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  Los cóndores que están en el Parque Puracé fueron traídos desde el Zoológico de San Diego (Estados Unidos) en 1989.
Archivo / EL TIEMPO
 
Noviembre 14 de 2004
A ocho cóndores que habitan en el parque Puracé (Cauca) se les dificulta conseguir alimento

A las aves que se alimentan de las sobras que deja el sacrificio de ganado en el matadero municipal les llegó una dura competencia.

Todos los sábados, día de mercado, descienden de las montañas, a más de 3.400 metros de altura, por el cañón del río San Francisco, sorteando las corrientes de aire y la neblina.

Arriban a la planta de sacrificio con sus corpulentos cuerpos y grandes alas a buscar vísceras o cualquier pedazo de carne para alimentarse.

La escasez de alimento generada por la tala de más de 10 mil hectáreas de bosque y la disminución de animales silvestres como la danta o el venado-conejo ha llevado a que los cóndores se rebusquen la comida en otros sitios.

Y aunque el largo viaje no representa ningún debilitamiento físico para los ocho cóndores del parque, debido a que están acostumbrados a recorrer hasta 100 kilómetros diarios en busca de comida, sí los exponen a ser víctimas de cazadores furtivos, los mismos que colaboraron con su extinción del Macizo Colombiano en 1975.

Esto es lo más preocupante para los expertos que están en la zona, debido a que los animales hacen parte de un proyecto para repoblar el Puracé.

Las aves fueron trasladadas en 1989 desde el Zoológico de San Diego (Estados Unidos) como parte del proyecto de reintroducción del cóndor andino, plan que terminó en el 2001.

Prácticamente los mitos alrededor del cóndor los llevaron a la desaparición. Los campesinos creían que podían cargar terneros y hasta niños, pero sus patas no son garras como las de las águilas sino similares a las de las gallinas.

"Lo cierto es que en los potreros de las zonas de amortiguación del parque los cóndores divisaban a las vacas parturientas, acudían a comerse la placenta, pero terminaban picoteando a los terneros que finalmente morían", explica Gerardo López, administrador del Parque.

Para evitar que estas aves lleguen al pueblo, los funcionarios de Parques Nacionales se empeñaron en no dejar aguantar hambre a los cóndores que cada uno puede consumir hasta ocho kilos de carne a la semana, apenas suficiente para mantener un cuerpo que alcanza 1,20 metros de altura.

Pero la voluntad no era suficiente para los trabajadores que sacaban de su bolsillo para comprarles unos 80.000 pesos de carne a la semana, que era dejada en tres puntos, uno de ellos es el de San Andrés de Pilimbalá. "Por falta de dinero no pudimos volver a llevarles", cuenta Rodrigo Sarria, operario del Proyecto Biomacizo que ejecuta Parques Nacionales.

Ayuda desde Popayán

Después de tocar varias puertas, la semana pasada la Alcaldía de Popayán anunció la firma de un convenio con Parque Nacionales mediante el cual se compromete a entregar 50 kilos semanales de! vísceras y sobras del matadero de la capital caucana.

"Sabemos que todo lo que hagamos para conservar a esta ave emblemática será poco; cuando nos hicieron la propuesta no lo pensamos dos veces", señaló Gerardo Ramos, secretario privado de la Alcaldía de Popayán, quien coordina el convenio.

Y aunque con esa ayuda el problema estaría solucionado, a los funcionarios de Parques les sigue preocupando la situación de las aves. Realizar los controles de desplazamiento, nutrición y apareamiento ha sido casi imposible por falta de ceba para tener contacto directo con los animales. Por ahora valiéndose de binóculos saben que los cóndores no se han reproducido.

ADRIANA ESPINEL RUBIO
Enviada especial de EL TIEMPO
Puracé (Cauca)

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Ligia Parra-Esteban.  Directora
Fundación Voc de Investigación de la Comunicación Entre Científicos.
http://mox.uniandes.edu.co/voc
Luis H.  Blanco.  Secretario de la Junta Directiva.
Laboratorio de Investigaciones Básicas.  Ciudad Universitaria.  Unidad Camilo Torres.  Bogotá.
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