DEL SEÑOR OSCAR ARIAS Y SUS TRUCOS

 PARA OCULTAR LA REALIDAD DE SU GESTIÓN

A propósito del Discurso del Señor Oscar Arias con motivo de su tercer año
de desgobierno

Por Alvaro Arnoldo Araya Alpízar

 

I PARTE

 

Ante el discurso del Señor Oscar Arias, en primera instancia surge la idea
de que su propósito es “meter gato por liebre”, con propuestas de “esperanza
para los pobres”, “modernización” y “empleo” que no se cansa de repetir,
desde tiempos del Referéndum del TLC. Anuncia una política agresiva de gasto
público, como en tiempos previos a la mencionada consulta. Hoy, como ayer,
pretende engañar “mostrándonos un país con capacidad de gasto”, esgrimiendo
la tesis de que en los dos primeros años de gobierno redujo en un 16% el
endeudamiento externo, cuando en verdad, lo que hizo fue despilfarrar los
dineros de la bonanza turística que bien podrían haber sido utilizados para
bajar los índices de endeudamiento al triple de lo señalado. Hoy, como en
aquellos tiempos electorales de Referéndum de TLC, dice que el país tiene
recursos para financiar un programa de becas estudiantiles, la construcción
de edificios escolares y por supuesto la inversión en caminos y carreteras,
para mostrar la Costa Rica maquillada que necesitan sus incondicionales
Chinchilla o Araya, para decirle al país, “sigamos progresando”. Esta es la
Costa Rica que quieren mostrar, como arte de magia, debajo del sombrero
electoral.

 

Así las cosas, según la fantasía discursiva del Señor Arias el Terremoto de
Cinchona fue una oportunidad para demostrar eficiencia y precisión en la
respuesta gubernamental, y del mismo modo nos habla de los dizque avances en
materia de educación, seguridad ciudadana, pequeñas y medianas empresas
(Banca de Desarrollo), comercio internacional justo, Puerto Limón prospero y
del Plan Escudo para atender la crisis económica. Todo esto lo expone,
“ocultando debajo de las mangas todas las corruptelas”, así como el por qué
de todos sus empeños y compromisos cumplidos para ayudar a la gran empresa
nacional y al sector financiero particular con la explotación de recursos
institucionales, naturales y económicos de interés colectivo-público. ¿Cómo
es posible que Oscar Arias hable de prosperidad en “tiempos que a su decir
son de vacas flacas”? ¿Hará las del mago con el gasto público anunciado
prosperidad, pero ocultando debajo del maquillaje de unas cuantas obras, la
pobreza que viven miles de hogares costarricenses?

 

¿O es que Plan Escudo en el marco de la propuesta legislativa actual no es
lo mismo que disimular la facilitación de recursos para que los depredadores
de la Banca Privada, ampliamente representados en los Poderes del Estado,
exploten a sus víctimas –la sociedad costarricense en general- aún después
de haber reclamado como derecho la desregulación pública en el desarrollo de
negocios bancarios y otros para acumular riqueza (sin más limite que sus
ambiciones)? Parece entupido que de buenas a primeras la sociedad tenga el
deber de aceptar por decreto-ley la obligación de financiar las “dizque
perdidas de los banqueros privados”, mientras en tiempos de bonanza los
ciudadanos son obligados a aceptar el “derecho de acumulación riqueza
privada” en nombre de la muy trillada “libertad de mercado”. Es decir, una
vez más Oscar Arias aplica la primicia de que en materia de inversiones, los
negocios con ganancias se privatizan, mientras los que acarrean pérdidas se
estatizan, hasta tanto vuelvan a ser rentables. “Los bancos estatales son
para ayudar en momentos difíciles no para maximizar utilidades” ¿Para qué
son los bancos privados? 

 

Y como si fuera poco el engaño, nos presenta el Señor Arias a un Puerto
Limón prospero porque se inaugura un estadio de fútbol, mientras facilitan
el saqueo sin obstáculos y restricciones los recursos portuarios del Estado,
arrojando las esperanzas de desarrollo económico solidario –en el marco del
compromiso JAPDEVA- en las manos únicas de concesionarios privados, que tan
solo ven en la economía portuaria una oportunidad para continuar acumulando
riqueza con la explotación de recursos de interés público, en momentos de
crisis. También nos habla de la existencia de otro Limón con más seguridad y
oportunidades, mientras las barriadas-calles del Puerto son la antítesis de
“prosperidad”, por cuanto se vive en límite de la pobreza, la desesperanza,
el miedo y la inseguridad ciudadana. Así las cosas, Oscar Arias nos proyecta
el “desarrollo definitivo”, como queriendo decir rescate de la provincia,
cuando todos sabemos que los secuestradores de la riqueza de la provincia
han sido “ellos” y que todo este truco demagógico de “falsa prosperidad” es
para regalar los Puertos de Moín y Limón a los intereses financieros de
transnacionales. 

 

En este orden de contradicciones y mentiras, en el discurso del Señor Arias,
una vez más se hace evidente la doble moral y las ambigüedades respecto al
“libre comercio” (“TLCs”), materia sobre la cual aporta más discusión en
torno a lo que no es comercio justo, solidario y equitativo entre las
naciones. La retórica política y económica del Señor Arias sigue siendo
igual a la de los Chicago Boys de los ochentas-noventas, pero ahora utiliza
términos y símbolos típicos del movimiento contra el neoliberalismo, para
“evitar la discusión ideológica de las soluciones políticas”. Ahora sucede
que de buenas a primeras, su administración neoliberal está comprometida con
la justicia social y el desarrollo en armonía con la naturaleza, cuando en
la práctica han hecho y continúan haciendo lo contrario, con destrucción de
recursos ambientales, despilfarro de dineros del erario público, corrupción
e impunidad, como valor negativo agregado. 

 

Por lo dicho, la idea de “capitalismo benefactor expuesta en el discurso”, a
la sombra de la actual estructura de comercio internacional con sus TLCs
desprovistos de consideraciones para las naciones más pobres, hace pensar en
el sentido engañoso de “socializar la idea de protección de mediano y
pequeño empresario,” con políticas de Banca de Desarrollo y otras. Contrario
a la realidad, con el discurso el Señor Arias pretende convencernos acerca
de la existencia de una intervención real del Estado en la regulación
financiera y creación de oportunidades de competitividad económica entre los
actores económicos. Pretende hacernos creer que Banca de Desarrollo en las
condiciones actuales, es sinónimo de compromiso en función del interés
público, mediante la cual se crean límites y condiciones solidarias en los
procesos de producción, industrialización, comercialización y acumulación de
riqueza. Cosa que es totalmente falsa porque un programa Banca de
Desarrollo, sin garantías de asistencia técnica efectiva, parámetros de
compra mínima y comercialización para el pequeño y mediano propietario, no
puede crear condiciones propicias de competitividad y de inserción rentable
en el mercado, como cuando los hoy “rescatados” CNP y MAG en los setentas
cumplían esas funciones. Sin dejar de reconocer a Banca de Desarrollo
actual, su característica de mitigador, es importante subrayar que tan solo
se logra incorporar al pequeño y mediano empresario en el “uso rentable de
recursos públicos” y en las cadenas de producción-comercialización,
controladas por los grandes productores y exportadores nacionales e
internacionales.

 

"Grande es la coherencia, pero aún más grande la verdad, desde un punto de
vista práctico, cuando se es consecuente siempre, sin dejar que el silencio
venza la verdad".

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