CUANDO EL EJERCITO ESTA POR ENCIMA DEL PODER CIVIL Y LA DEMOCRACIA ES
TUTELADA DESDE LOS CUARTELES

“Pero justo cuando la noche es más oscura, aparece la luz en el horizonte:
seguiremos rasgando los mantos y la noche hasta que amanezca la verdad y la
justicia; hasta que su luz sea tan grande y multiplicada que nadie la pueda
apagar” Anónimo

Por Alvaro Arnoldo Araya Alpízar

 

Después de vivida la experiencia de la lucha contra el dictador Somoza en
Nicaragua, y más tarde la “gloria del régimen de Ceaucescu en Rumanía”, y
posteriormente su caída, en Honduras tuve la oportunidad de convivir en una
sociedad, donde la democracia, entendida ésta en lo básico por el derecho a
discutir y opinar tenía precio. El precio dependía de si el crítico se
acomodaba o no a los argumentos de la extrema derecha, o si por el
contrario, o escogía vivir en zozobra de la “amenaza del poder” que todo lo
sabía y todo lo dictaba para su ejecución. Corrían los años 1985-1986, y fui
testigo de primera línea en el ambiente universitario del pecado de animarse
a discrepar en lo ideológico y político con los nacionalistas.
Independientemente, si coincidía o no con los propuestos de los grupos
políticos que se oponían al “Régimen tutelado por los militares”, era obvio
que lo sucedido a muchos valientes hondureños que se animaron a discernir
del “Régimen Nacionalista” tenía una explicación militar disuasiva, en el
marco de la “Guerra fría”. 

Al igual que el caso contemporáneo de Colombia, con Uribe y su “comparsa
militar que decide quien vive y quien muera”, fueron desaparecidos o mejor
dicho asesinados por aquellos años, también al tenor del discurso de los
“falso positivos necesarios” personas, como usted y como yo, cuyo gran
delito fue pedir justicia, libertad de pensamiento, libertad de reunión … La
justificación militar fueron “Los Cinchoneros”, así como hoy, son “Los
Chaves”. El entonces joven liberal Manuel Zelaya Rosales, diputado por el
Departamento de Olancho, comenzaba a destacarse como político y empresario
agropecuario con compromiso social. Nunca fue, ni es comunista. Y si fuera
comunista, que de “malo democráticamente” tiene que someta también a la
decisión popular una consulta para que los ciudadanos determinen si quieren
o no que se convoque a un referéndum constitucional. Es el pueblo el que
tiene derecho al darse el tipo de gobierno que quiere. 

En este contexto, conociendo el espíritu reformista del Presidente Zelaya y
de algunos que lo acompañan en su Gabinete o en diferentes puestos de
gobierno, no puedo justificar –como demócrata convencido- las “tesis
golpistas de militares, cámaras patronales y miembros de los supremos
poderes hondureños” quienes ven en la propuesta de consulta constitucional
una “amenaza comunista”, cuando por el fondo la principal preocupación es el
cuestionamiento que hace del neoliberalismo y el modelo estructural que
implica, incluida la concentración del poder político en una minoría con
poder económico. Y es que Honduras es una sociedad donde el analfabetismo,
la pobreza y la religión son utilizadas por los políticos tradicionales para
“dogmatizar en la fé las desigualdades”, y paralelamente para sembrar el
terror en torno al derecho pensar, discernir y mejorar la calidad de vida,
como si se tratará de un asunto de “obediencia o desobediencia con Dios”. Y
me pregunto, ¿a qué enemigo le pueden temer los cristianos utilizados por
los golpistas en las urnas? ¿Por qué la Corte de Justicia y el General Romeo
Vázquez no le permite al pueblo aprobar o improbar la propuesta del
Presidente Zelaya? ¿Por qué tan solo se le ofrece la posibilidad de
manifestación a quienes “se oponen” al ejercicio democrático solicitado por
el Presidente Zelaya? ¿A quién protegen?

Lo que hoy esta sucediendo en Honduras, constituye un hecho inédito en la
historia de contemporánea, puesto que una Corte le impide a un Presidente
cumplir con una de sus funciones de gobierno, nombrar al personal civil y
militar de su confianza, en puestos ministeriales y afines. El hecho de
negar tal derecho constituye una prueba de la violación de los propios
principios y distribución de funciones legislativas, ejecutivas y
judiciales, que rigen la convivencia democrática de los Estados.  Son
sobredimensionados los alegatos de la extrema derecha, puesto que Zelaya tan
solo lo que ha hecho es llamar a una discusión democrática del modelo
político-económico expresado en la Constitución, sin más drama que llamar a
votar, su única salida democrática, en la soledad de un mandato que esta muy
lejos del Poder Real del Ejército, los medios y las cámaras, así como de
algunos sectores de su propio Partido. 

La democracia vive días oscuros en Honduras. Del Presidente Zelaya, tan solo
se sabe que está recluido en Tegucigalpa, a pesar del pronunciamiento de la
Organización de Estados Americanos que solicitada a militares y demás
golpistas, dejar que la democracia funcione, permitiéndole al Presidente
cumplir sus funciones y hacer que las libertades vivan en las urnas la
expresión de la voluntad ciudadana. 

En esta coyuntura, la situación política de Honduras es preocupante, más
allá del cautiverio que vive el Presiente Zelaya, se informa en diferentes
medios de movimientos de tropas en Tegucigalpa y el interior del país.
“Extraoficialmente”, se dice que las detenciones con propósitos indagatorios
de dirigentes sociales se han multiplicado, e inclusive, ya algunos de ellos
permanecen en situación de arresto o han sido traslados a sitios
desconocidos, o cuando menos se desconoce su paradero, sin más culpa que
apoyar al Presiente Zelaya, en la aplicación del derecho democrático básico,
el poder de aprobar o improbar con el voto una propuesta de para incluir en
una consulta electoral, si se llama o no a una Constituyente.

El Ejercito y los paramilitares de las cientos de agencias de seguridad
privadas que funcionan en Honduras, sin duda alguna “tienen experiencia”
para actuar sin ordenes judiciales, sin nombres y sin rostros; para detener
selectivamente a personas por su pertenencia a organizaciones sociales,
aduciendo “razones de seguridad” y naturalmente “la justicia que le niega al
Presidente Zelaya a destituir el personal de confianza”, derecho fundamental
del presidente en un sistema de gobierno democrático, no cuenta porque se
trata de “combatir a los enemigos de las libertades”; los mismos de
PETROCARIBE que le han permitido a los “político-empresario-militares” la
“compra de carburantes al crédito con el pago del 50% y la otra parte pagada
en 25 años con el 1% de interés con la oportunidad de invertir una parte del
capital ahorrado en proyectos de inversión social”. 

La noche más oscura de la democracia hondureña puede ser ésta, la del
derrocamiento del Presiente Zelaya, mientras por acá La Nación, CANARA y su
sequito de “medios democráticos” justificarán una vez más un golpe de
Estado, aduciendo el “derecho de los elegidos en Cristo como poseedores del
poder político y la riqueza” a “proclamar reyes y a derrocar infieles”. 

Ellos, que han clamado por justicia electoral en Irán, que dicen creer en
poder del voto, han prestado “oídos distorsionados” a la realidad hondureña.
El telón de la “Cortina de Hierro, con Guerra Fría incluida” pareciera se ha
corrido hasta nuestros días y ha dejado ver en el caso hondureño todo lo que
es capaz de hacer los neoliberales, para impedir que se cuestione su “modelo
de apropiación de las libertades y la riqueza nacional”, amurallados en el
mismo lugar de siempre: la dizque defensa de la democracia. 

Al Presidente Zelaya le asiste el derecho, no solo a nombrar y remover el
personal de confianza de su Gobierno, incluidos los Jefes militares, sino
que también puede hacer uso de su derecho a decretar para establecer medidas
con peso de ley, tendientes a investigar y crear condiciones que posibiliten
la argumentación de propuestas legislativas. La encuesta para determinar, si
los ciudadanos hondureños apoyan o no el establecimiento de una urna
especial en los Comicios Nacionales del 2010, para llamar a una
Constituyente, constituye per se una facultad que la misma Constitución
Política Hondureña (Artíc.5 y 213, 235), le otorga al Presidente de la
República. 

"Grande es la coherencia, pero aún más grande la verdad, desde un punto de
vista práctico, cuando se es consecuente siempre, sin dejar que el silencio
venza la verdad".

 

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