La paranoia de los Hermanos Arias al gobernar

 

'Todo lo que es necesario para el triunfo del mal,

es que los hombres de bien no hagan nada'.

(Edmund Burke)

 

Por Alvaro Arnoldo Araya Alpízar

 

II PARTE 

 

En la dirección apuntada. Lo que he dado en llamar “paranoia de los Arias”
se puede explicar por la conjugación de una serie de circunstancias
sociales, políticas y económicas, donde una y otra vez han tenido que
“soportar frustraciones a su superioridad”, lo que les ha hecho desarrollar
un exagerado narcisismo, expresado en el discurso del 15 de septiembre, bajo
el título “estoy cansado de tanta crítica”. Todo para “compensar su baja
autoestima” con llamados a la compasión y a la “confianza”. Por eso, no es
de extrañar que proyecten sus frustraciones de “gobernar en tiranía”, sin
que nadie les critique nada … De ahí que no son de extrañar sus impulsos,
fantasías y tensiones, como la inexplicable e inaceptable burla que hizo de
los trabajadores de Cartago, cuando ofreció automóviles a todos si se
aprobaba el TLC, o cuando se comprometió a construir carreteras de cinco
estrellas para ir a hoteles cinco estrellas (como si todos pudiésemos ir a
esos sitios), o cuando de manera insoportable justifico con la “orden del
patriotismo” a quienes habían hecho el Plan Casas-Sánchez. O cuando
recientemente sataniza una propuesta de consenso presentada por el Partido
Acción Ciudadana, y su líder Ottón Solís, para modernizar la actividad
portuaria de Limón, alegando que es de construcción sindical, sin consultar
y mirar más allá de su egolatrismo neoliberal.

Los Arias hacen gala de un poder investido de “iluminación bushiniana” y por
ende neoliberal en “grado supremo”, que los ha llevado a  elaborar esquemas
de pensamiento rígidos, que una y otra vez los presentan, como
incuestionables e impenetrables para quienes tienen otras propuestas. Su
tesis es la privatización de todo cuanto produzca riqueza. Su orgullo y
sentimiento de autosuficiencia  es tal que no dudan en defender “su verdad”,
aún con la existencia de pruebas concretas demuestran lo contrario. Siempre
tienen la razón. No tienen valor para coincidir y por ende para elaborar a
partir de consensos.  Por todos lados ven complots. Se han aferrado a la
“idea del TLC” y han subordinado su gestión de gobierno a sus postulados.
Esto los hace en extremo recelosos y susceptibles de responder negativamente
ante las acciones y propuestas de las y los demás sobre el tema. Ven ataques
y enemigos personales, de la democracia o del país, donde no existen. Su
rencor y sentimiento de venganza por todo lo que han sufrido para “aferrarse
al poder” es tal que rayan en todos los extremos en la intolerancia, la
autocompasión, autojustificación y por su puesto en sus sátiras, ironías  y
mil formas de descalificación de la oposición política y social.

En este contexto, es evidente la puesta en los medios de un razonamiento
deductivo, absolutamente predecible,  donde los hechos particulares – las
verdades- que confirman el valor de su gestión son presentados, como
argumentos de segunda importancia, para justificar sus hipótesis bajo la
premisa de que el fin justifica los medios. Todos estos prejuicios y formas
de autorreferenciación dejan muy poco espacio para la sensatez y la
prudencia, ya que ven amenazas y hostilidades por todas partes.

 

 La obstinación de los Arias por hacer y deshacer a su antojo con sus
trasnochadas políticas neoliberales, a pesar de que el mundo camina en
sentido opuesto y que la crisis actual delata la “globalización de la
economía”, es tal que ven en las intenciones de las y los demás tan solo de
“maldad”. Y tal es así, que no cesan de repetir el discurso del Sí y el No,
para fijar aún más el esquema de los buenos y los malos, dejando ver y
observar siempre las segundas intenciones de sus discursos: contradecir,
descalificar, desunir a la oposición, mandar mensajes distorsionados… Todo
para demostrar que están en lo cierto y que en consecuencia son infalibles
al error.

 

Entonces, nuestro deber es no dejarnos vencer por las adversidades y por
quienes hacen de la política una forma de satisfacer intereses u obsesiones
personales. “No existe una situación sin esperanza solo personas que pierden
la esperanza, por una situación” (U. Kolmeier).

 

 

 


"Grande es la coherencia, pero aún más grande la verdad, desde un punto de
vista práctico, cuando se es consecuente siempre, sin dejar que el silencio
venza la verdad".

 

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