EL SABER PEDAGÓGICO COMO PUNTO DE REFERENCIA PARA UNA EPISTEMOLOGÍA DE LA CIENCIA DE LA EDUCACIÓN EL EJEMPLO DE UNA CORRIENTE DE ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA DE LA EDUCACIÓN Nuestra presentación del desarrollo de la ciencia de la educación ha mostrado la complejidad y heterogeneidad de las corrientes que la constituyen. Cada paradigma descrito tiene una legitimidad solamente dentro de su propio dominio. Pero, al mismo tiempo, no puede ser reemplazado por otro paradigma en su respectivo campo de legitimidad. Esta idea ha sido ampliamente difundida y sobre este punto ya hoy no se discute más. Hoy en día, la relativización de la legitimidad de cada corriente ha llevado a una especie de pluralismo radical en el ámbito de las ciencias humanas. Este pluralismo epistemológico ha encontrado su expresión adecuada en el concepto de saber pedagógico que reúne las muy variadas formas del saber. Este concepto de saber pedagógico ha sido posible como el resultado de una especie de balance reflexivo que ha acentuado, una vez más, la importancia de los diferentes paradigmas para el desarrollo de la ciencia de la educación (Benner, 1990; Hoffmann, 1991; Mansmann, Marotski, 1988; Marotski, Sünker, 1992). En esta discusión, las posiciones desarrolladas durante los setentas y ochentas han sido reanudadas; pero sin buscar hacer una crítica al punto de vista de los otros para hacer validar la posición propia. Se ha intentado comprender, por medio de un recuento analítico, todos los aportes de las diferentes corrientes. Se ha tratado de ver aquello que cada corriente había aportado y en qué tales aportes podrían servir para redefinir un proyecto de la ciencia de la educación en el futuro. Al mismo tiempo, a partir de la discusión sobre los paradigmas, se han llevado a cabo bastantes discusiones paralelas de gran importancia. En medio de ellas, las provocaciones que ha suscitado la teoría de los sistemas han jugado un papel esencial (Luhmann / Schorr, 1990). De igual modo, el mal llamado debate sobre la posmodernidad ha tenido un influencia real sobre la ciencia de la educación (Jung y otros, 1986; Lenzen, 1987; Uhle, 1993). En coherencia con el desarrollo de otras ciencias humanas, se ha visto emerger un debate en torno a la antropología de la educación. Las ciencias humanas jugaron un papel importante durante los sesentas, antes de las discusiones sobre los paradigmas. Como se ha podido ver, estas tendencias en el desarrollo de las ciencias han aumentado la diversidad de la discusión y han desembocado en el surgimiento del concepto de «saber pedagógico» a comienzos de los noventas (Oelkers, Tenorth, 1991). Con el saber pedagógico como punto de referencia, la diversidad de las formas del saber se convierte en un programa. La ciencia, el saber científico...no pueden ser concebidos sino desde una perspectiva plural. Se pone, pues, el acento en las diferentes formas del saber. Al lado de las disciplinas tradicionales que tienen algún tipo de acercamiento a la educación (psicología, sociología...), se le abre un espacio a nuevas y diferentes formas de acercamiento (la literatura, el discurso de los prácticos, etc.). Estos avances han creado nuevos modos de síntesis del saber pedagógico. Èstos son la expresión de que la institucionalización normativa de la ciencia se encuentra mezclada con una diversidad de discursos administrativos, de referencias sociales y de experiencias de la sociedad..., así como de dimensiones que la ciencia, hasta hace muy poco, buscaba tener a distancia. No hay ya más una manera única que abarque todos los ámbitos y que (détiendrait) todos los conocimientos para utilizar el saber pedagógico. El concepto de «saber pedagógico» abarca formas de saber tan diferentes como la política, la educación como formación, la ética, la técnica, la pragmática o la acción emancipadora. Esta noción se refiere a la génesis del saber en las prácticas de poder y en los niveles de discurso. Ella permite las diferenciaciones en función de los lugares de las prácticas, en función de la utilización que hay, en efecto, en la realidad social y en función de la estructura misma del saber y de su contenido. Dentro del concepto de «saber pedagógico» se puede distinguir el saber práctico, el saber reflexivo, el saber hacer, el saber del diagnóstico, el saber-se orientar y el saber actuar. Como formas de saber se pueden distinguir el saber utópico, el saber crítico, el saber unido a la acción. Es posible también realizar una distinción de acuerdo a los contextos. La cultura, el medio influyen sobre el saber. El «saber pedagógico» tiene sus dimensiones simbólicas, de código, de significación que influyen en las relaciones educativas y que producen una base temporal, material y social de la práctica pedagógica. El saber pedagógico contribuye con la comprensión de la significación de dicha práctica pedagógica y con su análisis. El resultado de esta comprensión y de este análisis se puede poner en forma textual, codificado, difundido y discutido. Así pues, el saber pedagógico no se encuentra estructurado de una manera simple y demanda una aproximación multireferencial. Después de la idea de Feyerabend según la cual «todo es posible» en el campo del saber científico (y que significa el fin de un valor absoluto en el ámbito de los paradigmas científicos), después del fin de los «grandes relatos» (Lyotard) en los cuales el avance social e individual es prepensado (prépénse), después de la aceptación de un pluralismo radical..., la situación epistemológica de la ciencia de la educación ha cambiado. Este cambio se manifiesta en este concepto de «saber pedagógico» y, sobre todo, en la equivalencia de principio de las diferentes formas de saber, de origen y de registro, como no cesa de señalarlo la corriente de la etnografía escolar. El redescubrimiento de la postura antropológica, en la base de esta intensiva discusión sobre el establecimiento del concepto de saber pedagógico, emerge en un contexto epistemológico y social diferente a aquel de los años sesentas. Igualmente, esta postura antropológica ha ganado terreno también dentro de otras ciencias humanas. Las razones que explican esta evolución vienen de una crisis de los referentes establecidos de tales disciplinas. Éstas esperan encontrar un nuevo impulso en este cambio de perspectivas que las lleva a dirigirse hacia la antropología. La antropología como sistema constituido por saberes normativos no existe más. Pasa lo mismo con la antropología pedagógica. Por analogía con el saber pedagógico, se podría hablar de un saber antropológico de la pedagogía. En el saber de la ciencia de la educación, así como en el saber de la pedagogía práctica, el saber antropológico juega un papel importante desde sus comienzos, ya que cada investigador, cada educador, cada enseñante posee un saber antropológico sin el cual ni uno ni otro pueden hacer su trabajo. En cada caso se trata de un saber antropológico implícito. Como todo saber implícito, el saber antropológico apenas puede ser reflexionado. No se puede cambiar entonces sin un arduo trabajo. Debido a esto, es necesario que aquellos que laboran dentro de la ciencia de la educación, así como aquellos que ejercen su función como prácticos de la educación, se concienticen de los postulados antropológicos que son la base de su trabajo. Es por ello que se hace necesario construir una postura antropológica en pedagogía o en educación. Sólo dentro de la tradición de la antropología filosófica de Scheler (1928), Plessner (1980) y Gehlen (1986) o dentro de las corrientes de antropología pedagógica influenciadas por ellos en los años sesenta (Bollnow, 1983; Loch, 1963; Roth, 1966 y 1971), es posible hablar hoy del «hombre» (en un sentido general y universalista) en las ciencias humanas (M. Foucault). Hablar hoy del hombre parece algo temerario. Las implicaciones universalistas de este discurso sobre el hombre no salen bien libradas de los recientes aportes de la historia, de la etnología y del constructivismo. La crítica a la antropología ha mostrado que ésta no puede ser concebida sino solamente como antropología histórica (Historische Anthropologie, 1989). En consecuencia, no se puede concebir la antropología pedagógica más que inscribiéndose dentro de una perspectiva histórica a la que se podría denominar: antropología histórica de la pedagogía. El saber de la antropología histórica de la pedagogía funciona dentro de un contexto histórico doble: de una parte para aquellos que producen el conocimiento y, de otra, para aquellos que, llevando a cabo las investigaciones, se apoyan en este saber producido dentro de otro contexto. Esta doble historicidad relativiza el contenido del saber antropológico. De igual manera, esta referencia al tiempo crea una nueva perspectiva en la que se tiene en cuenta que no hay una verdad en si y para si, sino que todo conocimiento se debe considerar de acuerdo con su referencia a un contexto. El saber antropológico es relativo. No hay ya más un sistema de referencia asegurado. De repente, las antropologías normativas ya no son posibles. Es por ello que el saber pedagógico no puede exigir más un reconocimiento diferente a aquel de las otras formas de saber en la ciencia de la educación. Esta igualdad de posiciones se justifica en la medida en que los límites entre el saber antropológico de la pedagogía y el de las diferentes disciplinas de las ciencias sociales que se interesan por la pedagogía se hacen más imprecisos e inciertos. El saber antropológico no se encuentra ligado a un sujeto fijo y no puede ser determinado de una manera definitiva (Wünsche, 1989). Así pues, el saber antropológico crea nuevos interrogantes, perspectivas, temáticas dentro de la ciencia de la educación. El fin de la época en la que dominan los sistemas antropológicos cerrados sobre ellos mismos da nuevas oportunidades para producir nuevos objetos. Algunas nuevas perspectivas que emergen de esta nueva situación de reencuentro entre la antropología y las otras disciplinas que se interesan por la educación, se pueden exponer aquí bajo la forma de tesis. 1. La antropología pedagógica se convierte en una antropología histórica de la pedagogía que tiene en cuenta la historicidad del investigador y de su objeto. La antropología histórica de la pedagogía ensaya también poner en relación sus perspectivas y métodos con las perspectivas y métodos de su objeto. Su objetivo no es entonces la investigación del hombre o del niño como seres universales, sino de los hombres y de los niños concretos en contextos históricos y sociales determinados. Dentro de esta perspectiva, la idea de un concepto totalizante de hombre se diluye. La antropología histórica de la pedagogía no se limita a ciertas culturas o ciertas épocas. En la reflexión sobre su propia historicidad, puede, en principio, superar el eurocentrismo de las ciencias humanas y el interés puramente historicista de la historia y puede comprometerse con los problemas no resueltos tanto del presente como del futuro. 2. Las tareas de la antropología pedagógica son: la crítica a los fantasmas de omnipotencia o de dominio de la pedagogía, la tematización de la tensión entre la posibilidad de producir al hombre perfecto y la hipótesis contraria de la imposibilidad de cambiar al hombre, y las posibilidades y límites de la educación y la formación. La consecuencia de estas misiones es un (surinvestissement) sobre la producción del hombre y un examen y una concientización de los límites biológicos, sociales y culturales de este proceso de la formación del hombre que es la pedagogía. Estos últimos años, se perciben esos límites de la producción del hombre. Ellos son nombrados en las expresiones populares: «límites del crecimiento», «la tecnología de los genes». «la sociedad de riesgo». La humanización del mundo parece aumentar y, del mismo modo, el peligro de su destrucción. 3. La antropología pedagógica debe incorporar una crítica antropológica en la comprensión de ella misma, que tematice su campo de competencia, así como sus límites. Por ejemplo, la crítica de la antropología debe trabajar las simplificaciones que resultan de las comparaciones entre hombre/animal de la antropología tradicional. Ella debe tener en cuenta también los errores de la distinción popular entre naturaleza y cultura. Debe también dedicarse a evitar las reducciones objetivistas del hombre. La crítica antropológica examina los conceptos centrales, los modelos, los procedimientos de la antropología pedagógica y reflexiona sobre las condiciones de legitimidad de los saberes de la antropología pedagógica. 4. La antropología pedagógica tiene como misión el análisis, la organización, la reevaluación, la producción de saber originado por la ciencia de la educación, así como la deconstrucción de los conceptos pedagógicos desde una perspectiva antropológica. Esto puede ser la deconstrucción de la educación negativa de Rousseau, de la educación elemental de Pestalozzi o, también, de la formación universal de Humboldt. En tales recorridos se puede mostrar, por ejemplo, que, gracias a una nueva postura antropológica, se le pueden descubrir nuevas dimensiones a viejos problemas. Así, los contextos históricos se pueden examinar desde un nuevo ángulo: se puede, entonces, tomar partido de este movimiento de deconstrucción desde nuevos puntos de referencia para el pensamiento y la acción pedagógicos. 5. La antropología pedagógica incluye la reflexión sobre las competencias y límites de su propio saber. Ella analiza las dificultades que surgen con la desaparición de los puntos de referencia universales para la autodefinición del hombre y de su educación. La antropología pedagógica pone en evidencia la dependencia de sus resultados con relación a las condiciones de su producción. Ella es por tanto reflexiva. 6. El saber antropológico de la pedagogía se constituye a partir de discursos diferentes y, a veces, contradictorios. «Discurso» significa acá las formas consistentes del pensamiento y del lenguaje que ponen en evidencia los contextos pedagógicos particulares. Los discursos contribuyen a la construcción de la concepciones, estructuras y conceptos de la pedagogía. Estos discursos son la expresión de prácticas de poder dentro de la sociedad, de prácticas de poder del mundo científico y de las instituciones pedagógicas. Dentro del marco del saber pedagógico, los discursos antropológicos experimentan interrogantes, perspectivas y conocimientos importantes para el pensamiento y la acción pedagógicos. 7. La antropología pedagógica es plural. Es por ello que ella no se confía en las consolidaciones precipitadas de su saber y permanece dispuesta a recibir lo «diferente». Gracias a este pluralismo (que diverge de una actitud que pone todo en el mismo plano), una apertura de principio por el trabajo interdisciplinario, le permite interesarse más por la complejización, que por la reducción del saber pedagógico. El saber pedagógico histórico se constituye a partir de condiciones específicas dictadas por la cultura y por el lenguaje, todo particularmente, dentro de una coyuntura en donde lo internacional y lo intercultural tienen un lugar mucho más importante. 8. Hoy, el número de saberes transmitidos dentro del sistema educativo no admite la espera de la gente; de este modo, surge la pregunta por la adecuación entre el saber pedagógico y la realidad social, institucional y pedagógica. En la medida en que el saber pedagógico contribuye a la producción y formación de la generación siguiente, éste implica la autocomprensión del hombre, harto cuestionada ella misma por la problemática de la perfectibilidad o inmejorabilidad del hombre. En el contexto del saber pedagógico, esta problemática se sitúa en el centro de la reflexión y de la investigación antropológicas. 9. En el ámbito de la antropología histórica de la pedagogía, las fronteras entre las diferentes formas de saber se diluyen y nuevas formas de saber y de formación son inventadas. Entre ellas, la formación estética y la formación intercultural tienen una importancia particular. La primera está en relación con la aparición de los nuevos medias y las consecuencias que de ellos resultan; la segunda hace referencia al nuevo contexto económico y demográfico que caracteriza la Europa de hoy y a las consecuencias que resultan de este nuevo contexto para la educación y la formación, para el aprendizaje y la confrontación con la experiencia práctica. 10. La antropología pedagógica es en gran parte una antropología constructivista. Esto significa que ella no cree que, en su investigación y en su reflexión, sea capaz de comprender el ser del hombre. Por el contrario, sabe que su concepción del hombre depende de condiciones particulares. Su concepción del hombre depende de datos históricos y no puede ser comprendida sino como construcción. En la medida en que los sistemas deductivo-normativos de la producción de saber pedagógico de la pedagogía son superados, se hace necesario el desarrollo de una antropología histórica de la pedagogía que se elabore dentro de un movimiento construccionista y reflexivo. ============================================================================= Si necesita retirarse de la lista envie un mensaje a: [EMAIL PROTECTED] con una unica linea : unsubscribe r-caldas Para inscribirse en la lista envie un mensaje a [EMAIL PROTECTED] con una unica linea : subscribe r-caldas Los mensajes que circulan en la lista los puede consultar en : http://www.mail-archive.com/r-caldas@colciencias.gov.co