Al mejor estilo de las misteriosas sociedades secretas del
bestseller El código Da Vinci, que tanto criticó la Santa Sede, la Curia
colombiana, en un negocio, también muy secreto, trabajaba silenciosamente en un
proyecto de desarrollo en torno al emblemático edificio del Seminario Mayor, en
el norte de Bogotá.
Un pequeño grupo de asesores, cuyos nombres son una
incógnita, le ha sugerido al cardenal Pedro Rubiano Sáenz que la estrategia de
prenderle una vela a Dios y otra al Diablo puede resultarle muy rentable a la
Iglesia Católica desde el punto de vista religioso, pero también económico. Por
un lado, se preservaría la hermosa edificación como centro de formación
sacerdotal, mientras que sus alrededores, de hermosos bosques y campos
deportivos, se destinarían a la construcción de edificios de apartamentos,
oficinas y un lujoso hotel.
En gracia de discusión, los únicos optimistas
alrededor del negocio son monseñor Rubiano y sus asesores. La firma con la que
han estado en conversaciones, Arquitectura & Concreto S.A., una empresa de
Medellín, dice que no hay nada firmado y que ve remoto el desarrollo de la idea
por las polémicas que se han desatado alrededor de los cerros orientales de
Bogotá. Dice, sin embargo, que el proyecto depende de una resolución del
Ministerio del Medio Ambiente que suspendió el Tribunal Administrativo de
Cundinamarca.
La confidencialidad con la que se ha manejado la propuesta
pone de presente la sensibilidad del tema en una ciudad que, poco a poco, y ante
la indiferencia de las autoridades, ha visto desaparecer sus cerros tutelares. A
comienzos de este año se conoció una oferta de la constructora Pedro Gómez y
Cía. para comprar el Seminario para convertirlo en un hotel de cinco estrellas,
sin afectar el entorno. Algo parecido a lo que con tanto gusto hizo en esa joya
arquitectónica que es el hotel Casa Medina.
Ante las múltiples reacciones
negativas que produjo la noticia, el cardenal tuvo que negar rápidamente desde
Roma que el Seminario estuviera en venta. Y hasta ahí llegó la
controversia.
Por el momento se había salvado una de las pocas reservas
forestales que está prácticamente incorporada a la ciudad. Hasta que fueron
públicas las negociaciones secretas que adelanta el Arzobispo primado con la
empresa antioqueña para vender parte del Seminario, mejorar el flujo de caja de
la Iglesia y darle un puntillazo a lo que queda de los cerros en ese sector de
Bogotá.
Se habla de decretos que están en camino para atender solicitudes
de la comunidad sobre el uso y edificabilidad en la localidad de Usaquén, donde
se encuentra el Seminario Mayor. Y de estrategias leguleyas para poder atacar
ese pulmón que se mantiene intacto.
Difícil esconder por más tiempo las
ganas que los constructores privados les tienen a los predios del Seminario. Hay
que encontrar los mecanismos legales que permitan a la Iglesia solucionar sus
afugias económicas sin permitir que sea arrasada una propiedad de evidente
interés público para los bogotanos. Hay que darle salidas a la Curia para tapar
sus huecos financieros y al mismo tiempo preservar esa preciosa reserva
ecológica.
Porque a través de la fórmula que se está abriendo campo, la
Iglesia reza, peca y empata. El edificio del Seminario no se tocaría y seguiría
como lugar de preparación de seminaristas pero, a cambio, parte del terreno se
daría en concesión a 15 años y le generaría un ingreso de unos 40 millones de
dólares. ¿En qué queda, entonces, el voto de pobreza?
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