Hola,
 
¿A alguno de ustedes le cabe la menor duda de que hacer ciencia y descubrimientos científicos y comunicarlos es .....una batalla o una guerra? 
 
Miren al final el comentario del Dr. Sánchez Torres sobre su colega el Dr. Patarroyo en la Universidad Nacional de Colombia:   "Así ha venido sucediendo entre nosotros con la vacuna contra la malaria, anunciada hace algo más de veinte años, pero que hasta la fecha no ha tenido aplicación práctica por carecer de las bondades pregonadas".
 
Ligia
 
 
EL TIEMPO FEB 06 06
LAS ‘INCONDUCTAS’
La ética del científico
Con frecuencia, los deslices de los investigadores son producto de su afán por cruzar los primeros la meta. más >>

LAS ‘INCONDUCTAS’
La ética del científico
FERNANDO SÁNCHEZ TORRES *

Con frecuencia, los deslices de los investigadores son producto de su afán por cruzar los primeros la meta.

Existen normas de aceptación universal relacionadas con la investigación en el campo de las ciencias biomédicas. Todos esos preceptos –del Código de Nüremberg, de 1947, hasta otros recientes venidos de la ONU y de la Unesco– invocan la responsabilidad ética que debe asistir al hombre de ciencia cuando emprende actividades dirigidas a aportar hechos nuevos para beneficio de la humanidad.

Por ser tan trascendente el papel de los investigadores biomédicos, es explicable que su trabajo sea objeto de un cuidadoso seguimiento por parte de la sociedad, con miras a juzgar su validez científica y ética. Se les exige, además de idoneidad técnica, una severa formación moral y un actuar ajustado a las reglas éticas. Para contribuir a que estas se cumplan, en toda institución que adelante programas de investigación ha de existir una instancia imparcial y acatada, que analice los respectivos protocolos y conceptúe sobre su componente ético (comités de ética).

Llevar a cabo investigaciones biomédicas es hoy un asunto demasiado costoso. En ausencia del Estado para financiarlas, la industria farmacéutica y otras agencias privadas se encargan de hacerlo. Esto amplía las posibilidades de encontrar remedios para los males de la humanidad. Tiene en su contra el potencial peligro de que se ejerza sobre el investigador algún tipo de presión, así sea subliminal, para agilizar los resultados u orientarlos en uno u otro sentido. Al respecto, el escritor inglés John Le Carré, en su formidable novela El jardinero fiel, saca a la luz, con toda crudeza (cosa que no se aprecia en la versión cinematográfica), lo que a veces sucede con la industria farmacéutica. Para evitar tales aberraciones se requiere tener, por parte de los auspiciantes, una evidente vocación benefactora, virtud que no es fácil poseer. Es dado, en su ausencia, que surjan conflictos de intereses entre la misión humanitaria del investigador y el afán crematístico de los que aportan los recursos.

Cuando la formación moral del investigador no existe, o es muy débil, surgen las llamadas hoy ‘inconductas’, comportamientos reprochables, como plagios y falsificaciones. Ejemplos recientes son los escándalos propiciados por el científico surcoreano Hwang Woo Suk y por el noruego Jon Sudbo, aquel investigando con células madre y este con células cancerosas, acusados ambos de falsear la metodología y los resultados de sus trabajos.

Con frecuencia, los deslices de los investigadores son producto de su afán por cruzar los primeros la meta y ceñir la corona del triunfo y de la fama. El investigador admirable –aquel cuyo objetivo primordial no es alcanzar lauros– es un trabajador silencioso, sin asomos de protagonismo; así lo registra la historia de las ciencias. A él, las palmas y los reconocimientos le llegan sin buscarlos obsesivamente. Para muchos galardonados con el Premio Nobel, su concesión les era inesperada y, por eso, los tomó por sorpresa.

Entre el grupo de las ‘inconductas’ puede tener cabida una forma no susceptible de escándalo –como sí lo es la falsificación–, pero que en el fondo riñe con la ética. Me refiero al hecho de anunciar, como una realidad acabada, los resultados de una investigación biomédica que todavía está en curso, vale decir imperfecta, en obra negra.

Una noticia tal conduce a despertar falsas expectativas, de efectos negativos, deletéreos, pues al creerse que ya se cuenta con una cura, se desechan los cuidados que previenen el mal. Así ha venido sucediendo entre nosotros con la vacuna contra la malaria, anunciada hace algo más de veinte años, pero que hasta la fecha no ha tenido aplicación práctica por carecer de las bondades pregonadas.

Así ha venido sucediendo entre nosotros con la vacuna contra la malaria, anunciada hace algo más de veinte años, pero que hasta la fecha no ha tenido aplicación práctica por carecer de las bondades pregonadas.

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Ligia Parra-Esteban.  Directora
Fundación Voc de Investigación de la Comunicación Entre Científicos.
http://mox.uniandes.edu.co/voc
Luis H.  Blanco.  Secretario de la Junta Directiva.
Laboratorio de Investigaciones Básicas.  Ciudad Universitaria.  Unidad Camilo Torres.  Bogotá.
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