decir, si hay Estado. Los estados federales
históricos como Alemania o los Estados Unidos constituyen un
referente para todo el mundo porque se da esta inteligente
combinación de un Estado fuerte y unos estados o lander
miembros también fuertes que, además, son leales. Aquí, no.
Aquí el Estado se ha ido debilitando y, simplemente, ha
desparecido en algunas autonomías. Y como el vacío de poder no
existe en política porque siempre hay alguien que lo ocupa, la
asignatura pendiente de España no era, ni son, las autonomías,
sino el Estado.
El Estado
Bien, el gobierno socialista en lugar de centrarse en
la reforma del Estado, se centra en la reforma de las
autonomías que, salvo los iluminados de siempre, nadie
reclama, ni siquiera los ciudadanos gobernados por los
iluminados de siempre. Es decir, se rompe el proceso- urgente
y necesario- de fortalecimiento del Estado y se dedican todas
las energías a debilitarlo más. Cuando la Historia evalúe y
analice al actual Gobierno fijará, sin duda, su característica
esencial: la debilidad. Debilidad al constituirse con muletas
indeseables, debilidad interna del Partido Socialista que le
da soporte, debilidad frente a unas autonomías, debilidad con
nuestros vecinos poco leales, debilidad en Europa, debilidad
dialéctica, debilidad ante los terroristas y, lo que es más
grave, debilidad en el ejercicio del poder en auténticas
cuestiones de Estado. Tenemos, por vez primera en lo que
llevamos de democracia, un gobierno que es trasunto del
pensamiento débil. No fueron débiles los gobiernos de Suárez,
no fueron débiles los gobiernos de Felipe González y, desde
luego, no fueron débiles los gobiernos de José María Aznar. Y
gobernaron en minoría y con mayoría absoluta, o sea que se
dieron los presupuestos que han convertido al gobierno del
señor Zapatero en paradigma de gobierno débil. Una desgracia
para España, no por socialista, sino por irresponsable y
débil.
Pero es que, además de débil, actúa con la
torpeza irresponsable. El señor Zapatero pretende resolver el
problema- artificial porque se reduce a sus dirigentes
nacionalistas, no a los ciudadanos- de Cataluña sin enterarse
ni comprender que es tan sólida la realidad de España que es
imposible abordar los problemas de una autonomía sin tratarlos
y abordarlos multilateralmente con el resto. No es posible la
bilateralidad, no existe, salvo en algunas enfebrecidas mentes
nacionalistas, Cataluña y España como altas partes
contratantes, sino España, de la cual Cataluña es una parte
como las otras. Y esto es así, no sólo por razones históricas
seculares, sino porque cualquier "hecho diferencial"- catalán
o de cualquier otra comunidad- no debe ser "a costa" del
resto. Lo que obtenga Cataluña no puede ser a costa de
perjudicar al resto. Su Estatuto es inadmisible, entre otras
cosas, porque es insolidario. Es el mismo tipo de
insolidaridad del señor Carod Rovira cuando negocia con ETA la
inmunidad de Cataluña.
Porque la dinámica que provoca
el Estatuto catalán no sólo se refiere a esta inconstitucional
y ridícula pretensión de reformar la Constitución por la vía
estatutaria- sería una estafa al pueblo español, depositario
de la soberanía nacional sino que, inevitable y
automáticamente, tiene efectos multiplicadores sobre el resto
de las autonomías. Si Cataluña negocia bilateralmente su
Estatuto, también lo puede negociar Baleares. Si Cataluña
blinda su sistema de financiación autonómica, también lo puede
hacer Baleares. Si Cataluña tiene poder sobre el sistema
financiero y el mercado, también lo puede tener Baleares. Y
Galicia, y Andalucía, y Valencia. ¿O es que cree el gobierno
del señor Zapatero que el resto de las autonomías vamos a
tolerar que, a nuestra costa, se otorgue un estatus especial a
una parte de España? No es mimetismo, sino instinto de
defensa¿.y de supervivencia. Hay algo que es peor que una
España rota: una España rota y apaleada. Si el Gobierno esta
dispuesto a romperla, al menos que no nos apalee a los que no
estamos dispuestos a ello.
Y es, en este punto, donde
deberíamos proponer una moratoria en la aprobación, que no en
la tramitación, del resto de estatutos de autonomía de las
comunidades autónomas, hasta que sepamos qué pasa con el
Estatut catalán.
Todos tenemos derecho a recibir el
mismo trato y respetar las reglas del juego de la
multilateralidad y, a mi juicio, la clave, como casi siempre,
sigue estando en la financiación autonómica.
Además,
todas las encuestas dan un resultado negativo para el Estatut
y una mala imagen de Cataluña en el resto de España; es una
mala operación política para el catalanismo.
En este
contexto, el papel de la Moncloa ha sido peor aún al decidir
sí, porque ahora no puede decir no a las otras autonomías.
Vienen, queridos amigos, tiempos de pesadumbre y, lo
que más indigna, es que la pesadumbre esté artificialmente
inducida desde el mismo Gobierno de la Nación. Porque esta es
la nota que diferencia cualquier anterior disenso autonómico
del actual: ahora, es el Presidente del Gobierno de España el
que pone en marcha y alienta el despropósito, no la autonomía
de turno irredenta. Esto es lo grave. Que el que rige los
asuntos del Estado diseñe un modelo de desposesión en que el
Estado no es el que gobierna por encima de las autonomías,
sino que son las autonomías las que gobiernan el Estado. Esto
no es, siquiera, un modelo confederal, sino otro modelo para
el cual tenemos un nombre preciso y exacto en España: el
modelo de las taifas.
Hay otro aspecto especialmente
inquietante: estamos en un punto de no retorno a partir del
cual se haga lo que se haga y sea cual sea el desenlace, el
daño estará hecho. Si se rectifica en profundidad- es decir,
en su totalidad- el Estatuto catalán, la depresión se
instalará en la clase política catalana, comenzando por la del
propio Partido Socialista de Cataluña, con resultados
imprevisibles. Y si, con maquillajes de imposible
ocultamiento, se da luz verde al Estatuto catalán, la
depresión que entrará al resto de los españoles veremos como
la arregla el señor Zapatero. Ya sólo faltaría que perdiéramos
Ceuta y Melilla para instalarnos en otro 98. Alguien ha
escrito que el presidente del Gobierno se va a ahorcar con la
cuerda que se ha colocado él mismo.
Se están tocando
puntos neurálgicos y muy sensibles de nuestra realidad como
nación, se está entrando de tapadillo en un proceso
constituyente fuera de los cauces que existen para ello, se
está alterando solapadamente la estructura del Estado y se
está jugando con los sentimientos de buena parte de la
ciudadanía. Aunque resulte una irresponsabilidad, está en su
derecho el señor Zapatero a comportarse así. En lo que no está
en su derecho es en no apelar al pueblo para que decida y
sentencie.
Esta es la cuestión, la grave y esencial
cuestión.
Muchas gracias, señoras y
señores. | |