----- Original Message ----- From: "Bibiana Apolonia" <[EMAIL PROTECTED]> To: "Red de Humanistas Latinoamericanos" <[EMAIL PROTECTED]>; "COMUNIDADEDUCATIVA" <[EMAIL PROTECTED]> Sent: Monday, October 18, 2004 9:26 AM Subject: De Roberto Follari : "El adios a Jaques Derrida". publicado el 17-10-04 en el diario Los Andes, Mendoza.
> > > EL ADIOS A JACQUES DERRIDA > > Roberto > Follari > > Cuando estaba aún en plena producción, a una edad en que hoy a muchos les > quedan más de 10 años de vida, falleció Jacques Derrida. Nos sorprendió a > todos los que desconocíamos de su enfermedad; y dejó un vacío que -como las > estructuras discursivas que analizaba- ya no encontrará un centro o un modo > de llenarse. > > "Dos pasos sobre la luna", tituló P.Sollers a su Prólogo a De la > gramatología, uno de los textos canónicos de apertura a la desconstrucción, > como llamaría el argelino-francés a su propia obra -no una teoría, no un > método, según él mismo insistió-. Y realmente la analogía con la llegada > humana al satélite, allá por 1969, no resultó para nada errada. La > originalidad de la mirada derrideana fue devastadora, absolutamente inédita. > Leerlo era perderse en un discurso que, fiel en la forma a su función de > abandonar todo fundamento, no explicaba sus propios puntos de partida. > Discurso que, en rigor, no tenía punto de inicio ni de llegada. Un texto de > reflexión sobre el texto, sobre la escritura, para el cual no había > oposición clara entre superficie y estructura profunda, entre sujeto y > objeto, entre discurso oficial y cotidiano, entre signo y referente -si es > que algo como el referente existe para la desconstrucción-. El desconcierto > y la perplejidad se hacían del lector de Derrida, quien enseñaba de hecho > qué podía entenderse como descentramiento de la escritura, como elusión > permanente de la cosa en su ausencia del lenguaje, como imposibilidad de l a > "presencia a sí" como aquello que cabía desterrar por su pertenencia al > espiritualismo y el idealismo. > > No dejó títere con cabeza: sometidos al implacable escalpelo del filósofo > asentado en París, todos los discursos aparecían en los implícitos no > suficientemente tematizados, en las tensiones irresueltas, en aquello que él > mismo llamó luego "indecidibles", según su uso bastante alejado del que la > lógica asigna a dicha categoría. > > El estatuto de la desconstrucción se planteó él mismo como indefinido, y > ello le permitió una rara movilidad que lo hizo a su vez apto para la > crítica literaria y el empleo filosófico, para el análisis del psicoanálisis > y la confrontación con el marxismo, para el ataque a los espiritualismos > tanto como a los empirismos, en ciernes ambos en las ciencias sociales de > las últimas cinco décadas. > > El esoterismo de su jerga fue dejando en la vereda de enfrente a muchos > lectores, que no pudieron comprender el socavamiento ácido que este discurso > proponía frente a las supuestas certidumbres de la ciencia y la filosofía. Y > fue configurando a su vez una lenta progresión de adhesiones no siempre > demasiado atentas, las cuales quedaban fascinadas por la brillantez de la > escritura del maestro del College de Philosophie de París, ése que él mismo > promovió a mediados de los ochentas. > > La desconstrucción se mostró capaz de desarmar cualquier discurso, de > someterlo a tensiones por él mismo no advertidas, de establecer la > imposibilidad de fijación de significados demarcables. De tal modo, se > instituyó en un "discurso negativo" de enorme potencia, capaz de enfrentar > radicalmente todas las ideas preconcebidas e implícitas en el pensamiento > occidental, como las de finalidad, de origen o de desarrollo. > > No pocos intelectuales se fueron volviendo derrideanos, de modo que la hoy > aparentemente plausible referencia a su obra esconde que Derrida ha > producido el discurso de sus seguidores, pero éstos -tanto como sus > adversarios- jamás podrían haber concebido el discurso de Derrida, si éste > no lo hubiera inaugurado en una especie de acto tajante, de acontecimiento > vertical. No habíamos imaginado la desconstrucción, y jamás la hubiéramos > previsto. > > Como toda discursividad brillante, promovió acólitos, de los que la > desconstrucción debiera haber aprendido a defenderse más que de sus > adversarios. No pocos de ellos imitadores de quien no imitó a nadie, > carentes de originalidad que creyeron adquirir a ésta vicariamente por > asociarse a la voz del maestro, tercos detentadores de la repetición contra > la diferencia -por remitir en esto a un motivo derrideano-. > > Aunque por su parte extrañó que el escritor francés nunca desconfiara de > la aclamadora acogida que se le otorgara en la academia estadounidense, > donde las tradiciones previas hacían impensable su llegada. No hubo > desconstrucción de la recepción de su obra en la principal potencia militar > mundial; con una ingenuidad que jamás perdonó a sus "desconstruidos", > Derrida se dejó acunar por el rumor de los aplausos y apoyos de quienes a > menudo no lo entendían, quienes hicieron de su obra una nueva receta > universal y homogénea. > > Tampoco se privó él mismo de creer que -en un mundo sin metalenguaje > posible, a comprender lo cual colaboró como nadie, aún más que Wittgenstein- > su propia escritura operara de hecho como un metalenguaje . Sin > reconocimiento de las diferencias de método y objeto (en tanto él las > desconocía expresamente), creía que podía comparar con vara común a > psicoanálisis y descontrucción, o marxismo y desconstrucción. Quién era > siempre -para Derrida- el ganador en tales contiendas, todos pueden > adivinarlo. Son las páginas que no hacen justicia a la sutileza casi > maléfica de su descomposición permanente de la unicidad del sentido, y de la > elusión de lo disímil. Páginas que hubieran sido fácilmente descontruibles, > aunque las haya escrito Derrida (detalle, por otra parte, derrideanamente > secundario, dado su rechazo a la subjetividad de la noción de autor). > > Pero también tuvo la grandeza de gestos decisivos: recuperó -a su manera, > claro- a Marx cuando todos querían verlo enterrado; se enfrentó con la > derecha política sin los manierismos propios de otros grandes autores > franceses famosos en los años setentas; lanzó un programa de crítica > práctica de la enseñanza de la filosofía; fue coherentemente un intelectual > al cual no se pudo poner al servicio de la detestable "nueva filosofía" > francesa de comienzos de los ochentas, donde asimilar brutalmente el > marxismo con el Gulag parecía un imperativo. > > La desconstrucción se ha quedado sin su fundador y -seguramente- sin aquél > que sabía ponerla en curso con la suficiente paciencia y capacidad para > atestiguar el vacilar de las cosas. No hay centro del sentido -según él nos > enseñara-, pero sí capacidad mayor o menor para promover a este último. Con > el maestro ahora fallecido, todavía había a menudo lugar para la sorpresa. > En cambio, la saga de los inevitables repetidores no resulta para nada > promisoria. > > > > > > > > > > ============================================================================= Si necesita retirarse de la lista envie un mensaje a: [EMAIL PROTECTED] con una unica linea : unsubscribe r-caldas Este mensaje lo debe enviar desde la cuenta electronica que usO para inscribirse Para inscribirse en la lista envie un mensaje a: [EMAIL PROTECTED] con una unica linea : subscribe r-caldas Los mensajes que circulan en la lista los puede consultar en : http://www.mail-archive.com/[EMAIL PROTECTED]