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Jorgue Guardia
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Una vez, con inusitado optimismo, dije que el referéndum sobre el TLC podría 
tener la virtud de dirimir el impasse político que paraliza al país y restaurar 
la gobernabilidad. Hoy debo rectificar. 
 La forma agresiva como se desarrolla el proceso y los álgidos puntos en 
disputa me inducen a pensar que, más bien, tenderá a polarizar a la sociedad y 
provocar cambios de fondo en el espectro político nacional. Podría, incluso, 
hacer variar la composición de los partidos. En vez de consolidar el 
pluripartidismo que brotó en las últimas elecciones, revivirá el bipartidismo. 
Pero con actores diferentes.
 Para empezar, la lucha no será sobre el TLC únicamente, sino sobre dos modelos 
distintos de desarrollo, con ideologías, estrategias y soluciones antagónicas. 
Y solo habrá dos actores: Óscar Arias y Ottón Solís. Los demás no cuentan. 
Aquellos arrastrarán a sus respectivos partidos, armados de su propia visión 
del mundo, a una verdadera campaña política a librarse en medio período 
presidencial, ideal para calentar motores.
 El PAC, aunque pierda, se fortalecerá. Renovará sus bases, lubricará su 
maquinaria, motivará a su dirigencia y aglutinará a todos los devotos de un 
modelo más nacionalista y solidario, ya sean socialdemócratas decepcionados, 
izquier- distas reciclados, mariachis vergonzantes, funcionarios, maestros, 
jóvenes idealistas, curas e intelectuales. Una amalgama fértil para crecer como 
partido. Será la nueva –o, más bien, vieja– versión socialdemócrata, afín a los 
vientos que corren en el sur. Pero ha recibido golpes. El beso de Judas (Fidel) 
a los del no y el cariñito del Tribunal a los del sí dolieron. Y están 
rabiosos. Pelearán a mecatazo limpio.
 Arias corre un riesgo calculado. Si pierde, acaba su gobierno; si gana, 
tendrás fuerza para impulsar su agenda pendiente y cimentar el modelo liberal. 
En ese envite, arrastrará al PLN a la derecha. Podrá ofrecer espacios libres al 
conservadurismo del PUSC y acoger al Movimiento Libertario, hoy caracterizado 
por su inclinación a desanudarse los pantalones (o las enaguas) ante el PLN. 
Pero también tendrá sus costos. La conspicua alianza con los empresarios 
(money, money, money!) resquebrajará su pasada misión-visión a favor de los 
sindicatos y trabajadores. Al final, habrá dos partidos fuertes: PAC y PLN. La 
diferencia es que, antes, Liberación y la Unidad se entendían para gobernar, a 
veces bajo las cobijas. Pero el connubio se acabó. Y se abrió un capítulo más 
duro, regulado por la ley contra la violencia doméstica en vez del Código 
Electoral. Se intitula: El arte de gobernar sin llevar (ni ser llevado) a la 
cama.


Alexander Rodriguez Ch

       
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