Hola,
 
Los subrayados y resaltados en rojo son míos. 
 
Eco es, sin duda, uno de los teóricos vivos fundamentales de la comunicación.  Uno aprende sobre comunicación leyendo todo lo que Umberto Eco ha escrito y escribe.  Sus novelas, sus artículos de prensa como éste, sus informes de investigación, et cetera.  Ver:  http://www.infoamerica.org/multimedia/eco.htm
 
Ligia
 
EL ESPECTADOR ENERO 22 06
A paso de cangrejo
Umberto Eco *

Puesto que hemos llegado al fInal del primer lustro del tercer milenio, es preciso sacar un breve balance. En una columna mía del milenio anterior, observaba que en los últimos tiempos se habían verificado una serie de desarrollos tecnológicos que representaban verdaderos pasos atrás.
 
A paso de cangrejo

Umberto Eco *


Puesto que hemos llegado al fInal del primer lustro del tercer milenio, es preciso sacar un breve balance. En una columna mía del milenio anterior, observaba que en los últimos tiempos se habían verificado una serie de desarrollos tecnológicos que representaban verdaderos pasos atrás.

La comunicación pesada había entrado en crisis hacia finales de los años setenta, cuando todavía la televisión nos sometía a una fruición pasiva y emitía sonidos capaces de molestar a la vecindad entera. El primer paso hacia la comunicación ligera se dio con la invención del mando a distancia, con el cual el espectador podía quitar el audio y convertirse en un campeón de zapping, entrando por consiguiente en una fase de libertad creativa. La liberación de la televisión se produjo con el video, con el cual se realizaba la evolución hacia el cinematógrafo.

Por lo que se refiere a los antiguos programas de televisión, visto que las mismas emisoras empezaron a poner letreros que corrían por debajo de las imágenes, se podían emitir programas en los cuales, mientras dos se besaban en silencio, se veía un recuadro donde ponían “Te quiero”. De esta forma, la tecnología ligera inventaba por fin la película muda. Esta fase, en parte, había sido anticipada por internet, donde el usuario podía recibir sólo imágenes inmóviles sin necesidad alguna de sonido. Por otra parte, internet, con un tipo de comunicación fundamentalmente alfabética, ya nos había hecho regresar a la Galaxia Gutenberg.

A esas alturas se podían eliminar incluso las imágenes, inventando una especie de caja que emitiera sólo sonidos y que no requiriera ni siquiera el mando a distancia, dado que se podría llevar a cabo el zapping simplemente girando el mando. No piensen que por aquel entonces me estaba inventando imaginativamente la radio: vaticinaba tan solo el advenimiento del iPod.

Por último, el estadio final se alcanzó cuando las transmisiones por el éter, gracias a las televisiones de pago, cedieron el paso a una nueva era de la transmisión por el cable del teléfono, pasando de la telegrafía sin hilos a la telefonía con hilos, superando a Marconi y regresando a Meucci.

El hecho de que se estaba procediendo hacia atrás había quedado claro tras la caída del muro de Berlín, cuando los editores de atlas tuvieron que eliminar todos los ejemplares almacenados (que se habían vuelto obsoletos por la presencia de la Unión Soviética, Yugoslavia, Alemania del Este y otras monstruosidades por el estilo), pero afortunadamente pudieron recuperar los atlas publicados antes de 1914, con su Serbia, su Montenegro y todos sus estados bálticos.

Ahora bien, la historia de los pasos atrás no para aquí, y este principio del tercer milenio ha sido pródigo en ejemplos. Después de los cincuenta años de Guerra Fría, hemos tenido el regreso triunfal, con Afganistán e Irak, de la guerra guerreada, la guerra caliente; y también se han rescatado del olvido memorables ataques decimonónicos de los “astutos afganos” en el paso Kyber, una nueva época de Cruzadas con el choque entre Islam y Cristiandad, incluidos los asesinos suicidas del Viejo de la Montaña, y un retorno a los fastos de Lepanto (tanto, que algunos afortunados libelos de estos últimos años podrían resumirse con el grito de “¡Al moro, al moro!”).

Han vuelto a aparecer los fundamentalismos cristianos que parecían pertenecer a la crónica del siglo XIX, con el nuevo auge de la polémica antidarwinista, y ha renacido (aun de forma demográfica y económica) el fantasma del Peligro Amarillo. Desde hace tiempo nuestras familias vuelven a alojar siervos de color, como en Lo que el viento se llevó, y han vuelto a tomar pie las grandes migraciones de pueblos bárbaros, como en los primeros siglos después de Cristo.

Ha regresado triunfante el antisemitismo con sus Protocolos, y en Italia tenemos fascistas (aun siendo muy post, muchos de ellos siguen siendo los mismos) en el gobierno. También en Italia se ha vuelto a abrir el contencioso post-unitario entre Iglesia y Estado y, para dar fe de regresos casi a vuelta de correo, ahí está, con varias formas, la Democracia Cristiana. Parece, también, que nos estamos aproximando a un período anterior a la Resistencia, pero con el aporte constitucional de la Liga Norte el regreso no parece ser a antes de la Segunda Guerra Mundial, sino incluso a una Italia pregaribaldina. Parece casi que la historia, angustiada por los saltos que ha dado en los dos milenios anteriores, se está enrollando sobre sí misma, volviendo a las cómodas pompas de la Tradición.

Se podría objetar que algo nuevo, por lo menos en Italia, ha sucedido, es decir, la instauración de una forma de populismo tercermundista, perpetrado por un empresario particular cuya única finalidad es exclusivamente su propio interés. Se trata sin duda de un fenómeno nuevo, por lo menos en la escena europea. Claro que, para confirmar la tendencia retrógrada de los acontecimientos, ha vuelto a asomarse la figura del monarca tipo Bajo Imperio, que se ciñe la cabeza con ínfulas, se pone afeites en el rostro y se unge los cabellos, cantando con su lira mientras contempla una Roma en llamas.

* Crítico literario, semiólogo y novelista italiano.


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Ligia Parra-Esteban.  Directora
Fundación Voc de Investigación de la Comunicación Entre Científicos.
http://mox.uniandes.edu.co/voc
Luis H.  Blanco.  Secretario de la Junta Directiva.
Laboratorio de Investigaciones Básicas.  Ciudad Universitaria.  Unidad Camilo Torres.  Bogotá.
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