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Von: Proteus <[EMAIL PROTECTED]>
An: [EMAIL PROTECTED]
Betreff: [Secundaria] (Doc) El sujeto y el poder, Michel Foucault.
Datum: Donnerstag, 12. April 2001 17:53

Hola a ustedes,

Mis estimados amigos, puede ser que el siguiente texto, les resulte 
interesante.


Un saludo.
Proteus.
__________________________

http://www.geocities.com/SoHo/Museum/9653/poder.html

El sujeto y el poder

Michel Foucault

(Traducción de Santiago Carassale y Angélica Vitale)

 

Por que estudiamos el poder: la cuestión del sujeto.

Las ideas que desearía discutir aquí no representan ni una teoría, ni 
una metodología.

En primer término me gustaría decir cuál ha sido el propósito de mi 
trabajo durante los últimos veinte años.

Mi propósito no ha sido analizar el fenómeno del poder, ni tampoco 
elaborar los fundamentos de tal análisis, por el contrario mi 
objetivo ha sido elaborar una historia de los diferentes modos por 
los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos. Mi trabajo 
ha lidiado con tres formas de objetivaciones , las cuales transforman 
a los seres humanos en sujetos.

El primero, el modo de investigación que trata de darse a sí mismo el 
estatus de ciencia, por ejemplo la objetivación del sujeto hablante 
en la Grammaire Générale, la filología y la lingüística, o incluso en 
este primer modo de objetivación del sujeto productivo, que trabaja, 
en el análisis de la riqueza y la economía, o un tercer ejemplo, la 
objetivación del hecho puro de estar vivo en historia natural o 
biología.

En la segunda parte de mi trabajo he estudiado los modos de 
objetivación a los que yo llamaría "prácticas divisorias". El sujeto 
está dividido tanto en su interior como dividido de los otros. Este 
proceso lo objetiva. Los ejemplos son, el loco y el cuerdo; el 
enfermo y el sano, los criminales y los buenos chicos.

Finalmente, he pretendido estudiar, -es mi trabajo actual- los modos 
en que los seres humanos se transforman a sí mismos en sujetos. Por 
ejemplo, he elegido el dominio de la sexualidad: como los hombres han 
aprendido a reconocerse a sí mismos como sujetos de la "sexualidad".

Por lo tanto no es el poder sino el sujeto, el tema general de mi 
investigación.

Es cierto que me he visto un tanto implicado en el tema del poder, y 
podría inferirse fácilmente que en tanto el sujeto se encuentra en 
relaciones de producción y significación, se encontraría igualmente 
en relaciones de poder, las cuales son a su vez sumamente complejas.

Si bien, la teoría y la historia económica proveen de buenos 
instrumentos para las relaciones de producción, -así como la 
lingüística y la semiótica ofrecen buenos instrumentos para el 
estudio de las relaciones de significación- no sucede lo mismo en el 
caso de las relaciones de poder. Tradicionalmente, se ha recurrido a 
formas de pensar en el poder basadas en modelos legales, esto es: 
¿qué legitima al poder? o se ha recurrido a formas de pensar el poder 
basadas en modelos institucionales, esto es: ¿qué es el Estado?.

Por lo tanto considero que es necesario ampliar las dimensiones de la 
definición de poder, si se quisiera usar esta definición para 
estudiar la objetivación del sujeto.

¿Necesitamos entonces una teoría sobre el poder?. Desde el momento en 
que una teoría presupone una objetivación dada no puede ser tomada 
como la base de un trabajo análitico. Pero este trabajo analítico no 
puede proceder sin una conceptualización permanente, la cual, implica 
un pensamiento crítico, una revisión constante.

La primera cuestión a revisar es la que yo llamaría, las "necesidades 
conceptuales", lo cual significa que la conceptualización no debería 
estar fundada en una teoría del objeto, ya que el objeto 
conceptualizado no es el único criterio para una buena 
conceptualización. Deberíamos tener en cuenta las condiciones 
históricas que motivan nuestra conceptualización. Es necesaria una 
conciencia histórica de nuestras circunstancias actuales.

La segunda cuestión a revisar es el tipo de realidad con la que 
tratamos.

Un escritor de un conocido diario francés expresaba su sorpresa 
diciendo: "¿por qué la noción de poder es tema creciente para tanta 
gente hoy en día?. ¿Es un tema tan importante?. ¿Es un tema tan 
independiente que puede ser discutido sin tomar en consideración 
otros problemas?".

La sorpresa de este escritor me sorprendió aún más. Soy escéptico 
respecto a la presunción de que la problemática del poder haya 
emergido recién en el siglo XX. Para nosotros la problemática del 
poder, no sólo configura una cuestión teórica sino que es parte de 
nuestras experiencias. Me gustaría referirme solamente a dos "formas 
patológicas" de estas experiencia, aquellas dos enfermedades de 
poder, el fascismo y el stalinismo. Una de las numerosas razones por 
las cuales estas enfermedades nos resultan tan desconcertantes es, 
porque a pesar de su "unicidad" histórica, no terminan de ser 
originales. Ellas usaron y extendieron mecanismos ya presentes en 
muchas otras sociedades. Es más, a pesar de su propia locura interna, 
se valieron de ideas y mecanismos de nuestra racionalidad política.

Lo que necesitamos entonces, es una economía de las relaciones de 
poder, la palabra economía usada en su sentido teorético y práctico. 
En otras palabras, desde Kant, el rol de la filosofía es prevenir a 
la Razón de ir más allá de los límites de lo que es dado en la 
experiencia, pero desde esta época, -es decir con el desarrollo de 
los estados modernos y la organización política de la sociedad- el 
rol de la filosofía también ha sido mantenerse atenta a los abusos 
del poder de la racionalidad política, lo cual es una pretensión 
bastante alta.

Todo el mundo es consciente de hechos tan banales, pero el hecho de 
que sean banales no significa que no existan. Lo que debemos hacer 
con los hechos banales es descubrir qué problemas específicos y 
quizás originales están conectados con ellos.

La relación entre racionalización y excesos de poder político es 
evidente. No necesitamos remitirnos a la burocracia o a los campos de 
concentración para reconocer tales relaciones; el problema entonces 
es: ¿qué hacer con un hecho tan evidente?.

¿Debemos juzgar a la Razón?. Desde mi punto de vista, nada sería más 
estéril. En primer lugar, porque este ámbito nada tiene que ver con 
la culpabilidad o la inocencia. En segundo lugar, porque no tiene 
sentido referirse a la Razón como entidad contraria a la no-Razón. 
Por último, porque tal juicio nos induciría a engaño, a adoptar el 
papel arbitrario y aburrido tanto del racionalista como del 
irracionalista.

¿Deberíamos investigar entonces, esta forma de racionalismo que 
parece específico de nuestra cultura moderna, y que tuvo su origen en 
la Aufklärung?. Esta fue la aproximación de algunos de los miembros 
de la Escuela de Frankfurt. Sin embargo, mi propósito no consiste en 
entablar una discusión acerca de sus trabajos, más allá de que sean 
de los más importantes e invalorables. En todo caso, sugeriría otra 
manera de investigar la relación entre racionalización y poder.

Sería conveniente no tomar como un todo la racionalización de la 
sociedad o de la cultura, sino analizar tales procesos en diversos 
campos, cada uno en referencia a una experiencia fundamental: locura, 
enfermedad, muerte, crimen, sexualidad y así sucesivamente.

Creo que la palabra racionalización es peligrosa; lo que debemos 
hacer es analizar racionalidades específicas, más que invocar 
constantemente al Progreso y a la racionalización en general.

Más allá de que la Aufklärung (Ilustración) haya sido una etapa 
importante de nuestra historia y del desarrollo de la tecnología 
política, creo que deberíamos referirnos a una serie de procesos más 
alejados si deseamos entender cómo hemos sido atrapados en nuestra 
propia historia.

Me gustaría sugerir otra vía para ir más lejos hacia un nueva 
economía de las relaciones de poder, una vía más empírica, más 
directamente relacionada con nuestra situación actual, la cual 
implica una mayor relación entre la teoría y la práctica. Esta 
consiste en tomar como punto de partida, a las formas de resistencia 
contra las diferentes formas de poder. Para usar otra metáfora, 
consiste en usar la resistencia como un catalizador químico, de forma 
de traer a luz las relaciones de poder, ubicar su posición, encontrar 
sus puntos de aplicaciones y los métodos usados. Más que analizar el 
poder desde el punto de vista de su racionalidad interna, consiste en 
analizar relaciones de poder a través del antagonismo de estrategias.

Por ejemplo, para encontrar lo que nuestra sociedad entiende por 
sanidad, tal vez deberíamos investigar lo que está aconteciendo en el 
campo de la insanidad.

Y lo que entendemos por legalidad en el campo de la ilegalidad.

Con el propósito de entender de que se tratan las relaciones de 
poder, tal vez deberíamos investigar las formas de resistencia y los 
intentos hechos para disociar estas relaciones.

Como punto de partida, tomemos una serie de oposiciones que se han 
desarrollado en los últimos años: la oposición del poder del hombre 
sobre la mujer, la de los padres sobre los niños, la de la 
psiquiatría sobre la enfermedad mental, la de la medicina sobre la 
población, la de la administración sobre la forma de vivir de la 
gente.

Sin embargo, no es suficiente con decir que estas son luchas 
antiautoritarias, debemos tratar de definir más precisamente que 
tienen ellas en común.

1.- Son luchas "transversales"; esto es, no están limitadas a un 
país. Es evidente que se desarrollan más fácilmente y más 
extensamente en determinados países, pero no por esta razón, están 
confinadas a un forma política o económica particular de gobierno.

2.- El objetivo de estas luchas son los efectos del poder en sí. Por 
ejemplo, la profesión médica no es en primera instancia criticada por 
su provecho económico, sino porque ejerce un poder no controlado 
sobre los cuerpos de la gente, su salud, su vida y su muerte.

3.- Son luchas "inmediatas" por dos razones. En tales luchas la gente 
cuestiona las instancias de poder que están más cercanas a ellas, 
aquellas que ejercen su acción sobre los individuos. Estas luchas, no 
se refieren al "enemigo principal" sino al enemigo inmediato, como 
tampoco esperan solucionar los problemas en un futuro preciso (esto 
es liberaciones, revoluciones, fin de la lucha de clases). En 
contraste con una escala teorética de explicaciones o un orden 
revolucionario que polariza la historia, ellas son luchas anarquistas.

Pero estos no son los puntos más originales, en cambio los puntos 
siguientes parecen ser los más específicos.

4.- Son luchas que cuestionan el status del individuo: por un lado, 
afirman el derecho a ser diferentes y subrayan todo lo que hace a los 
individuos verdaderamente individuos. Por otro lado, atacan lo que 
separa a los individuos entre ellos, lo que rompe los lazos con 
otros, lo que rompe con la vida comunitaria, y fuerza al individuo a 
volver a sí mismo y lo ata a su propia identidad de forma 
constrictiva.

Estas luchas no están a favor o en contra del "individuo", pero si 
son luchas en contra de "el gobierno de la individualización".

5.- Estas luchas, -en oposición a los efectos del poder, ligados al 
conocimiento, a la competencia, la calificación- luchan contra los 
privilegios del conocimiento. Pero son también una oposición contra 
el secreto, la deformación y las representaciones mistificadas 
impuestas a la gente.

No hay nada "cientista" en esto, (esto es, una creencia dogmática en 
el valor del conocimiento científico), pero tampoco es un rechazo 
escéptico, relativista de cualquier verdad verificada. Lo que se 
cuestiona es el modo en que el conocimiento circula y funciona, sus 
relaciones con el poder. En otras palabras, el régime du savoir 
(régimen de saber).

6.- Finalmente todas estas luchas giran en torno a la 
pregunta: "¿Quiénes somos nosotros?". Son un rechazo a las 
abstracciones de la violencia económica e ideológica, que ignoran 
quienes somos individualmente como también son un rechazo a la 
inquisición científica y administrativa que determina quien es uno.

Para concluir, el objetivo principal de estas luchas no es atacar 
tanto a tal o cual institución de poder, grupo, elite, clase, sino 
más bien a una técnica, a una forma de poder.

Esta forma de poder emerge en nuestra vida cotidiana, categoriza al 
individuo, lo marca por su propia

individualidad, lo une a su propia identidad, le impone una ley de 
verdad que él tiene que reconocer y al mismo tiempo otros deben 
reconocer en él. Es una forma de poder que construye sujetos 
individuales. Hay dos significados de la palabra sujeto; sujeto a 
otro por control y dependencia y sujeto como constreñido a su propia 
identidad, a la conciencia y a su propio autoconocimiento. Ambos 
significados sugieren una forma de poder que sojuzga y constituye al 
sujeto.

Generalmente puede decirse que hay tres tipos de luchas contra las 
formas de dominación (étnicas, sociales y religiosas); contra formas 
de explotación que separan a los individuos de aquello que ellos 
mismos producen; o contra aquello que ata al individuo a sí mismo y 
los subsume a otros de esta forma (luchas contra la sujeción, contra 
formas de subjetividad y sumisión).

Creo que en la historia, se pueden encontrar muchos ejemplos de estos 
tres tipos de luchas sociales, tanto separadas unas de otras como 
mezcladas entre sí. Pero incluso cuando aparecen mezcladas entre 
ellas, una prevalece. Por ejemplo, en las sociedades feudales, las 
luchas contra las formas de dominación étnicas y sociales fueron las 
prevalecientes, aún cuando la explotación económica pudo haber sido 
muy importante entre las causas de las revueltas.

En el siglo XIX, la lucha contra la explotación pasa al frente.

Hoy en día, la lucha contra las formas de sujeción, -contra la 
sumisión de la subjetividad- se está volviendo cada vez más 
importante, incluso cuando las luchas contra las formas de dominación 
y explotación no han desaparecido, más bien lo contrario.

Sospecho que esta no es la primera vez que nuestra sociedad ha sido 
confrontada a este tipo de luchas. Todos aquellos movimientos que 
tuvieron lugar en los siglos XV y XVI y que tuvieron en la Reforma su 
máxima expresión y resultado, deberían ser analizados como una gran 
crisis de la experiencia occidental de la subjetividad y una revuelta 
contra las formas de poder religioso y moral que dieron forma, 
durante la Edad Media, a esta subjetividad.

La necesidad de tomar parte directa en la vida espiritual, en el 
trabajo de la salvación, en la verdad que habita en el Libro -todo 
eso fue una lucha por una nueva subjetividad.

Conozco las objeciones que se pueden hacer. Podemos decir que todos 
los tipos de sujeción son fenómenos derivados, meras consecuencias de 
otros procesos económicos y sociales: fuerzas de producción, luchas 
de clases y estructura ideológica que determinan las formas de 
subjetividad.

Es cierto que los mecanismos de sujeción no pueden ser estudiados por 
fuera de su relación con los mecanismos de dominación y explotación. 
Pero ellos no constituyen lo "terminal" de muchos de los mecanismos 
fundamentales. Ellos conforman relaciones complejas y circulares con 
otras formas.

La razón por la cual este tipo de lucha tiende a prevalecer en 
nuestra sociedad es debido al hecho que desde el siglo XVI una nueva 
forma de poder político ha sido desarrollado de forma continua. Esta 
nueva estructura política, como todo el mundo sabe, es el Estado. La 
mayor parte del tiempo el Estado es percibido como un tipo de poder 
político que ignora a los individuos, que mira sólo los intereses de 
la totalidad, yo diría, de una clase o de un grupo de ciudadanos.

Eso es bastante cierto, pero me gustaría subrayar el hecho de que el 
poder estatal (y esta es una de las razones de su fortaleza) es una 
forma de poder, al mismo tiempo individualizante y totalizante. Creo 
que en la historia de las sociedades humanas, -incluso en la antigua 
sociedad china- nunca ha habido una combinación tan tramposa en la 
misma estructura política de las técnicas de individualización y de 
los procedimientos de totalización.

Esto es debido al hecho de que el Estado occidental moderno, ha 
integrado en una nueva forma política, una vieja técnica de poder, 
que tiene su origen en las instituciones cristianas. Podemos llamar a 
esta técnica de poder, poder pastoral.

En primera instancia, diré algunas palabras acerca del poder pastoral.

Se ha dicho que la cristiandad dio a luz un código de ética 
fundamentalmente diferente al del Mundo Antiguo. Menos énfasis se ha 
otorgado al hecho de que este código de ética propone y difunde 
nuevas relaciones de poder a través de todo el mundo antiguo.

El cristianismo es la única religión que se ha organizado a sí mismo 
como Iglesia, y como tal, postula en principio que ciertos individuos 
pueden, por su cualidad religiosa, servir a los otros, no como 
príncipes, magistrados, profetas, adivinadores, benefactores, 
educadores y demás, sino como pastores. De cualquier manera esta 
palabra designa una forma especial de poder.

1) Es una forma de poder que tiene como último objetivo la salvación 
individual en el otro mundo.

2) El poder pastoral no es meramente una forma de poder que guía, 
sino que debe ser preparado para sacrificarse a sí mismo por la vida 
y la salvación de la carne. Es más, este poder es diferente al poder 
real que demanda un sacrificio de sus sujetos para salvar el trono.

3) Es una forma de poder que no atiende solamente a la comunidad en 
su globalidad, sino a cada individuo en particular durante su vida 
entera.

4) Finalmente esta forma de poder no puede ser ejercida sin el 
conocimiento de las mentes humanas, sin explorar sus almas, sin 
hacerles revelar sus más íntimos secretos. Esto implica un 
conocimiento de la conciencia y la habilidad para dirigirla.

Esta forma de poder está orientada a la salvación (como opuesta al 
poder político). Esta es oblativa (opuesta al principio 
de "soberanía"), es individualizante (opuesta al poder legal); es 
coextensiva y continua a la vida, está ligada a la producción de 
verdad, la verdad del individuo en sí mismo.

Podría decirse que todo esto es parte de la historia; el poder 
pastoral, si no ha desaparecido al menos ha perdido gran parte de su 
eficiencia.

Esto es verdad, pero creo que podríamos distinguir dos aspectos del 
poder pastoral, el de la institucionalización eclesiástica, la cual 
ha desaparecido o al menos ha perdido su propia vitalidad a partir 
del siglo XVIII y el de su propia función, la cual se ha diseminado y 
multiplicado más allá de la institución eclesiástica.

Un fenómeno importante tuvo lugar alrededor del siglo XVIII- este fue 
una nueva distribución, una nueva organización de este tipo de poder 
individualizante.

No creo que podamos considerar al "Estado moderno" como una entidad 
desarrollada por encima de los individuos, ignorando lo que son e 
incluso su propia existencia, sino por el contrario; como una 
estructura muy sofisticada a la cual los individuos pueden ser 
integrados bajo una condición: que esa individualidad pude ser 
moldeada de otra forma y sometida a una serie de patrones muy 
específicos.

De cierto modo, podemos ver al Estado como a una moderna matriz de 
individualización, o una nueva forma de poder pastoral.

Diré algunas palabras sobre este nuevo poder pastoral.

1.- Podemos observar cambios en su objetivo. Dejó de ser una cuestión 
de guiar a la gente para su salvación en el más allá, para pasar a 
ser una cuestión de asegurar su salvación en este mundo. En este 
contexto entonces, la palabra salvación toma significados diferentes: 
salud, bienestar (riqueza suficiente, nivel de vida) seguridad y 
protección contra accidentes. Una serie de propósitos terrenales 
tomaron el lugar de los propósitos religiosos propios del poder 
pastoral tradicional, todavía más fácilmente porque este último, -por 
varias razones- había seguido de forma accesoria un cierto número de 
estos objetivos. Sólo tenemos que pensar en el rol que ha jugado la 
medicina y su función de bienestar asegurada por largo tiempo por las 
iglesias católica y protestante.

2.- Al mismo tiempo los oficiales del poder pastoral se 
multiplicaban. Alguna vez esta forma de poder fue ejercida por los 
aparatos del Estado, o por una institución pública cualquiera, como 
la policía. (No debemos olvidar que en el siglo XVIII la fuerza 
policial no fue inventada sólo para garantizar la ley y el orden, 
para asistir a los gobiernos en su lucha contra los enemigos, sino en 
todo caso para asegurar los recursos urbanos, la higiene, la salud y 
los niveles considerados necesarios para la artesanía y el comercio). 
En cierto momento, el poder fue ejercido por iniciativas privadas, 
sociedades de bienestar, benefactoras y filántropas. Incluso antiguas 
instituciones, como la familia, fueron movilizadas para llevar 
adelante funciones pastorales. También fue ejercido por estructuras 
complejas tales como la medicina, que incluye iniciativas privadas, 
tales como las ventas de servicios basadas en los principios de una 
economía de mercado; como instituciones públicas, tales como los 
hospitales.

3.- Finalmente, la multiplicación de los objetivos y agentes del 
poder pastoral focalizaba el desarrollo del conocimiento humano 
alrededor de dos roles: uno, globalizante y cualitativo, concerniente 
a la población; otro, analítico, concerniente al individuo.

Esto implica el tipo de poder pastoral, que durante siglos, más de un 
milenio, ha estado ligado a una institución religiosa definida, a 
menudo diseminada por todo el cuerpo social y que encontró apoyo en 
una multiplicidad de instituciones. En lugar del poder pastoral o el 
poder político, relativamente ligados el uno al otro, relativamente 
rivales, había una "táctica" individualizante que caracterizó a 
series de poder: aquellas de la familia, la medicina, la psiquiatría, 
la educación y el trabajo.

A fines del siglo XVIII Kant escribía en un periódico alemán -el 
Berliner Monatschrift- un texto breve. El título fue <<Was heisst 
Aufklärung?>>. Durante mucho tiempo, incluso hoy, este texto es 
considerado un trabajo de relativa poca importancia. Yo no puedo 
dejar de encontrar a este texto interesante y desestructurante, 
porque en este trabajo por primera vez un filósofo propone como tarea 
filosófica a investigar, no sólo al sistema metafísico o a los 
pilares del conocimiento científico, sino a un evento histórico, un 
evento reciente, incluso contemporáneo.

Cuando en 1784, Kant preguntaba <<Was heisst Aufklärung?>>, se estaba 
refiriendo a: ¿Qué está ocurriendo en este preciso momento?, ¿Qué nos 
está sucediendo? ¿Cuál es el mundo, el período, este preciso momento 
en el que estamos viviendo?

O en otras palabras: ¿Qué somos? ¿como Aufklärer, como parte del 
Iluminismo (Enlightment)?. Compararía esto con la pregunta 
cartesiana: ¿Quién soy?. ¿Yo, como único pero universal y ahistórico 
sujeto?, Yo, para Descartes ¿es cada uno de nosotros, en cualquier 
sitio y en cualquier momento?.

Pero Kant pregunta algo más: ¿Qué somos nosotros? en un momento muy 
preciso de la historia. La pregunta kantiana aparece como un análisis 
en dos sentidos, del nosotros y de nuestro presente.

Creo que este aspecto de la filosofía fue tomando cada vez más 
importancia. Hegel, Nietzsche...

El otro aspecto de la "filosofía universal" no desapareció, pero la 
tarea de una filosofía como análisis crítico de nuestro mundo es algo 
cada vez más importante. Es probable, que el más certero problema 
filosófico sea el problema del presente y lo que nosotros somos, en 
este preciso momento.

Es probable que hoy en día el objetivo más importante no sea 
descubrir qué somos sino rehusarnos a lo que somos. Debemos 
imaginarnos y construir lo que podríamos ser para librarnos de este 
tipo de doble vínculo político (double bind), que es la simultánea 
individualización y totalización de las modernas estructuras de poder.

La conclusión podría ser que el problema político, ético, social y 
filosófico de nuestros días no es tratar de liberar al individuo del 
Estado y de las instituciones del Estado sino liberarnos de ambas, 
del Estado y del tipo de individualización que está ligada a éste. 
Debemos promover nuevas formas de subjetividad a través del rechazo 
de este tipo de individualidad que nos ha sido impuesta durante 
siglos.

¿Como es ejercido el poder?

Para algunos, preguntar sobre el "cómo" del poder nos limitaría a 
describir sus efectos sin siquiera relacionar estos efectos tanto a 
sus causas como a su naturaleza básica. Haría del poder una sustancia 
misteriosa sobre la cual ellos deberían dudar en preguntar, 
seguramente porque preferirían no traerla a consideración. Proceder 
de esta forma, la cual nunca está explícitamente justificada, parece 
suponer la presencia de una forma de fatalismo. ¿Pero acaso su 
descreimiento no está indicando la presuposición de que el poder es 
algo que existe con tres cualidades distintivas: su origen, su 
naturaleza básica y sus manifestaciones?.

Si un tiempo a esta parte he otorgado una cierta posición 
privilegiada a la cuestión del "cómo" no es porque haya decidido 
eliminar las cuestiones referidas al "que" y al "por qué". En todo 
caso pretendo presentar estas cuestiones de forma diferente, mejor 
aún, saber si es legítimo imaginar un poder que unifique en él, un 
qué, un por qué y un cómo. Para decirlo de forma sencilla, diría que 
plantear el análisis del "cómo" es sugerir que este poder como tal no 
existe. Al menos es preguntarse a uno mismo que contenido tiene en 
mente cuando usa ese término abarcador y reificante, es sospechar que 
una configuración extremadamente compleja de realidades se diluye 
cuando caemos reiteradamente en una doble cuestión: ¿Qué es el poder? 
y ¿De dónde viene el poder?. Por otra parte, la simple interrogante, 
¿Qué sucede? aunque llana y empírica, una vez planteada evita la 
acusación de ser una metafísica u ontología fraudulenta del poder; 
por lo tanto es plantear el "Cómo", no en el sentido de "Cómo se 
manifiesta, sino de por qué medios es ejercido?" y "¿Qué sucede 
cuando los individuos ejercen (como ellos dicen) el poder sobre 
otros?".

En lo que concierne a este poder, en primera instancia es necesario 
distinguir aquel que se ejerce sobre las cosas y da a su vez la 
habilidad de modificar, usar, consumir y destruirlas -un poder que 
procede de aptitudes directamente inherentes al cuerpo o "apoyadas" 
en instrumentos externos. Diría que aquí hay una cuestión 
de "capacidad" . Por otro lado lo que caracteriza al poder que 
estamos analizando es que este pone en juego las relaciones entre los 
individuos (o entre grupos). Para no engañarnos a nosotros mismos, si 
hablamos de las estructuras o los mecanismos del poder, es sólo en 
tanto suponemos que ciertas personas ejercen el poder sobre otros. El 
término "poder" designa los relacionamientos entre "compañeros" (y 
con esto no estoy pensando en juego de suma-cero, sino simplemente y 
por el momento permaneciendo en términos generales, en un entramado 
de acciones que inducen a otras acciones y que se concatenan entre 
sí).

Es también necesario distinguir las relaciones de poder de los 
relacionamientos comunicacionales que transmiten información por 
medio del lenguaje de un sistema de signos o cualquier otro sistema 
simbólico. Sin duda, comunicar es siempre una cierta forma de actuar 
sobre otra persona o personas. Pero la producción y circulación de 
los elementos de significado pueden tener como objetivo o como su 
consecuencia ciertos resultados en el "reino" terreno del poder, los 
últimos no son simplemente un aspecto de los primeros. Más allá de 
que pasen o no a través de sistemas de comunicación, las relaciones 
de poder tienen una naturaleza específica. Las relaciones de poder, 
los relacionamientos de comunicación y las capacidades objetivas no 
deberían ser confundidas. Esto no equivale a decir que existen tres 
dominios separados: por un lado un campo de cosas, de técnicas 
perfeccionadas, de trabajo y transformación de lo real; por otro lado 
uno de los signos, de la comunicación, de la reciprocidad, de la 
producción del significado; y finalmente un campo de la dominación, 
de los medios de sujeción, de la desigualdad y la acción de los 
hombres sobre otros hombres . Es más bien en todo caso, una cuestión 
de tres tipos de relacionamientos, los cuales de hecho, siempre se 
superponen uno sobre otro, se mantienen recíprocamente y se usan 
mutuamente como medios para un fin. La aplicación de capacidades 
objetivas en sus formas más elementales, implica relacionamientos de 
comunicación (tanto en forma de información previamente adquirida 
como de trabajo compartido), está también unida a las relaciones de 
poder (tanto si consisten en tareas obligatorias, de gestos impuestos 
por la tradición o el aprendizaje, como de subdivisiones y de una 
distribución más o menos obligatoria del trabajo). Los 
relacionamientos de comunicación implican actividades teleológicas 
(incluso en la correcta puesta en funcionamiento de los elementos de 
significado) y por efecto de la modificación del campo de la 
información entre "jugadores" producen efectos de poder. Difícilmente 
puedan ser disociados de las actividades teleológicas, las cuales 
también permiten el ejercicio de ese poder (tales como técnicas de 
entrenamiento, procesos de dominación; aquellos medios por los cuales 
se consigue obediencia) y que con el propósito de desarrollar su 
potencial sugieren las relaciones de poder (la división del trabajo y 
la jerarquía de tareas).

Es evidente que la coordinación entre estos tres tipos de 
relacionamientos no es ni uniforme ni constante. En una sociedad dada 
no hay un tipo general de equilibrio entre las actividades 
teleológicas, los sistemas de comunicación y las relaciones de poder. 
En todo caso existen diversas formas, diversos lugares, diversas 
circunstancias u ocasiones en las que estos relacionamientos se 
establecen a sí mismos de acuerdo a un modelo específico. Pero 
también existen espacios en los cuales el ajuste de las habilidades, 
los recursos de comunicación y las relaciones de poder constituyen 
sistemas regulados y concertados. Tomemos como ejemplo una 
institución educativa, la disposición de su espacio, las regulaciones 
meticulosas que gobiernan su vida interna, las diferentes actividades 
que se organizadan ahí, las diversas personas que viven o se 
encuentran, cada una con su función, su carácter bien definido -todas 
esas cosas constituyen un entramado de capacidad-comunicación-poder. 
La actividad que garantiza el aprendizaje y la adquisición de 
actitudes o tipos de comportamientos, es desarrollada allí por medio 
de series de comunicaciones reguladas (lecciones, preguntas y 
respuestas, órdenes, exhortaciones, signos codificados de obediencia, 
calificaciones diferenciales del "valor" de cada persona y los 
niveles de conocimiento y por medio de series completas de procesos 
de poder, encierro, vigilancia, recompensa y castigo, las jerarquías 
piramidales).

Estos entramados que constituyen la puesta en marcha de las 
capacidades técnicas, el juego de las comunicaciones y las relaciones 
de poder, que están ajustados acorde a fórmulas establecidas, 
constituyen lo que uno podría llamar, -ampliando un poco el sentido 
de la palabra- disciplinas. El análisis empírico de como se han 
constituido históricamente ciertas disciplinas, presenta un cierto 
interés, debido a que estas muestran, primero de acuerdo a sistemas 
artificialmente claros y decantados, la forma en que los sistemas de 
finalidad objetiva (o teleológicos), los sistemas de comunicación y 
de poder pueden ser ensamblados. Estos sistemas también exhiben 
diferentes modos de articulación, algunas veces dando preeminencia a 
las relaciones de poder y obediencia (como en aquellas disciplinas de 
tipo monástico y penitencial), algunas otras, a las actividades 
teleológicas (como en las disciplinas de los lugares de trabajo u 
hospitales) y otras veces a los relacionamientos de comunicación 
(como en las disciplinas de aprendizaje), algunas también a la 
saturación de los tres tipos de relacionamientos (como puede ser en 
la disciplina militar, donde una plétora de signos, indica rigurosas 
relaciones de poder, calculadas con vistas a producir un cierto 
número de efectos técnicos).

Aquello que debe ser entendido por disciplinamiento de las sociedades 
europeas desde el siglo XVIII, no es por supuesto que los individuos 
que forman parte de ellas se hayan vuelto cada vez más obedientes, o 
que ellos comenzaran a juntarse en barracas, escuelas o prisiones; 
sino que un incontrolado proceso de ajuste crecientemente mejorado ha 
sido buscado -cada vez más racional y económico- entre las 
actividades productivas, los recursos de comunicación y el papel de 
las relaciones de poder.

Para aproximarnos al tema del poder a través de un análisis 
del "cómo", debemos presentar algunas críticas en relación a la 
suposición de un poder fundamental. Eso es darse a sí mismo como el 
objeto de análisis de las relaciones de poder y no el poder en sí 
mismo -las relaciones de poder que son distintas de las habilidades 
objetivas, así como de las relaciones de comunicación. Que es tanto 
como decir que las relaciones de poder deben ser tomadas en la 
diversidad de su secuencia lógica, sus habilidades y sus 
interrelaciones.

¿Cuál es la naturaleza específica del poder?

El ejercicio del poder no es simplemente el relacionamiento 
entre "jugadores" individuales o colectivos, es un modo en que 
ciertas acciones modifican otras. Lo que por supuesto significa, que 
algo llamado Poder, con o sin mayúsculas, considerado que existe 
universalmente de forma concentrada o difusa, no existe.

El Poder existe solamente cuando es puesto en acción, incluso si él 
está integrado a un campo disperso de posibilidades relacionadas a 
estructuras permanentes. Esto también significa que el poder no es 
una función de consentimiento. En sí mismo no es una renuncia a la 
libertad, una transferencia de derechos, el poder de cada uno y de 
todos delegado a unos pocos (que no preveen la posibilidad de que el 
consentimiento pueda ser una condición para la existencia o 
mantenimiento del poder); el relacionamiento de poder puede ser el 
resultado de un consentimiento más importante o permanente, pero no 
es por naturaleza la manifestación de un consenso.

¿Quiere decir esto que uno debe indagar el carácter propio de las 
relaciones de poder en la violencia que debe haber existido en su 
forma primitiva, su secreto permanente y su último recurso, el cual 
en el análisis final aparece como su naturaleza real, en cuanto es 
forzado a dejar a un lado su máscara y a mostrarse a sí mismo tal 
cual es?. En efecto, lo que define una relación de poder es que este 
es un modo de acción que no opera directa o inmediatamente sobre los 
otros. En cambio el poder actúa sobre las acciones de los otros: una 
acción sobre otra acción, en aquellas acciones existentes o en 
aquellas que pueden generarse en el presente o en el futuro. Una 
relación de violencia actúa sobre un cuerpo o cosas, ella fuerza, 
doblega, destruye, o cierra la puerta a todas las posibilidades. Su 
polo opuesto sólo puede ser la pasividad, y si ella se encuentra con 
cualquier resistencia no tiene otra opción que tratar de minimizarla. 
Por otro lado, una relación de poder sólo puede ser articulada en 
base a dos elementos, cada uno de ellos indispensable si es realmente 
una relación de poder: "el otro" (aquel sobre el cual es ejercido el 
poder) ampliamente reconocido y mantenido hasta el final como la 
persona que actúa; y un campo entero de respuestas, reacciones, 
resultados y posibles invenciones que pueden abrirse, el cuál está 
enfrentando a una relación de poder.

Obviamente la puesta en escena de las relaciones de poder no excluye 
el uso de la violencia como tampoco la obtención del consentimiento, 
no hay duda que el ejercicio del poder no puede existir sin el uno u 
el otro, sino a menudo con la presencia de ambos. Pero a pesar de que 
el consenso y la violencia son los instrumentos o los resultados, 
ellos no constituyen el principio o la naturaleza básica del poder. 
El ejercicio del poder puede producir tanta aceptación al punto de 
ser deseado: puede acumular muerte y cubrirse a sí mismo detrás de 
cualquier amenaza imaginable. En sí mismo el ejercicio del poder no 
es violencia, tampoco es consentimiento, que implícitamente es 
renovable. Es una estructura total de acciones traídas para alimentar 
posibles acciones; el incita, induce, seduce, hace más fácil o más 
difícil, en el extremo, el constriñe o prohibe absolutamente; es a 
pesar de todo siempre, una forma de actuar sobre un sujeto o sujetos 
actuantes en virtud de sus actuaciones o de su capacidad de 
actuación. Un conjunto de acciones sobre otras acciones.

Seguramente la naturaleza equívoca del término conducta es una de las 
mejores ayudas para arribar a términos especifícos de las relaciones 
de poder. "Conducir" es al mismo tiempo "liderar" a otros (acorde a 
los mecanismos de coerción, los cuales son -en diferentes grados- 
estrictos) y un modo de comportarse con un campo más o menos abierto 
de posibilidades . El ejercicio del poder consiste en guiar la 
posibilidad de conducta y poner en orden sus efectos posibles. 
Básicamente el poder es más una cuestión de gobierno que una 
confrontación entre dos adversarios o la unión de uno a otro.

La palabra "Gobierno" debería considerarse en su más amplio 
significado, el que tuvo en el siglo XVI, la cuál no hacía referencia 
sólo a las estructuras políticas o a la dirección de los estados, 
sino que designaba la forma en que la conducta de los individuos o de 
los grupos debería ser dirigida: el gobierno de los niños, de las 
almas, de las comunidades, familias, de la enfermedad. "Gobernar" no 
sólo cubre las formas legítimamente constituidas de sujeción política 
o económica, sino también modalidades de acción más o menos 
consideradas y calculadas, orientadas a actuar sobre las 
posibilidades de acción de los otros. Gobernar, en este sentido, es 
estructurar el posible campo de acción de los otros. El efecto de 
relacionamiento propio del poder no se encontraría en todo caso en el 
campo de la violencia o de la lucha, tampoco en el campo de la unión 
voluntaria (todas las cuales son, en el mejor de los casos, 
instrumentos del poder) sino en el área de modos de acción singulares 
que son el gobierno; modos de acción que no son necesariamente ni 
jurídicos ni de guerra.

Cuando se define el ejercicio del poder como un modo de acción sobre 
las acciones de los otros, cuando se caracteriza esas acciones como 
el gobierno de los hombres por otros hombres, -en el sentido más 
amplio del término- se incluye un elemento muy importante: la 
libertad. El poder sólo se ejerce sobre sujetos libres, y sólo en 
tanto ellos sean libres. Por esto entendemos sujetos individuales o 
colectivos que están enfrentados a un campo de posibilidades en el 
cual diversas formas de comportarse, diversas reacciones y 
comportamientos pueden ser realizados. Cuando los factores 
determinantes saturan la totalidad, no hay relacionamientos de poder, 
la esclavitud no es una relación de poder en tanto los hombres están 
encadenados. (En este caso se trata de una cuestión de relaciones de 
constreñimiento físico). Consecuentemente no existe la confrontación 
cara a cara entre el poder y la libertad, los cuales se excluyen 
mutuamente (la libertad desaparece en todo lugar donde es ejercido el 
poder), sino un juego mucho más complicado. En este juego la libertad 
bien puede aparecer como la condición para ejercer el poder (al mismo 
tiempo que es su precondición, ya que la libertad debe existir para 
que el poder pueda ser ejercido, y a la vez ser su apoyo permanente, 
ya que sin la posibilidad de resistencia, el poder podría ser 
equivalente a la imposición física).

No puede entonces separarse el relacionamiento entre el poder y el 
rechazo de la libertad a someterse. El problema crucial del poder no 
es aquel de la servidumbre voluntaria. (¿Cómo podríamos desear ser 
esclavos?). En el corazón mismo de las relaciones de poder y 
constantemente provocándolas, están la resistencia de la voluntad y 
la intransigencia de la libertad. En vez de hablar de una libertad 
esencial, sería mejor hablar de un "agonismo" , de una relación que 
es al mismo tiempo recíprocamente incitación y lucha, es una 
provocación permanente, en vez de una confrontación cara a cara que 
paraliza a ambas partes.

¿Como se pueden analizar las relaciones de poder?

Se puede analizar tales relaciones de poder e incluso diría que es 
perfectamente legítimo hacerlo, focalizando cuidadosamente 
determinadas instituciones. Estas últimas constituyen un punto de 
observación privilegiado, diversificado, concentrado, puesto en orden 
y llevado al punto más alto de su eficacia. Es aquí que, -como una 
primera aproximación- uno puede esperar ver la apariencia de sus 
formas y la lógica de sus mecanismos elementales. De todas maneras, 
el análisis de las relaciones de poder circunscriptas a ciertas 
instituciones, presenta un cierto número de problemas. En primer 
lugar, el hecho de que una parte importante de los mecanismos puestos 
en funcionamiento por una institución sean designados para preservar 
su propia conservación, traen consigo el riesgo de funciones 
descifrantes que son esencialmente reproductivas, especialmente en 
relaciones de poder entre instituciones. Segundo, en el análisis de 
las relaciones de poder desde el punto de vista de las instituciones 
le permite a uno abrir la explicación y el origen del primero en el 
último, lo que es decir, explicar el poder por el poder. Finalmente, 
en tanto las instituciones actúan esencialmente trayendo a la acción 
dos elementos: regulaciones explícitas o tácitas y un aparato 
institucional, se corre el riesgo de dar a uno u otro un privilegio 
exagerado en las relaciones de poder y por lo tanto ver en el último 
sólo modulaciones de la ley y la coerción.

Esto no niega la importancia de las instituciones en la constitución 
de las relaciones de poder. Por el contrario, yo sugeriría que se 
debe analizar las instituciones a partir de las relaciones de poder y 
no a la inversa y por tanto el punto fundamental de anclaje de las 
relaciones -incluso si ellas están corporizadas y cristalizadas en 
una institución-, debe ser encontrado fuera de una institución.

Volvamos a la definición del ejercicio del poder como el modo en que 
ciertas acciones pueden estructurar el campo de otras acciones 
posibles. Lo que sería propio de una relación de poder es que esta es 
ser un modo de acción sobre otras acciones. Esto es decir, que las 
relaciones de poder están profundamente enraizadas en el nexo social, 
no reconstituido "sobre" la sociedad como una estructura 
suplementaria de la que podamos imaginar su desaparición radical. En 
todo caso, vivir en sociedad es vivir de tal modo que la acción sobre 
las acciones de los otros sea posible -y de hecho así sucede. Una 
sociedad sin relaciones de poder sólo puede ser una abstracción. Por 
lo cual cada vez es más políticamente necesario el análisis de las 
relaciones de poder en una sociedad dada, sus formaciones históricas, 
sus fuentes de fortaleza o fragilidad, las condiciones necesarias 
para transformar algunas o abolir otras. Decir que no puede existir 
una sociedad sin relaciones de poder, no es decir que aquellas que 
están establecidas son necesarias o en todo caso, que el poder 
constituye una fatalidad en el corazón de las sociedades, tal que 
este no pueda ser minado. En cambio, yo diría que el análisis, 
elaboración y puesta en cuestión de las relaciones de poder y el 
agonismo entre las relaciones de poder y la intransitividad de la 
libertad es un tarea política permanente inherente a toda existencia 
social.

Concretamente el análisis de las relaciones de poder exige establecer 
un cierto número de puntos:

1.- El sistema de las diferenciaciones, que permite actuar sobre las 
acciones de los otros: diferenciaciones determinadas por la ley o por 
las tradiciones de status y privilegio, diferencias económicas en la 
apropiación de riquezas y mercancías, diferencias en los procesos de 
producción, diferencias culturales y lingüísticas, diferencias en el 
saber hacer (know how) y la competencia y así sucesivamente. Cada 
relacionamiento de poder pone en funcionamiento diferenciaciones que 
son al mismo tiempo sus condiciones y sus resultados.

2.- Los tipos de objetivos impulsados por aquellos que actúan sobre 
las acciones de los demás: el mantenimiento de los privilegios, la 
acumulación de beneficios, l puesta en funcionamiento de la autoridad 
estatutaria, el ejercicio de una función o de un comercio.

3.- Los medios de hacer existir las relaciones de poder: acorde a 
como sea ejercido el poder, por la amenaza de las armas, por los 
efectos de la palabra, por medio de las disparidades económicas, por 
medios más o menos complejos de control, por sistemas de vigilancia, -
con o sin archivos- de acuerdo a reglas explícitas o no, fijas o 
modificables, con o sin los medios tecnológicos para poner todas 
estas cosas en acción.

4.- Formas de institucionalización: estas pueden combinar 
predisposiciones tradicionales, estructuras legales, fenómenos 
relacionados a la costumbre o a la moda (tales como los que se ve en 
instituciones como la familia), ellas también pueden tomar la forma 
de un aparato cerrado en sí mismo, con su loci específico, sus 
propias estructuras jerárquicas cuidadosamente definidas, una 
autonomía relativa en su funcionamiento )tales como las instituciones 
de enseñanza o militares), también pueden formar complejos sistemas 
provistos de múltiples aparatos, como en el caso del Estado, cuya 
función es poner todo bajo su égida, la existencia de una vigilancia 
general, el principio de regulación y en cierta medida también la 
distribución de todas las relaciones de poder en un entramado social 
dado.

5.- Los grados de racionalización: la puesta en juego de las 
relaciones de poder como acciones en un campo de posibilidades puede 
ser más o menos elaborada en relación a la efectividad de los 
instrumentos y la certeza de los resultados (mayores o menores 
refinamientos tecnológicos empleados en el ejercicio del poder) o 
incluso en proporción al posible costo (sea este el costo económico 
de los medios puestos en funcionamiento, o el costo en términos de la 
reacción constituida por la resistencia que se encuentra). El 
ejercicio del poder no es un hecho desnudo, un derecho institucional 
o una estructura que se mantiene o se destruye: es elaborado, 
transformado, organizado, se asume con procesos que están más o menos 
ajustados a una situación.

Se ve por qué el análisis de las relaciones de poder dentro de una 
sociedad no puede ser reducido al estudio de una serie de 
instituciones, ni siquiera al estudio de aquellas instituciones que 
podrían merecer el nombre de "políticas". Las relaciones de poder 
están enraizadas en el sistema de las redes sociales. Sin embargo, 
esto no es decir que existe un principio de poder primario y 
fundamental que domina a la sociedad hasta en su último detalle; 
tomando como punto de partida la posibilidad de la acción sobre la 
acción de los otros (la cual es coextensiva a cada relacionamiento 
social) uno puede definir distintas formas de poder, múltiples formas 
de disparidad individual, de objetivos, de la aplicación de poder 
dada sobre nosotros mismos u otros, de institucionalización parcial o 
universal, o de una organización más o menos deliberada. Las formas y 
las situaciones específicas de gobierno de los hombres por otros en 
una sociedad dada, son múltiples: ellas están superimpuestas, se 
cruzan, imponen sus propios límites, algunas veces se cancelan entre 
ellas, otras veces se refuerzan entre sí. Es cierto, que en las 
sociedades contemporáneas, el Estado no es simplemente una de las 
formas o situación específica del ejercicio del poder -incluso aunque 
este es una de las formas más importantes- , en un cierto sentido 
todas las demás formas de relaciones de poder deben referirse a él. 
Esto no es porque las demás deriven de él, sino porque las demás 
relaciones de poder han quedado cada vez más, bajo su control (a 
pesar de que el control estatal no ha tomado la misma forma en los 
sistemas pedagógico, judicial, económico o familiar). Refiriéndonos 
aquí al sentido restrictivo de la palabra gobierno, uno podría decir 
que las relaciones de poder han sido progresivamente 
gubernamentalizadas, es decir, elaboradas, racionalizadas, y 
centralizadas en la forma de -o bajo los auspicios de- instituciones 
del Estado.

Relaciones de poder y relaciones de estrategia

La palabra estrategia se usa corrientemente en tres formas. Primero, 
para designar los medios empleados en la consecucion de un cierto 
fin, es por lo tanto una cuestión de racionalidad orientada a un 
objetivo. Segundo, para designar la manera en la cual una persona 
actúa en un cierto juego de acuerdo a lo que ella piensa quse sería 
la acción de los demás y lo que considera que los demás piensan que 
sería su acción, esta es la forma en que uno busca tener ventajas 
sobre los otros. Tercero, para designar los procedimientos usados en 
una situación de confrontación con el fin de privar al oponente de 
sus medios de lucha y obligarlo a abandonar el combate; es una 
cuestión entonces de los medios destinados a obtener una victoria. 
Estos tres significados van juntos en situaciones de confrontación -
guerra o juego- donde el objetivo es actuar sobre el adversario de 
tal forma de volver la batalla imposible para el otro. Por tanto, la 
estrategia se define por la elección de soluciones ganadoras. Pero 
debe tenerse en cuenta de que es un tipo de situación muy especial y 
que hay otras situaciones en las cuales es preciso mantener las 
distinciones entre los diferentes sentidos de la palabra estrategia.

Referido al primer sentido, he indicado que uno puede llamar 
estrategia de poder a la totalidad de los medios puestos en 
funcionamiento para implementar o mantener el poder de forma 
efectiva. Se puede también hablar de estrategias propias de poder en 
tanto constituyen modelos de acción sobre posibles acciones, las 
acciones de los otros. Se podría entonces, interpretar los mecanismos 
usados en las relaciones de poder en términos de estrategias. Pero 
obviamente, es más importante la conjunción entre las relaciones de 
poder y las estrategias de confrontación. Por lo que, si es verdad 
que en el corazón de las relaciones de poder y como una condición 
permanente de su existencia hay una insubordinación y una cierta 
obstinación esencial de parte de los principios de la libertad, no 
hay entonces relación de poder sin los medios de escapatoria o fuga 
posibles. Cada relación de poder, implica en última instancia, en 
potencia, una estrategia de lucha, en las cuales las fuerzas no están 
superimpuestas, no pierden su naturaleza específica, no se vuelven 
confusas. Cada una constituye para la otra un tipo de límite 
permanente, un punto de posible revés. Una relación de confrontación 
alcanza su término, su momento final (y la victoria de uno de los dos 
adversarios) cuando mecanismos estables reemplazan el libre juego de 
reacciones antagónicas.

A través de tales mecanismos uno puede dirigir, de forma justa y 
constante y con una certeza razonable, la conducta de los otros. Para 
una relación de confrontación, desde el momento de que no es una 
lucha a muerte, la fijación de una relación de poder se vuelve un 
objetivo, al mismo tiempo que su cumplimiento y su suspensión. Como 
contrapartida, la estrategia de lucha, también constituye una 
frontera para las relaciones de poder, la línea en la cual, en vez de 
manipular e inducir acciones de forma calculada, se debe estar 
satisfecho con la reacción a ellas luego de un evento. No sería 
posible para las relaciones de poder existir sin las puntos de 
insubordinación, que por definición, son medios de escapatoria. Cada 
intensificación, cada extensión de las relaciones de poder para hacer 
someter al insubordinado puede sólo resultar en los límites del 
poder. El alcanza su término final tanto en el tipo de acción que 
reduce al otro a la impotencia total (en este caso la victoria sobre 
el adversario reemplaza al ejercicio del poder) como en la 
confrontación con aquellos que no gobierna y su transformación en 
adversarios. Esto equivale a decir que cada estrategia de 
confrontación sueña con transformarse en una relación de poder y que 
cada relación de poder se vuelca hacia la idea de que, si sigue su 
propia línea de desarrollo y encuentra la confrontación directa, 
puede transformarse en una estrategia ganadora.

En efecto, entre una relación de poder y una estrategia de lucha hay 
una atracción recíproca, una unión perpetua y un perpetuo revés. En 
cada momento una relación de poder puede transformarse en una 
confrontación entre adversarios. Igualmente, la relación entre 
adversarios en una sociedad puede, en cada momento, dar lugar a la 
puesta en funcionamiento de mecanismos de poder. La consecuencia de 
esta inestabilidad es la capacidad de descifrar los mismos eventos y 
las mismas transformaciones tanto desde el interior de la historia de 
las luchas o desde el punto de partida de las relaciones de poder. 
Las interpretaciones que resultan no consistirán de los mismos 
elementos de significado, o de las mismas uniones o de los mismos 
tipos de inteligibilidad a pesar de que se refieran a las misma 
fábrica histórica y cada uno de los análisis debe referirse al otro. 
De hecho, son precisamente, las disparidades entre las dos lecturas 
las que hacen visibles a aquellos fenómenos fundamentales 
de "dominación" que están presentes en un gran número de sociedades.

La dominación es de hecho una estructura general de poder de la cual 
sus ramificaciones y consecuencias pueden, a veces, aparecer 
descendiendo a las más "incalcitrantes" fibras de la sociedad. Pero 
al mismo tiempo, es una situación estratégica más o menos apropiada 
de hecho y consolidada por medios de una confrontación a largo plazo 
entre adversarios. Ciertamente puede ocurrir que el hecho de la 
dominación pueda ser sólo la transcripción de mecanismos de poder 
resultantes de la confrontación y sus consecuencias (una estructura 
política resultante de la invasión), puede ser también que una 
relación de lucha entre dos adversarios sea el resultados de 
relaciones de poder con los conflictos y clivajes que implica. Pero 
lo que constituye a la dominación de un grupo, una casta, o una 
clase, junto a la resistencia y revueltas que esta dominación 
encuentra, un fenómeno central de la historia de las sociedades, es 
que el entrecruzamiento entre las relaciones de poder con relaciones 
de estrategias y los resultados procedentes de su interacción se 
manifiestan en una forma masiva y universalizada.

 

 

Nota de los traductores

Al momento de su muerte Michel Foucault era uno de los pensadores más 
relevantes de Francia; ocupaba la cátedra de "Historia de los 
sistemas de pensamientos" en una de las más prestigiosas 
instituciones intelectuales de ese país el "Collège de France". En Le 
dictionnaire des philosophes , publicado el mismo año de su muerte, 
se encuentra una caracterización de él por parte de Maurice Florence 
(pseudónimo de Foucault): "Sin duda todavía es demasiado pronto para 
apreciar la ruptura introducida por M.F., profesor en el Collège de 
France (cátedra de historia de los sistemas de pensamiento) desde 
1970, en un paisaje filosófico dominado hasta entonces por Sartre, y 
lo que éste designaba como la filosofía insuperable de nuestro 
tiempo: el marxismo. De entrada, desde Histoire de la Folie (1961), 
M.F. está en otra parte. Ya no se trata de fundar la filosofía sobre 
un nuevo cógito, ni de desarrollar los sistemas de las cosas ocultas 
hasta entonces a los ojos del mundo, sino más bien interrogar este 
gesto enigmático, quizá característico de las sociedades 
occidentales, por medio del cual se ven constituidos unos discursos 
verdaderos (y, por tanto, también la filosofía) con el poder que se 
les conoce".

Michel Foucault como bien decía Deleuze era un pensador sísmico, que 
incesantemente está quebrando los planos de su discurso introduciendo 
nuevas líneas que reconfiguran su trabajo. No está demás decir que el 
mismo era consciente de tales prácticas y ya en la magistral 
conclusión de la Arqueología del saber se defendía a la 
pregunta "¿desde donde habla usted?".

Foucault, en uno de sus últimos escritos, retomando la pregunta de 
Kant ¿qué somos nosotros?, en este preciso momento, abre a la 
Ilustración, a una ontología de la actualidad. Y la actualidad es lo 
que devenimos acotará Deleuze, esas diferencias que se marcan en el 
ahora abriéndonos a un futuro. Es en esas diferencias (diferendos), 
donde debe ubicarse un pensamiento que pretenda incidir en lo que 
somos-devenimos, y es ahí donde Foucault trata de situarse esa pura 
distancia que se encuentra entre las fuerzas que luchan y que 
constituyen las coyunturas que atraviesan el cuerpo social.

El presente trabajo de Foucault que ha sido traducido del inglés, 
constituía el epílogo a la segunda edición del libro de Hubert L. 
Dreyfus y Paul Rabinow: Michel Foucault: beyond structuralism and 
hermeneutics (Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la 
hermeneútica) públicado por la Chicago University Press, 1983. Todo 
lector más o menos familiarizado con Foucault, encontrará en este 
artículo una serie de precisiones y reformulaciones extremadamente 
interesantes, que replantean nuevamente su trabajo, abriendo nuevos 
horizontes.

Last but not least (por último pero no menos importante), como en 
todos estas ocasiones se nos viene a la mente aquél juego de 
palabras "traductor, traidor". Si leer es comprender y comprender es 
traducir, diríamos que en este acto de lectura que conforma una 
traducción es donde se hacen más salientes los riesgos que el acto de 
leer implica. Pero por otra parte también nos lleva a replantear la 
aceptación acrítica de las traducciones, siempre y cuando se esté 
armado para tales menesteres.

Santiago Carassale
Angélica Vitale
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