Capítulo X

No es éste ni el lugar ni el momento, es demasiado tarde, para despertar
guerras de etimología o - lo que sería frecuentemente mi tentación - todos
los fantasmas que se agitan entre las bambalinas de ese "teatro alquímico",
como diría Artaud. Y uno de los fantasmas más obsesionantes entre los
filósofos de esta alquimia podría ser una vez más Hegel, quien, como traté
de demostrarlo en otra parte *, situaba el pasaje de la filosofía de la
naturaleza a la filosofía del espíritu en esa combustión desde la que el
Geist - el gas -, cual sublime emanación de una fermentación, se levanta o
se vuelve a levantar por encima de los muertos en descomposición para
interiorizarse en la Aufhebung.
Dejemos, entonces, la etimología y los fantasmas - mas ¿no es acaso la
misma cosa? - y atengámonos provisoriamente a la lógica interna de ese
discurso; o, de modo más preciso, a la manera en que se constituye esta
interioridad o mas bien - o, mejor, esa interiorización familiar - esa
domesticación en un lugar en que el pensar del espíritu parece el más
idiomático, cuando la llama del Geist abrasa, para lo mejor o para lo peor,
sólo en el hogar de una sola lengua. 2 Algo de esto he dicho hace un
momento, al subrayar la doble disimetría que determinaba la dupla
griego-alemán. ¿Qué es lo que llega a precisarse en relacion a ello? Nos
encontramos en apariencia frente a un triángulo de lenguas, el griego
(pneuma), el latín (spiritus), el alemán (Geist). Heidegger no descalifica
la inmensa semántica del soplo, de la respiración o la inspiración,
expresada en el griego o el latín. Dice solamente que son menos originarias
** . Pero ese suplemento de originareidad que asigna al alemán sólo tiene
sentido y puede ser declarado al interior de un triángulo o de una tríada
linguístico historial. Y eso solamente si se otorga crédito a algo así como
a una historia del sentido de la "cosa" pneuma-spiritus-Geist; la que al
mismo tiempo es europea y conduce, a través del Geist interpretado de ese
modo, más allá o más acá de la representación habitual.de la Europa
Occidental.
¿Qué hubiese respondido Heidegger a quien le reprochara por no preocuparse
de otras lenguas?. Antes que nada, quizá lo siguiente: el que piensa en su
lengua - y no se piensa fuera de una lengua - se mantiene en ese triángulo
intra-traduccional. El Geist poseería un sentido más originario que pneuma
y spiritus,, pero se habría mantenido historialmente en una relación de
traducción tal como para que el pensador alemán habite este espacio y
solamente en ese lugar triangular fuera del cual puede encontrarse,
ciertamente, toda suerte de significaciones, por lo menos de igual
importancia y que aluden por ellas mismas a analogías tentadoras, pero en
las que la traducción por pneuma, spiritus o Geist testimoniarían de una
ligereza abusiva y violenta, después de todo, para las lenguas así
asimiladas.
Yo no discutiría la fuerte "lógica" de esa respuesta si el triángulo
historial pudiera legítimamente cerrarse así. Ahora bien, éste no se
cierra, al parecer, sino en virtud de una brutal forclusión. "Forclusión"
figura aquí como una palabra recibida en diferentes códigos (jurídico o
psicoanalítico) para decir, demasiado rápido y con demasiada firmeza, algo
sobre ese evitamiento que tratamos prudentemente de pensar en este lugar.
Esa "forclusión", entonces, parece sin lugar a dudas significativa en sí
misma- en su contenido - pero en este momento no me interesa sino por su
valor, digamos, de síntoma, y para sostener una cuestión de derecho: ¿qué
es lo que justifica "historialmente" la clausura de ese triángulo? ¿No
queda éste abierto desde el origen y por su estructura misma sobre aquello
que el griego, y luego el latín de las Escrituras, han debido traducir por
pneuma y spiritus, es decir, la ruah hebrea?
Una precisión, antes que nada, en cuanto a las dimensiones últimas de esta
cuestión: ésta concierne menos un evitamiento historial, como acabo de
sugerirlo rápidamente, que la determinación misma de una historialidad en
general desde los límites que ese evitamiento vendría a sancionar. Lo que
Heidegger llama Geschichte, y todas las significaciones que le asocia, se
desplegaría en el advenimiento y como la institución misma de ese
triángulo.
Sin que pueda invocar aquí el enorme corpus de textos profeticos y su
traducción, sin hacer otra cosa que recordar lo que me permite leer la
totalidad de cierto pensar judío como un inagotable pensar del fuego *** ,
ni citar en los Evangelios los indicios de una neumatología que mantiene
una indeleble relación de traducción con la ruah, me referiré sólo a la
distinción paulina - primera Epístola a los Corintios (II, 14) - entre
pneuma y psyché. que, correspondiendo a la distinción entre ruah y néphéch,
pertenece, si es que no la abre, a la tradición teológico-filosófica al
interior de la cual Heidegger interpreta aún las relaciones de Geist y
Seele **** .
Una vez señalado este inmenso problema, ¿acaso no podríamos preguntarnos
por la legitimidad de la clausura historial de la palabra con que Heidegger
repite y pretende agotar la carrera de Oriente a Occidente? Sin tomar en
consideración que, entre otros rasgos - por ejemplo los que convierten
ésta, algunas veces, en "espíritu santo" (ruah haqqodech, ruah qodech) - la
ruah puede también, como el Geist, portar el mal sobre sí. Puede devenir
ruah raa, espíritu maligno. Heidegger no sólo delimita tal o cual
interpretación errónea de la Geistigkeit en nombre de una auténtica
Geistigkeit, como lo hiciera en 1933-1935, sino también la totalidad del
discurso europeo y cristiano metafísico que se atiene a la palabra geistig
en lugar de pensar el geistliche en el sentido que le daría Trakl. A partir
de allí su propia estrategia de 1935 - completamente comandada por un uso
todavía limitado de la palabra geistig - se encontrará igualmente aludida,
comprendida, comprometida - entiéndase, desconstruida - por esta nueva
delimitación.
Ahora bien, es en ese momento que Heidegger cierra o encierra violentamente
lo Europeo en idiomas que sin embargo habían incorporado la traducción de
una lengua por lo menos y una historialidad que en este punto no es nunca
nombrada, pensada, y que quizá, en efecto, no se sometería más a la
epocalidad historial y a la historia del ser. ¿Cuál sería, entonces, el
terreno más indicado para las cuestiones que indicamos aquí? Quizá el que
Heidegger mismo sitúa mas allá de la historia o de la epocalidad del ser:
cierto pensar de la Ereignis.
La alusión a la ruah raa, al espíritu maligno, me conduce hacia otro de los
trazos que es necesario subrayar. El espíritu - in-flama - despliega su
esencia (west), dice Heidegger, según la posibilidad de la suavidad (des
Sanften) y de la destrucción (des Zertörerischen). Podríamos decir que la
blancura de la ceniza mienta aquí esa destrucción según el mal radical. El
mal y la maldad son espirituales (geistlich) y no solamente sensibles y
materiales, por simple oposición metafísica a lo que es geistig. Heidegger
insistirá en ello con fórmulas a veces literalmente schellingianas, en la
huella del Tratado de 1809 sobre la esencia de la libertad humana y del
Curso que le consagra en 1936. ¿Porqué esa continuidad puede parecer al
mismo tiempo,natural y perturbadora? Porque las fórmulas "schellingianas"
que sostienen esta interpretación de Trakl parecen pertenecer, si se sigue
el Curso de Heidegger, a esa metafísica del mal y de la voluntad que se
trataba por entonces más de delimitar que de asumir. Además, Heideger
intentará en 1936 de arrancar a ese pensar schellingiano del mal, por muy
metafísico que fuera, o bien porque poseía la autenticidad de una gran
metafísica, a un espacio exclusivamente cristiano *. Pero las distinciones
no pueden nunca ser tan simples en la intrincada topología de esos
desplazamientos. Algunas fórmilas del ensayo sobre Trakl recuerdan el Curso
sobre Schelling, precisamente en ese gesto de ir, si puede decirse así, más
allá del cristianismo. Per las mismas fórmulas confirman una metafísica del
mal, una metafísica de la voluntad, es decir, también, esa metafísica de la
humanitas y de la animalitas que hemos reconocido en las enseñanzas de esos
mismos años (Introducción...,1935) y sobre la cual, me parece, Heidegger
nunca volverá *. Un solo ejemplo, entre tantos otros posibles, y que escojo
por razones de proximidad. Heidegger escribe, a propósito de la
Métamorphose du Malin, justo después de haber evocado la "significación
original" de la palabra Geist: 
Entendido de esta manera, el espíritu despliega su esencia (west) en la
posibilidad de la suavidad y de la destrucción.
La suavidad no somete a cierta represión (schlägt keineswegs nieder) al ser
fuera de sí de la conflagración (des Entflammenden), sino que la mantiene
reunida (versamlet) en la paz de la amistad. La destrucción proviene del
desenfreno que se consume (verzehrt) en su propia insurrección presionando
así al maligno (das Bösartige betreibt). El mal es siempre mal de un
espíritu. EL mal y su malignidad no está en lo sensible; en lo material.
Tampoco es de naturaleza simplemente "espiritual" ("geistiger" Natur). El
mal es espiritual (geistlich) ((...)) * .
Ahora bien, en su Schelling escribe:
....un animal no puede ser "malo" jamás, incluso si a veces nos expresamos
así. En effecto, es al espíritu que pertenece la maldad (Denn zur Bosheit
gehört Geist). El animal no puede salir nunca de la unidad propia al grado
determinado que es el suyo en la naturaleza. Incluso cuando un animal es
"astuto", "malicioso", su malicia permanece limitada a un campo
completamente determinado, y cuando ésta se manifiesta, es siempre en
circunstancias igualmente determinadas; entonces, entra en juego de manera
automática. El hombre es, por el contrario, ese ser que puede revertir los
elementos que componen su esencia, que puede revertir la juntura ontológica
(die Seynsfuge) de su Dasein y desquiciarla (ins Ungefüge) . ((...)) Así;
es al hombre que se reserva el privilegio dudoso de poder caer más bajo que
el animal, en cambio el animal no es capaz de esta me-versión (Verkehrung)
de los principios. ((...)) El fundamento del mal reside entonces en la
manifestación de la voluntad primordial (Urwillen) del fondo primero. * 
Situemos, finalmente, un último trazo, al trazo mismo, Riss. Esa palabra
traza también la differencia. Vuelve a menudo para decir el retiro por el
cual el espíritu se relaciona consigo mismo y se divide en esta suerte de
adversidad interna que da lugar al mal, inscribiéndole de algún modo en la
llama misma. Diríase una escritura de fuego. Que no es accidental, que no
acontece después de y como añadido a la llama y la luz. La llama escribe,
se escribe ella misma, en la misma llama. Trazo de conflagración, el
espiritu in-flama - traza la ruta, abre el camino:
En la medida en que la esencia del espíritu reside en la conflagración (in
Entflammen), abre el camino (bricht er Bahn), le da claridad y pone en
camino. Llama, el espíritu es la tempestad (Sturm) que "monta al asalto del
cielo" ("den Himmel stürmt) y se libra "a la caza de Dios" ("Gott erjagt").
El espíritu persigue (jagt) al alma en camino (in das
Unterwegs)...(Unterwegs..., p. 60).
La apertura de ese trazo (traza, atracción, contracción) relaciona así, y
de la partida, el espíritu con el alma. El espíritu tira y persige el alma
en camino, en el camino abierto por su fuego, y es el ser-en-camino
(Unterwegs) de la migración pero también el del adelantar, de la
precipitación o de la anticipación (wo sich ein Vorauswandern begibt) según
esa temporalidad que hace aparecer el fin antes que el comienzo. Es esta la
manera en que el espíritu transpone, deposita y deporta en lo extranjero
(versetzt in das Fremde), transporta el alma. Asi, nuevamente, "Est ist die
Seele ein Fremdes auf Erden". Esta deportación es un don. "El espíritu es
lo que hace don del alma" (Der Geist ist es, der mit Seelke beschenkt). Por
ello, es también, formula todavia holderliniana, el "Beseeler".
Inversamente, el alma guarda (hütet) el espíritu, lo "nutre", y de manera
tan esencial que, puede presumirse, agregará Heidegger, no habría espíritu
sin alma. Guardia y nutrición acentuarían aún, en el sentido de cierta
tradición, la femineidad del alma. La que se encuentra aquí
indisociablemente acoplada, e invocaremos la gramática de los géneros, a un
espíritu masculino que conduce, caza, persigue, pone en camino y marca con
su trazo - que además es trazo de llama * .
Solitaria y viajera, el alma debe asumir el peso de su destino (Geschick).
Necesita reunirse en lo Uno, llevar y llevarse hacia la esencia que le es
asignada, la migración - pero no la errancia. Debe llevarse a-delante, al
encuentro del espíritu (dem Geist entgegen). Fervor del Gemüt, llama o
ardiente melancolía, debe consentir, o prestarse, al espíritu:
Dem Geist leih deine Flamme, glühende Schwermut
El alma es grande en la misma medida que esta llama y su dolor:
O Schmerz, du flammendes Anschaun
Der grossen Seele! (Das Gewitter (183))
Ahora bien, este es el trazo, la línea divisoria o la adversidad misma, al
interior del dolor, porque el dolor contiene en sí, en lo propio, una
esencia de adversidad (Dem Schmerz eignet ein in sich gegenwendiges Wesen).
En ese trazo de la llama el dolor porta, desgarra o arranca el alma:
" "Flammend" reisst der Schmerz fort", dirá Heidegger al comentar Das
Gewitter, "La tormenta". Sein Fortriss zeichnet die wandernde Seele in die
Fuge des Stürmens und Jagens ein... Traducirlo es difícil. Como ha menudo
lo hago, más bien parafrasearé - y la palabra Fuge resiste más que otras:
el trazo que se impone inscribe al alma viajera en el ajuste, en el acuerdo
justo de la tempestad y la persecución que, montando al asalto del cielo
(den Himmel stürmend), querría librarse a la caza de Dios (Gott erjagen
möchte). A través de todas sus modificaciones (Riss, Fortriss, Rückriss,
pero también Zug, Bezug, Grundzug, ziehen), el trazo o el retiro de aquello
que a-trae ((a trait)) inscribe el mal. El trazo incisa el dolor en la
esencia de la relación a sí del espíritu que así se junta y se divide. Es
en el dolor que el espíritu da el alma. Que lo porta a su vez. En el alma
reina, de este modo, el trazo fundamental (Grundzug) del dolor. Es su
esencia. Y es la esencia del Bien. Según el mismo trazo fundamental, el
Bien es el Bien solamente en el dolor. Este porta (fortreisst), porta
propriamente (eigentlich) en el retiro de su trazo desgarrador (als
zurückreissender Riss).
Trazo doblemente remarcable. Redoblado, él mismo marca doble, y en el
espíritu mismo, él es el espíritu en que se inscribe, en que se traza, se
retira o se retracta. Pertenece a la llama que comparte. Y hay en ello una
afinidad esencial con el golpe, con la acuñadura ((frappe)), la impronta
(Schlag) desde las que Heidegger interpreta, en su lengua, el Geslecht, en
su justa cuño ((frappe)) y luego en su mala acuñadura que la deposita o la
corrompe en verwesende Geschlecht, en el que la dualidad está destinada a
la disensión (Zwietracht). El golpe, tanto el golpe justo como el mal
golpe, el golpe segundo, la plaga, la maldición (son las palabras de
Heidegger) que golpean el Geschlecht humano, son golpes del espíritu. El
léxico parece frecuentemente todavía schelliniano *. Una sola citación:
"Pero quién tiene la guardia de este poderoso dolor a fin que éste nutra la
llama quemante del espíritu? Lo que porta el cuño de ese espíritu (Was vom
Schlage dieses Geistes ist) pertenece a aquello que pone en camino. Lo que
porta el cuño de este espíriru se llama "geistlich" (p.66).
Por otra parte, la diferencia o la dualidad inscrita por el trazo -
entiéndase el cuño - no lo piensa Heidegger como división. Es la relación a
sí del espíritu mismo en cuanto reunidor. El trazo reúne. La palabra
Versammelung (reunión) atraviesa, domina y sobre detrmina la totalidad de
esta mediación. Reúne todo aquello que es reunión: el lugar (Ort), el
de-ceso (Abegschiedenheit), el alma que la soledad porta a lo "único", y
reúne en lo Uno (in das Eine** ), el Gemüt y, finalmente, al uno mismo
(Ein) de Ein Geschlecht, ese Uno que sería la sola palabra subrayada en la
obra de Trakl. Ese Uno no es, dirá Heidegger, la identidad, la indiferencia
o la uniformidad sexual, sino la mañana más matinal a la que su marcha
destina al Extarnjero. Ahora bien, la Versammlung, esa reunión en lo Uno,
es también llamado Geist para Heidegger, con fórmulas que, también aquí,
recuerdan frecuentemente a Schelling. La separación de quien parte en el
de-ceso no es otra cosa, en su mismo abrasar, que el espíritu, "der Geist
und als dieser das Versammelnde": el espíritu. Y en cuanto tal, lo que
reúne .
Es demasiado tarde y no os retendré hasta el alba.
Esquematizando al extremo quizá apercibamos aquí dos caminos del pensar que
se cruzarían bajo el paso de Heidegger. Y, sin criticar- incluso sin
plantear preguntas para aparentar una conclusión - retendré solamente, en
la muy escueta descripción de esos dos caminos, lo que pueda decirnos
todavía, por lo menos así lo imagino, algo sobre nuestros pasos, así como
de un cierto cruce de nuestros caminos. Sobre un nosotros que quizá no no
es dado.
Uno de esos caminos, y podemos seguirle la pista en la lectura de Trakl,
reconduciría a la espiritualidad de una promesa que, sin oponérsele, sería
extranjera al cristianismo, incluso al origen del cristianismo (a lo que
podemos dar algunos nombres), extranjera de un modo más radical aún a la
metafísica platónica y a su entera consecuencia, extranjera a cierta
determinación europea de la carrera oriento-oxidental. Lo más matinal de la
Frühe, en la mejor de sus promesas, procedería, en realidad, de otro
nacimiento y otra esencia, heterogénea al origen de todos los testamentos,
de todas las promesas, de todos los acontecimientos, de todas las leyes y
asignaciones que constituyen nuestra memoria en sí misma. Heterogénea al
origen: esto se entiende al mismo tiempo, a la vez vez, en tres sentidos:
1. heterogénea desde el origen, originariamente heterigénea; 2. heterogénea
en relación a lo que se llama el origen, distinto al origen e irreductible
a éste; 3. Hetrogénea y o en tanto que al origen, heterogénea al origen (1
y 2) en cuanto al origen del origen. Heterogénea porque es y aunque esté al
origen. "Porque" y "aunque" al mismo tiempo, esta es la forma lógica de la
tension que hace vibrar la totalidad de ese pensar. El círculo que, a
través de la muerte, del declinar, del Occidente, reviene ha lo más
originario, ese mismo hacia el que nos llama el Gespräch entre Heidegger y
Trakl, sería bien diferente de esos círculos o revoluciones análogas de las
que hemos heredado el pensar, desde lo que llamamos los Testamentos hasta
Hegel o Marx y algunos otros modernos. Desde entonces esas palabras, el
"círculo", la "muerte", el "declinar", el "Occidente", serían paleonimas,
yno merecerían más que las comillas necesarias para suspenderlas en una
escritura o en una lectura que debe llevarnos más allá. Me sentiría
inclinado a decir- a propósito de esa pista - que por una parte parece
prometer, saludar o salvar más o mejor, ya que llama a algo bien diferente.
Anuncio más provocante, conmocionante, irruptor. Pero, por otra parte, 
que la pone a prueba en la lectura de Trakl, esa pista parece poco
practicable, aún fuese lo impracticable mismo. Incluso en los detalles de
eso que yo osaría llamar la explicación de texto - o en todo caso,
elucidación (Erläuterung, eso que Heidegger distingue de la Erörterung) -
los gestos por arrancar a Trakl del pensamiento cristiano del Geist me
parecen laboriosos, violentos, a veces simplemente caricaturales, y en
resumen poco convincentes. Trataré de explicarme en otra parte. Heidegger
puede pretender descristianizar el Gedicht de Trakl refiriéndolo a una
figura demasiado convencional del cristianismo. Lo que es heterogéneo en el
origen no sería otra cosa,entonces, - esto no es nada, sin embargo - que el
origen del cristianismo: el espíritu del cristianismo o la esencia del
cristianismo.
Podemos imaginar así una escena entre Heidegger y ciertos teólogos
cristianos, los más exigentes quizá, mas o menos pacientes. En su programa,
o en su tipo, ese encuentro no dejó de producirse. En todo caso, su
"lógica" parece prescrita. Se trataría, en realidad, de un singular
intercambio. Queremos decir con ello que los lugares pueden intercambiarse
a veces de manera inquietante. Y como no hemos hecho sino hablar, desde el
principio de esta conferencia, de la "traducción" , de esos pensamientos y
esos discursos en lo que se llama habitualmente los "acontecimientos" de la
"historia" y de la "política" (pongo comillas a esa pluralidad de nombres
oscuros), seria necesario también "traducir" lo que puede implicadar tal
cambio de puestos en su posibilidad más radical. Dicha "traducción" parece,
a la vez, indispensable y, por el momento, imposible. Invoca bien distintos
protocolos, esos mismos en vista de los cuales he propuesto esta lectura.
Lo que se apunta allí es, evidentemente, nada menos que abstracto((rien
moins qu'abstrait)). Se trata de "acontecimientos" pasados, presentes y por
venir, de una composición de fuerzas y de discursos que parecen enfrentarse
en una guerra sin tregua (por ejemplo desde 1933 hasta nuestros días). Se
trata de un programa y de una combinatoria cuyo poder continua siendo
abismante. Que no hace inocente, en rigor, a ninguno de los discursos que
pueden así medir su poder. Que no deja lugar neto para ninguna instancia
arbitral. El nazismo no nació en el desierto. Lo sabemos bien, pero es
necesario recordarlo siempre. E incluso si, lejos de todo desierto, hubiese
crecido como un hongo en el silencio de un bosque europeo, hubiese sido a
la sombra de grandes árboles, abrigado por su silencio o su indiferencia,
pero en ese mismo suelo. De esos árboles que pueblan en Europa una selva
negra no haré inventario, no contaré las especies. Por razones esenciales,
su presentación desafía el espacio de este cuadro. En su taxonomia hirsuta,
portarían el nombre de religiones, de filosofías, de regímene
religiosas o académicas. En resumen, de aquello que se llama, tan
confusamente, la cultura o el mundo del espíritu.
Los primeros, entonces, aquellos que yo llamaría los teólogos y todos
aquellos que éstos podrían representar, dirían a Heidegger: "Pero aquello
que usted llama espíritu archioriginario y que Ud. pretende es extranjero
al cristianismo es justamente lo esencial del cristianismo. Como Ud., es
aquello que nosostros querríamos despertar bajo los teologemas, filosofemas
o representaciones corrientes. Le agradecemos por lo que Ud. dice, Ud.
tiene derecho a nuestro entero reconocimiento por aquello que nos da a
entender y a pensar - y que reconocemos en efecto. Es, justamente, lo que
buscamos desde siempre. Y cuando usted habla de la promesa, de ese
Versprechen, del alba más que matinal más allá del comienzo y de un fin de
la historia, más acá tanto del Oriente como del Occidente, ¿sabe usted
hasta que punto está próximo de nosotros? Y, más aún, cuando usted habla de
caída (Verfall) y maldición (Flucht). Y todavía más cuando habla del mal
espiritual. Y aún más cuando, en la traza de Trakl
Gott sprach eine snfte Flamme zu seinem Herzen:
O Mensch!
usted nombra esa palabra de Dios, su Sprechen - que nosotros estaríamos
tentados de aproximar al Versprechen del que se trataba hace un momento -,
cuando usted lo acuerda a un Zusprechen o a un Zuspruch (mandamiento,
consolación, exortación), que nos llama a la Entsprechung, a la
correspondencia.Y más aún cuando usted habla de la resurreción por venir
del Menschenschlag desde el alba (in ein kommendes Auferstehen des
Menschenschlages aus der Frühe de o de un salud y de un golpe que salva
(rettet); y cuando, precisando sobre todo que esta mision o este envío del
golpe acuñado (das Geschick des Schlages) golpea de diferencia (especifica
separando: verschlägt) el Menschengeschlecht, es decir, lo salva (d. h.
rettet) , usted dice que ese "es decir", ese juntarse del golpe y la
salvación en un acontecimiento archi-originario y aún por venir, es un
himno - digamos, una alabanza -que el poeta canta y no historias de los
historiadores cuentan. Cuando usted dice todo eso, nosostros, que
querríamos ser cristianos auténticos, pensamos que usted vá a lo esencial
de lo que queremos pensar, despertar, restaurar, en nuestra fe, incluso si
debemos hacerlo contra esas representaciones corrientes con las que usted
quiere a todo precio identificar el cristianismo ( que, por otro lado,
usted conoce tan bien), contra ciertos teologemas o filosofemas
onto-teológicos. Usted dice lo más radical que puede decirse cuando se es
cristiano hoy en día. Al punto en que, sobre todo cuando usted habla de
Dios, de retiro, de la llama y de escritura de fuego en la promesa, de
acuerdo con la promesa de retorno hacia la región de la
pre-archi-originareidad, no es seguro que no reciváis una respuesta análoga
de parte de mi amigo y correligionario, el judío mesiánico. No estoy seguro
de que el musulmán y algunos otros no se unieran al concierto o al himno.
Por lo menos todos aquellos que en las religiones y filosofías han hablado
de ruah, de pneuma, de spiritus y, porqué no, de Geist."
Ya que soy quien formula aquí las preguntas y las respuestas, imagino la
réplica de Heidegger. Podemos reconstruirla a partir del programa de
estrategias típicas que nos ha, en resumidas cuentas, legado: "Pero al
afirmar que el Gedicht de Trakl - y todo lo que digo con él - no es ni
metafísico ni cristiano, no me opongo a nada, menos que nada al
cristianismo, ni a todos los discursos sobre la caída, la maldición, la
promesa, la salvación, la resurrección, ni a los discursos sobre pneuma y
spiritus, ni, incluso, lo había olvidado, sobre la ruah. Trato solamente,
modestamente, discretamente, de pensar aquello a partir de lo cual todo eso
es posible. Eso (ese a partir de lo cual...), por haber estado velado desde
siempre, no es aún aquello que él hace posible. Ese "a partir de lo cual",
esa Frühe más originaria, no es aún pensable, está aún por venir. Un
círculo arrastra esta Frühe del antes de ayer hacia el mañana que no a
llegado aún , y ese círculo no es -no lo es todavía o no es ya más - el
círculo de los metafísicos europeos, de las escatologias, de los
mesianismos o de los apocalipsismos de toda suerte. Yo no he dicho que la
llama era otra cosa que el soplo neumatológico o espiritual, he dicho que
es a partir de la llama que se piensa pneuma y spiritus , o, ya que Ud.
insiste, ruah , etc. He dicho, simplemente: el Geist no es desde la partida
esto, aquello, o incluso, esto otro."
Esa retirada de Heidegger, de la que tenemos signos regulares, típicos y
recurrentes en su texto, es uno de los caminos, en el cruce del que yo
hablaba hace un momento y que peligra - cruce no es una palabra neutra -
recordarnos la tachadura en forma de cruz bajo la cual se deja sufrir al
ser o a Dios . El retiro de Heidegger, en ese cruce, sería uno de los dos
pasos, más bien el paso hacia el "más temprano". Conduce a hacer de esta
potente repetición pensante un retiro o una avanzada hacia lo más
originario, lo pre-archi-originario que no piensa más - y en consecuencia
mejor - que no tiene nada más que pensar, ninguna otra cosa, en todo caso,
ningún otro contenido que lo que está allí, aunque sea como promesa de
avenir, en el legado de la metafísica o las tradiciones - digamos, de la
religión - , más ampliamente en ese mundo del que Heidegger decía en 1935
que es siempre mundo espiritual. Pero si se le hiciese objeción o reproche
a Heidegger, si se le dijera que esta repetición no agrega, no inventa o
descubre nada, que no hace sino redoblar en el vacío, por parte de una
experiencia que es en suma la de la verdad como memoria y de la memoria
como promesa, el acontecimiento de una promesa que ha ya tenido lugar,
Heidegger respondería, a lo que imagino:
- En eso que usted llama camino de la repetición que no agrega nada ( pero
porqué pretende usted agregar? ¿Cree usted que eso no es suficiente, lo que
tenemos en la memoria, en el abismo de la memoria?) , el pensamiento de
esta Fruhe por venir, al mismo tiempo que se avanza hacia la posibilidad de
lo que usted cree reconocer, va hacia aquello que es completamente
diferente de lo que usted cree reconocer. En efecto, no es un nuevo
contenido. Pero el acceso al pensar, el acceso pensante a la posibilidad de
las metafísicas o de las religiones neumato-espiritualistas, abre sobre
algo bien diferente de aquello que la posibilidad vuelve posible. Abriendo
sobre lo que permanece heterogéneo en el origen. Lo que usted representa
como simple réplica ontológica o trascendental es algo completamente
diferente. Lo más diferente se anuncia en la más rigurosa repetición. Que
es también la más vertiginiosa y la más abisal.
- Sí, justamente, replicarían entonces sus interlocutores, es justamente lo
que nosotros decimos, en el mismo cruce de caminos, y esos caminos serían
igualmente, aunque diferentemente, circulares: nosotros invocamos lo
completamente otro en la memoria de una promesa o en una promesa de
memoria. Esa es la verdad de lo que nosotros hemos siempre dicho, escuchado
decir, tratado de dar a entender. El malentendido está en que usted nos
entiende mejor de lo que cree o afecta creer. En todo caso, no hay
malentendido de nuestra parte, desde ahora, basta con continuar a hablar,
de no interrumpir entre usted y el poeta, es decir, también, entre usted y
nosotros, esta Zwiesprache. Es suficiente el no interrumpir el coloquio,
incluso si ya es muy tarde. El espíritu que vela reapareciéndose hará
siempre el resto. A través de la llama o las cenizas, pero en tanto lo
completamente otro, inevitablemente.




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