Capítulo III Hasta donde yo sé, Heidegger no se preguntó nunca "¿Que es el espíritu?". Al menos jamás del mismo modo, forma y desarrollo que acuerda a preguntas tales como "¿Porqué es el ente y no mas bien la nada?", "¿Qué es el ser?", "¿Qué es lo que significa pensar?", etc. Tampoco ha hecho del espíritu uno de esos grandes polos que la metafísica habría opuesto al ser, como una suerte de limitación (Beschränkung) éste, como lo menciona la Introducción a la metafísica: ser y devenir, ser y apariencia, ser y pensar, ser y deber o ser y valor. Como tampoco ha opuesto el espíritu a la naturaleza, ni siquiera dialécticamente, a la manera de la más poderosa y permanente de las investigaciones metafísicas. ¿Qué es lo que llamamos espíritu? ¿Qué es lo que el espíritu llama? he aquí un libro que Heidegger no ha escrito. Cuando se trata del espíritu, los enunciados heideggerianos raramente asumen la forma de una definición de la esencia. Raramente, es decir de modo exepcional, y nosotros nos interesaremos en estas exepciones, por lo demás muy diferentes, u opuestas entre ellas. La mayor parte de las veces Heidegger ha inscrito el nombre (Geist) o el adjetivo (geistig,geistlich); se trate de un encadenamiento de conceptos o filosofemas que pertenecen a una teología desconstruíble, y frecuentemente en una secuencia que va de Descartes a Hegel, bien en el caso de proposiciones que yo me atrevería a llamar axiomáticas, axiológicas o axiopoéticas; en esos casos lo espiritual pertenece al orden de esas significaciones metafísicas u ontoteológicas. Más que un valor, el espíritu parece designar -más allá de una desconstrucción- la fuente misma de toda desconstrucción y la posibilidad de toda evaluación. ¿Qué es, entonces, lo que él llama espíritu, Geist? En Sein und Zeit se trata antes que nada de una palabra cuya significación permanece oculta por una especie de oscuridad ontológica. Es Heidegger quien lo advierte, pidiéndonos al respecto la más grande vigilancia El término nos reenvía a una serie de significaciones que tienen algo en común: oponerse a la cosa, a la determinación metafísica de la coseidad, y sobre todo a la cosificación del sujeto, de la subjetividad del sujeto en su acepción cartesiana. Es la serie del alma, de la conciencia, del espíritu, de la persona. El espíritu no es la cosa, no es el cuerpo. Va de suyo que a partir de esta determinación subjetiva del espíritu cierta delimitación (Abgrenzung) permitirá desbrozar -o digamos mejor, liberar- la analítica existencial del Dasein. A ésta se le asigna la tarea de preparar un tratamiento filosófico de la cuestión "Qué es el hombre", pregunta que, es necesario recordarlo, precede (liegt vor, Heidegger lo subraya) a toda biología, antropología, psicología; podría decirse que precede toda pneumatología, que es el otro nombre que Hegel asigna a la psicología racional, que el critica además en tanto "metafísica abstracta del entendimiento" La analítica existencial debe en particular marcar su distancia frente a dos actitudes -que son también dos tentaciones- por las cuales corremos el riesgo de descubrir una genealogía donde existiría más bien un salto, una ruptura o, en todo caso, una problematización más radical. Nos perderíamos, por una parte, -lo que sería irreführend- si considerásemos el cogito cartesiano como un buen ejemplo histórico, como el precedente ejemplar que abre el camino a la analítica existencial; ésta plantea la cuestión ontológica del sum que Descartes habría dejado totalmente al margen de todo preguntar o bien fuera de lugar (vilo unerörtet ) ; habría sido necesario determinar el ser del sum para definir enseguida el modo de ser de sus cogitaciones. Si partimos, como Descartes, de un ego y de un sujeto inmediatamente dados se nos escapa la fenomenalidad del Dasein . La acusación se dirige, al mismo tiempo, a la fenomenología del espíritu e, implícitamente, a la fenomenología trascendental y el cogito huserliano. Hasta que no sea sometida a un examen ontológico, la idea de sujeto continúa a participar de la posición (Ansatz) de un subjectum o de un hypokeimenon, o sea, de una substancia o sustrato, incluso si, sobre el plano puramente óntico, nos oponemos a aquello que podemos llamar "Seelensubstanz", al substancialismo psíquico y a toda reificación de la conciencia (Verdinglichung des Bewusstseins, ). Para eliminar la cosificación o la substancialización, gesto corriente en la época de Sein und Zeit, es necesario aclarar la procedencia ontológica de aquello que entendemos por "cosa", realidad o coseidad (Dinglichkeit). Falto de haber aclarado la proveniencia ontológica de la coseidad a fortiori de la substancialidad, todo aquello que uno entiende "positivamente" (positiv) cuando se habla del ser no cosificado (dem nichtverdinglichten Sein) del sujeto, del alma, la conciencia, el espíritu, la persona, etc., continuará siendo ontológicamente problemático. Heidegger ya había agregado a esta serie el je de la razón. Evidentemente, el inconsciente pertenece al mismo conjunto, como puede verse más arriba, en el parágrafo 6 titulado "La tarea de una desconstrucción (Destruktion) de la historia de la ontología ". Geist forma parte, así, de la serie de las no-cosas, de aquello que en general se pretende oponer a la cosa. Es lo que de ninguna manera permite ser cosificado. Pero mientras el ser de aquello que se entiende por cosa no sea ontológicamente esclarecido - y no lo estaría ni por Descartes ni por Husserl, ni para ninguno de los que han recomendado no cosificar el sujeto, el alma, la conciencia, el espíritu, la persona -, esos conceptos siguen siendo problemáticos o dogmáticos. O siguen siéndolo por lo menos desde el punto de vista de una analítica existencial del Dasein. Todos esos términos, inclusive aquel de espíritu, pueden seguramente designar dominios de fenomenalidad que una fenomenología podría explorar, pero pueden ser utilizados sólo si se permanece indiferente a toda pregunta sobre el ser de cada uno de esos entes. Esos términos y conceptos no tienen ningún derecho, entonces, en una analítica del Dasein que pretende determinar el ente que somos nosotros mismos. Heidegger anunciará entonces que va a evitarlos (vermeiden).Para decir lo que somos, quién somos, parece inevitable evitar todos los conceptos de la serie subjetiva o subjetal, en particular el de espíritu (p.46). Ahora bien ¿qué somos? En este punto, no lo olvidemos, somos antes que nada y solamente determinados desde la apertura a la cuestión del ser. Incluso si por esto el ser debe sernos dado, no nos encontramos en ese punto y no conocemos de "nosotros" mas que eso, el poder o mas bien la posibilidad de cuestionar, la experiencia del cuestionamiento. Hablábamos hace un momento de la pregunta. Y precisamente ese ente que somos, ese "nosotros" que al comienzo de la analítica existencial no debe tener otro nombre que Das-sein, ha sido escogido para plantearse la cuestión del ser solamente a partir de la experiencia de la pregunta, de la posibilidad del fragen, tal como ella se encuentra inscrita en la red que forman Gefragte, el ser, la Erfragte, el sentido del ser; el Befragte der Seinsfrage, es decir del ente que somos y que se convierte de este modo en el ente ejemplar o privilegiado para efectuar una lectura -es la palabra que utiliza Heidegger- del sentido del ser. El punto de partida de la analítica existencial se legitima antes que nada y solamente a partir de la posibilidad, la experiencia, la estructura y las modificaciones ordenadas del Fragen. En esto consiste la ejemplaridad del ente que nosotros somos, del nosotros mismos en esta situación discursiva del Mitsein en la que podemos decir nosotros por nosotros mismos y por los otros. Esa ejemplaridad puede llegar a ser, o convertirse, en problemática. Pero esto no debe disimular una problematicidad aún menos evidente, y que quizá no sea ni siquiera una problematicidad, puesto que no podría ser determinada como cuestión o como problema, en cuanto referida a ese punto de partida en una reflexión de la pregunta (es mejor decir del Fragen) y de sus elementos estructurales. ¿Cómo, sin confirmarla a priori y circularmente, cuestionar esta inscripción en la estructura del Fragen en la que el Dasein ha recibido, al mismo tiempo que su privilegio (Vorrang), su primera, mínima y más segura determinación? Suponiendo incluso que dicha estructura sea bien descrita por Heidegger (lo que no es seguro, pero dejo esto de lado por el momento), toda inquietud en cuanto a la legitimidad o a la necesidad axiómática de un tal punto de partida en una reflexión sobre el poder cuestionar, no dejaría indemne ni el principio, ni el orden, ni, finalmente, el interés de la analítica existencial, y de Sein und Zeit. Y se volvería e provisorio que sea un análisis, siempre exigirá, y desde ya, un punto de partida justo . Si insisto en ese punto de partida en la posibilidad del Fragen no es solamente por las razones que indiqué al comienzo. Algunos años más tarde, cuando las referencias al espíritu no serán más tomadas en cuenta en el discurso de la Destruktion y en la analítica del Dasein, cuando las palabras Geist y geistig dejarán de ser evitadas, sino más bien celebradas, el espíritu mismo será definido por esta manifestación y esta fuerza del preguntar; en consecuencia, por ese mismo preguntar en nombre del cual las mismas palabras son evitadas en Sein und Zeit. Heidegger tiene razón cuando dice entonces que si debe evitarlas no es por capricho, tozudez o preocupación por la originalidad terminológica . Los términos de esta serie, el espíritu, como también el alma o la psyché, la conciencia, el ego, la razón, el sujeto -y Heidegger agrega todavía la vida y el hombre- obstaculizan toda interrogación sobre el ser del Dasein, están ligados, como también el inconsciente, a la posición cartesiana del subjectum. _E incluso cuando (estos conceptos) inspiran a la modernidad discursos elocuentes sobre la no-cosificación o la no reificación del sujeto, no dejan de marcar -en particular aquellos sobre la vida o el hombre- cierto desinterés, indiferencia o una increíble "falta de necesidad" (Bedürfnislosigkeit) relativos a la pregunta por el ser del ente que somos. Cada vez que se encuentra la palabra "espíritu" en ese contexto y en esa serie debería reconocerse, según Heidegger, esa misma indiferencia: no solamente por la cuestión del ser en general sino también por el ente que somos; más precisamente, por ese Jemeinigkeit, ese ser-siempre-mío del Dasein que no alude desde el comienzo a un yo o a un ego y que justificaba esa primera referencia -prudente y finalmente negativa- a Descartes. El ser-mío hace del Dasein algo completamente distinto que un simple caso o ejemplo del tipo del ser en tanto que Vorhandene. Qué es lo que caracteriza, en efecto, al Vorhandensein? Pues bien, justamente el hecho de ser indiferente a su propio ser, a lo que él es propiamente. Esta indiferencia lo distingue del Dasein que se preocupa por su ser. En realidad, al ente en cuanto Vorhandene su ser no le es ni siquiera indiferente (gleichgultig). No se puede decir, sin caer en el antropomorfismo, que la piedra es indiferente a su ser: no es ni indiferente ni no indiferente (weder gleichgültig noch ungleisgültig). Heidegger no conduce hasta ese punto (&9) ni con esas categorías la pregunta por el ser del animal. Sin duda, tendría ciertas dificultades para hacerlo -ya volveremos a ese punto. Por el contrario, tiene sentido decir del Dasein que puede ser indiferente a la pregunta por el ser, y precisamente en cuanto puede también no serlo. Su indiferencia no es mas que una modalidad de su no-indiferencia. Para el Dasein, cuyo ser-mío no puede expresarse en el discurso sino recurriendo a los pronombres personales (yo soy, tú eres) la indiferencia (Indifferenz, esta vez y no GleichgÜltigkeit) es aún una manera de relacionarse, de interesarse a su propio ser, de no serle del todo indiferente. Esta última indiferencia (Indifferenz) hacia su propio ser no es para nada la misma que la de la piedra o de la mesa; sino que caracteriza la cotidianeidad del Dasein, aquella cotidianeidad de término medio, esa Durchschnittlichkeit que Heidegger no quiere considerar como un fenómeno negativo. La indiferencia, e ese caso, "no es una nada", sino un "carácter fenomenal positivo". He allí, entonces, tres tipos de indiferencia. El primero, la indiferencia absoluta del ente vorhandene: la piedra permanece en un mas acá de la diferencia entre la indiferencia y su contrario. Enseguida se encuentra la indiferencia (Indifferenz) en cuanto fenómeno positivo del Dasein. Existe también, y en tercer lugar, esa indiferencia que se manifiesta en la historia de la metafísica -por ejemplo, desde Descartes- expresada en ese notable Bedurnislosigkeit, nach dem sein...zu fragen, esa falta de necesidad de preguntarse por el ser; y en primer lugar por su propio ser, sobre el ser del ente que somos nosotros. Esta última indiferencia paraliza tanto frente al pensamiento de la coseidad de la cosa (res, substantia) frente como el pensamiento del sujeto (hypokeimenon). En esta indiferencia nos aferramos a conceptos como espíritu, alma, conciencia, persona. Pero en estas dos últimas manifestaciones de indiferencia existe una analogía, o una condición de posibilidad común: conducen ambas de manera necesaria a limitar la pregunta por el ser, a interpretar el "quien" del Dasein como algo que perdura en una identidad substancial, como la del Vorhandensein o del sujeto en tanto Vorhandensein. A partir de lo cual, por mucho que se proteste contra la substancialidad del alma, la cosificación de la conciencia o la objetividad de la persona, continuaremos a determinar ontológicamente al "quién" como sujeto que subsiste en la manera de la Vorhandenheit. El "espíritu" que entonces se le reconoce es afectado, él mismo, por esta subjetividad substancial y esa Vorhandenheit. Ahora bien, ¿cuál es la raíz de esta interpretación, que hace del "quien" una subsistencia perdurante? Un concepto vulgar de tiempo. El concepto de espíritu debe entonces ser evitado en tanto que él mismo se funda sobre esa interpretación del tiempo. Heidegger lo somete a la Destruktion en el curso de esta delimitación (Umgrenzung) de la analítica del ser-ahí: decir que la esencia de éste es "existencia", en el sentido que entonces le da Heidegger, implica el espíritu en cuanto síntesis del alma y el cuerpo sino la existencia ". Notemos al pasar que ese concepto de indiferencia no suministra ningún recurso para situar al animal. Este, como lo reconoce el mismo Heidegger, ciertamente no es un Vorhandene. No se trata de la indiferencia de la piedra, pero si embargo no posee para nada un "nosotros" cuestionante, punto de partida de la analítica del Dasein. ¿Indiferente o no-indiferente, y en qué sentido? Descartes no ha desplazado, entonces, la ontología medioeval; ésta, deteniéndose en la distinción entre ens creatum y ens infinitum o increatum, no habría interrogado el ser de este ens. Aquello que ha pasado por ser el renacimiento o la modernidad del pensamiento filosófico no es más que "la inserción de un prejuicio funesto", que no ha hecho sino retardar una analítica ontológica y temática del Gemüt . En el fondo, o acaso en el programa mismo de esta desconstrucción (Destruktion) del espíritu, una tarea parece asignada, a la que habría que seguir los pasos o su devenir ulterior en la obra de Heidegger: me refiero a la "analítica ontológica temática del Gemüt". ¿Existe un equivalente francés para este último término? ¿Una palabra idéntica (mot à mot). No la encuentro. Si algún día Sein und Zeit debiera ser traducido no sé cuál sería el término menos inadecuado. Bohem y de Waelhens han comprendido con certeza la necesidad de evitar todas las palabras francesas que podían bien tentar, pero también perder, al traductor: espíritu, alma, corazón. Imaginaron, entonces, una extraña estratagema, un recurso extranjero: recuperar la palabra latina y cartesiana mens, con lo cual no solamente no se lo traducía, sino que se reintroduce en el programa lo mismo que se intentaba evitar. Pero, por lo menos, el desvío artificial por mens señala una dificultad, escapa a la confusión peor. ¿Cuál sería la peor confusión?. Justamente la traducción de Gemüt por "espíritu", en el momento justo en que Heidegger prescribe, precisamente en ese contexto, evitar (vermeiden) esa palabra. Ahora bien, ese es precisamente el término hacia el que se precipita, como para embrollarlo todo, la traducción Martineau-Vezin. La misma delimitación se aplica también a las "ciencias del espíritu", la historia como ciencia del espíritu o la psicología como ciencia del espíritu (Geisteswissenschaftliche Psycologie), y todo el aparato conceptual que se organiza en torno de la psyché y de la vida en Dilthey, Bergson, en los personalismos o antropologías filosóficas. Heidegger tiene en cuenta las diferencias. Sin embargo, incluirá en un mismo grupo a todos los que hacen referencia a la vida y a la estructura intencional. Que se trate de Husserl o de Scheler, se constata la misma incapacidad de interrogar el ser de la persona. En Los problemas fundamentales de la fenomenología encontramos un desarrollo análogo (§ 15). Así, pues, el concepto de espíritu, ese concepto de espíritu, debe ser desconstruido. Lo que a éste falta, aparte de todo cuestionar ontológico sobre aquello que une al hombre (alma, conciencia, espíritu y cuerpo) es, sin duda, una analítica del Gemut. ============================================================================= Si necesita retirarse de la lista envie un mensaje a: [EMAIL PROTECTED] con una unica linea : unsubscribe r-caldas Para inscribirse en la lista envie un mensaje a [EMAIL PROTECTED] con una unica linea : subscribe r-caldas Los mensajes que circulan en la lista los puede consultar en : http://www.mail-archive.com/r-caldas@colciencias.gov.co