El Geschlecht está caído (verfallene), caída que no sería ni platónica ni
cristiana. Está caído porque ha perdido su justa impronta (den rechten
Schlag). Y se encontraría, así, en camino hacia el justo imprimirse de esta
diferencia simple, hacia la suavidad de una dualidad simple (die Sanftmut
einer einfältigen Zwiefalt) para liberar así la dualidad (Zwiefache) de la
disensión (Zwietracht). Es en este encaminarse, encaminarse del retorno
hacia esta justa impronta, que el alma sigue una cosa extranjera (ein
Fremdes), a un extranjero (Fremdling).
¿Quién es este extranjero? Heidegger le sigue los pasos en el poema de
Trakl. El extranjero, el otro (ener "en la antigua lengua" ), ese de allá
(Jener), por allá, aquel de la otra orilla, es ese que se adentra en la
noche del crepúsculo espiritual. Es por eso que parte, se separa, dice
adiós, se retira, de-cede. Es el der Abgeschiedene. Palabra que designa
generalmente al solitario o el muerto (el difunto, el occiso). Pero, sin
que sea aquí exento de la muerte, se encuentra antes que nada marcado por
la separación del que se aleja hacia otro levante (Aufgang). Es cierto que
está muerto, y es ese muerto que se separa en cuanto él es también el
demente: der Wahnsinnige, otra palabra que Heidegger quiere devolver a su
significación corriente. Nos recuerda, en efecto, que wana "quiere decir"
ohne, "sin", y que Sinnan "significa originariamente" (bedeutet
ursprünglich): viajar, tender a un lugar, tomar una dirección. El sentido
es siempre sentido de un camino (sent y set en indoeuropeo): el extranjero,
el que de-cede, no es simplemente un muerto, ni loco, es el que está en
camino hacia otra parte. Es lo que habría que entender cuando Trakl
escribe: Der Wahnsinnige ist gestorben (El demente está muerto) o Man
begrábt den Fremden (Se entierra al Extranjero).
Este extranjero, dirá la traducción común, está muerto, loco y enterrado.
Su paso lo conduce en la noche, como un reaparecido, hacia el alba más
matinal, de aquello que no ha nacido aún, hacia lo in-generado (das
Ungeborene); lo in-nato, diría, quizás, Artaud.
"Reaparecido" no es una palabra de Heidegger; y sin duda éste no estaría de
acuerdo en que se lo impongamos en razón de connotaciones negativas,
metafísicas o parapsíquicas que no tardaría en denunciar. Sin embargo no lo
suprimiré, a causa del espíritu, de todos los desdoblamientos del espíritu
que nos esperan aún, y sobre todo por lo que en el texto de Trakl parece
exigirlo, a lo menos del modo en que me sentiría inclinado a leerlo.
Y más todavía en consideración de la fidelidad que debo a aquello que en el
texto mismo de Heidegger deja entender que el ir y venir del muerto es un
re-aparecer, un revenir desde la noche al alba, y, finalmente, el
reaparecer de un espíritu. Para comprender este re-aparecer, que se dirige
hacia el amanecer más joven; para entender el fin del "verwesenden
Geschlechtes", de la especie en descomposición, precede al comienzo, que la
muerte viene antes que el nacimiento, y lo "más tarde" antes que lo "más
temprano", es necesario, precisamente, acceder a una esencia más originaria
del tiempo. "Antes" de esa interpretación del tiempo que rige nuestra
representación por lo menos desde Aristóteles. En cuanto fin del
verwesenden Geschlechtes, el fin parece preceder al comienzo (Anbeginn)de
la especie ingenerada (des ungeborenen Geschlechtes). Mas ese comienzo, esa
mañana la más matinal (die frühere Frühe), relevó ya, sobrepasó, y en
realidad,adelantó (überholt) al fin. Y la esencia originaria del tiempo
(das ursprüngliche Wesen der Zeit) habrá sido guardada, precisamente, en
este archi origen. Si no podemos comprender cómo el fin parece preceder el
comienzo es porque esta esencia originaria está protegida por un velo.
Estamos todavía prisioneros de la representación aristotélica del tiempo:
sucesión, dimensión, cálculo cuantitativo de la duración.Esta dimensión
puede ser representada ya sea de manera mecánica, ya sea dinámica, o
incluso en su relación con la desintegración del átomo. (7) Una vez más,

después de un inmenso recorrido, es un pensar mas originario del tiempo lo
que nos permite abrirnos a un pensar mas apropiado del espíritu. Pues hay
una pregunta que se impone a Heidegger, anterior a todas las
significaciones que acabamos de reconocer y desplazar y que determinaban el
Abgeschiedenheit del Extranjero: si el poeta dice que el crepúsculo, la
noche, el año, el extranjero, su recorrer, su partida, en suma, su de-ceso
(Abgeschiedenheit), son espirituales ¿que querrá decir, entonces, ese
término, geistlich?
Para una escucha superficial, dirá Heidegger, Trakl pareciera limitarse al
sentido corriente del término, a su sentido cristiano, e incluso al de
cierta sacralidad eclesial, y algunos versos del poeta parecerían, incluso,
propiciar esta interpretación. Sin embargo otros versos manifiestan
claramente, según Heidegger, que el sentido clerical no es dominante. El
sentido dominante tenderá más bien hacia ese "más temprano" de quien, hace
largo tiempo, está muerto. Movimiento hacia esa Frühe más matinal, esa
inicialidad más que primaveral, aquella que viene incluso antes que el
primer tiempo de primavera (Frühling), antes del principio del primum
tempus, el antes de ayer. Esa Frühe vela, en cierto modo, lo primaveral
mismo, y es la que nos promete ya el poema Frühling der Seele (Primavera
del alma).
Es necesario insistir sobre la promesa. El término versprechen (promettre)
mienta esta singular Frühe promete (verspricht) un poema intitulado
Frühling der Seele. Pero que también encontramos después de la conclusión,
veinte páginas más adelante, cuando Heidegger habla del Occidente
(Abendland y Abendländisches Lied son los títulos de los otros dos poemas).
Refiriéndose a un poema titulado Herbstseele (Alma de Otoño), hará la
distinción entre el Occidente que piensa Trakl y el de la Europa
platónico-cristiana. De este Occidente dirá algo que también es válido para
la Frühe archi o pre oriental, subrayando también allí la promesa: "Ese
Occidente es más antiguo, früher, más precoz (más inicial, pero ningún
término parece convenir aquí) prometiendo, en ese sentido, más
(versprechender) que el Occidente platónico-cristiano o, simplemente, que
aquel que se nos representa a la europea." (8)
Versprechender: prometiendo más, no porque sea lo más prometedor, porque
prometería más, más cosas, sino prometiendo mejor, en una promesa más
propia a la promesa, más próxima de la esencia de una auténtica promesa.
Promesa que no pklantea nada, no pro-mete, no anticipa, sino que habla. Una
Sprache verspricht, podríamos decir (Heidegger no lo diría de ese modo); en
la overtura de este Sprache se cruza la palabra del Dichter y aquella del
Denker en su Gesprach o Zwiesprache. Naturalmente, la promesa de este
Versprechen puede corromperse, disimularse, o perderse. Este es, incluso,
el mal de la promesa que medita Heidegger cuando habla del Occidente
europeo platónico-cristiano y dek Verwesen de la humanidad - o más bien,
del Geschlecht. Ese Verwesen es también una corrupción del Versprechen,
corrupción fatal que no sobreviene como un simple accidente a la Sprache.
En otro contexto (9), Paul de Man escribía - fingiendo jugar sin jugar con
la célebre fórmula de Heidegger - Die Sprache verspricht sich: la lengua, o
la palabra, promete, se promete, pero también se desdice, se deshace o se
descompone, corrompiéndose al momento, y con la misma esencialidad. Al
hablar, no puede dejar de prometer, ella es promesa; y sin embargo no puede
sino faltar a la promesa - lo que es constitutivo de la estructura de la
promesa, o, por lo menos, del acontecimiento que ésta constituye. El
Verwesen es un Versprechen. Diciendo esto quizá (o incluso, sinduda alguna
¿cómo estar seguro?) me haya salido del orden del comentario, si es que
existe algo por el estilo. ¿Suscribiría Heidegger ha una interpretación que
convirtiese el Verschprachen en algo bien diferente de una modalidad o
modificación de la Sprache?
Es mucho más probable que él viera en esto, antes que otra cosa, el
acontecimiento mismo, en la promesa, para mejor y peor, de la palabra
ofrecida. Nos queda por saber si ese Versprechen no sea, acaso, una promesa
que, abriendo a la posibilidad de toda palabra, hace posible el preguntar
mismo y, en consecuencia, le precede sin pertenecerle: la disimetría de una
afirmación, de un sí anterior a toda oposición del sí y del no.Toda
pregunta responde ya al llamado del ser, la promesa es lo que ya ha
acontecido dondequiera que invoquemos el lenguaje: siempre éste, antes que
cualquier pregunta (* ), y en la pregunta misma, comporta una promesa. Que
sería también una promesa del espíritu. 
Prometiendo mejor, acordandose a lo que más esencialmente es promesa en la
mejor de las promesas, lo que es versprechender anuncia, entonces, el ante
ayer: lo que ya tuvo lugar, de algún modo, incluso antes de lo que
llamamos, en nuestra Europa, el origen o primer tiempo de la primavera. Que
una promesa anuncie o salude lo que tuvo lugar "antes", eso es el estilo de
la temporalidad o la historialidad, es el venir del acontecimiento,
Ereignis o Geschehen, que hay que pensar para aproximar lo espiritual, el
Geistliche disimulado bajo la representación cristiana o platónica. El "es
necesario" de ese " hay que pensar" acuerda en verdad su modalidad con la
de la promesa. El pensar es la fidelidad a esta promesa. Lo que quiere
decir que _ésta es lo que debe ser solamente si escuha - si al mismo tiempo
escucha y obede.
Acabamos de ver porqué ese uso de la palabra geistlich no debía ser
cristiano. Y porqué, a pesar de tantas apariencias, Trakl, o por lo menos
el Gedicht de Trakl no debía ser esencialmente cristiano. Heidegger
inscribe aquí comillas invisibles en el uso de la misma palabra. La que se
encuentra así dividida por una diferencia interior. En cuanto al adjetivo
geistig, que él había, sin embargo, como lo habemos visto, utilizado
generosamente sin las comillas, puesto y tomado a su cuenta continuamente
desde 1933, es dejado a un lado aquí brutalmente, sin otra forma de
proceso. En lo que podría parecer una inconsecuencia flagrante, hace como
si no hubiese celebrado la Gestigkeit del Geist durante veinte anos. Esa
palabra, en nombre de la cual, y desde su haltura,había denunciado todas
las formas de "destitución del espíritu", ahora la inscribe en la forma
maziza y groseramente recalcada de la tradición metafísico-platónica, la
misma que sería responsable o sintomática de ese Verwesen del Geschlecht:
la corrupción de la especie humana en su diferencia sexual. He aquí que
reconoce en esa palabra a todo el platonismo. Es mejor citar en este punto
el pasaje en que reaparece el vermeiden, el gesto de evitar que yo había
mencionado al comienzo. Resuena como un eco retardado de la misma palabra
en Sein und Zeit, un cuarto de siglo antes. Pero un abismo amplifica ahora
la resonancia. Heidegger acaba de notar que geistlich no posee el sentido
cristiano. Finge entonces preguntarse porqué Trakl ha dicho geistliche y no
geistige Dämmerung o geistige Nacht. Así:
Porqué entonces evita (vermeiden er) la palabra "geistig" Porque el
"Geistige" nombra lo contrario opuesto a lo material (Stofflichen). Ese
contrario representa (stellt...vor) la diferencia entre dos dominios y
nombra, en un lenguaje platónico occidental, el abismo (Kluft) entre lo
suprasensible (noeton) y lo sensible (aistheton).
Lo espiritual comprendido así (Das so verstandene Geistige) que ha devenido
en el inter-tanto lo racional, lo intelectual y ideológico, pertenecen con
sus oposiciones a la aprehensión del mundo (Weltansicht) del "verwesen
Geschlecht", del Geschlecht en descomposición. * 
La degradación de lo espiritual en "racional", "intelectual", "ideológico",
es precisamente lo que Heidegger condenaba en 1935. Desde ese punto de
vista la continuidad de propósito parece irrefutable. Pero, en 1935,
hablaba en nombre de la Geistigkeit y no de la Geistlichkeit, sobretodo y
para nada de esta Geistlichkeit (no cristiana). Hablaba en nombre de lo que
acaba hace un instante de definir como el origen platónico de la
malainterpretacion y degradación del espíritu. Hablaba por lo menos
literalmente, ya que se servía todo el tiempo de la palabra "geistig", pero
la distinción entre la letra y otra cosa (por ejemplo, el espíritu) no
tiene precisamente otra pertinencia aquí que la platónico-cristiana.
He aquí, pues, acercamientos negativos de la esencia del espíritu. En su
esencia más propia, tal que el poeta y el pensador permiten aproximarsele,
el Geist no es la ni la Geistlichkeit cristiana ni la gestichkeit
platónico-metafísica.
Qué es entonces? Qué es el Geist? Para responder a esta cuestión de modo
afirmativo, y siempre a la escucha de Trakl, Heidegger invoca la llama.
El espíritu in-flama, como entenderlo?
No se trata de una figura, ni de una metáfora. Heidegger en todo caso
rechazaría toda lectura retorizante ** . No podria tratarse aquí de ajustar
los conceptos de la retorica sino despu_és de haberse asegurado de algún
sentido propio de una u otra de esas palabras, el espíritu, la llama, en
tal o cual lengua determinada, tal o cual texto, tal o cual frase. Estamos
lejos de ello y todo remite a esta dificultad.
A falta de poder seguir aqui a Heidegger paso a paso, marcaré solamente con
algunos trazos la lectura que me gustaría proponer. ¿Porqué con trazos,
precisamente? Porque el motivo del trazo va a incisar, si puede decirse
así, el interior de la llama. Y de se trata de algo bien distinto de
aquello que llamamos en francés "un trait d'esprit".
1. Primer trazo. Heidegger no rechaza simplemente la determinación del
espíritu como spiritus y neuma en el pasaje que acabo de citar, mas bien lo
deriva, afirmando la dependencia del soplo, del viento, de la respiración,
de la inspiración, de la expiración, y del suspiro en relación a la
llama.Porque el Geist es llama posee neuma y spiritus. Pero el espíritu no
es desde el comienzo, no es originariamente pneuma o spiritus.
2. Segundo trazo. En ese moviminto, el recurso a la lengua alemana parece
irreductible. Parece hacer depender la semántica del Geist de una
"significación originaria" (ursprüngliche Bedeutung) confiada al idioma
alemán gheis.
3. Tercer trazo. En la determinación afirmativa del espíritu - el espíritu
in-flama - se aloja ya la posibilidad interna de lo peor. El mal encuentra
su proveniencia en el espíritu mismo. Nace del espíritu pero precisamente
de un espíritu que no es la Geistigkeit metafísico-platónica. El mal no se
encuentra del lado de la materia o de lo sensible material que se opone en
general al espíritu. El mal es espiritual, es también el Geist, de allí esa
otra duplicidad interna que hace de un espíritu el fantasma maligno del
otro. Esta duplicidad afecta, en el pasaje que voy a leer, hasta el
pensamiento de la ceniza, esa blancura de la ceniza que pertence al destino
consumado, consumiente, a la conflagración de la llama que se consume por
sí misma. La ceniza, es el bien o el mal de la llama?
Traduciré primeramente algunas líneas antes de aislar otros trazos:
Pero qué es el espíritu? En su primer poema, Grodek, Trakl habla de la
"llama incandescente del espíritu" (heissen Flamme des Geistes) (201). El
espíritu es lo que flambea (das Flammende: el espíritu in-flama) y quizá
solamente en tanto es soplo (que es un soplo, ein Wehendes). Trakl no
entiende de partida al espíritu como pneuma, espiritualmente (nicht
spirituell: rarisima ocurrencia de esa palabra en Heidegger), sino como
llama que inflama ((o se inflama: entflammt: lo propio del espiritu es esta
espontaneidad auto-afectiva que no necesita de ninguna exterioridad para
prender fuego o hacer fuego, para pasar extáticamente fuera de sí; dandose
el ser fuera de si, como veremos: el espíritu in flama - da y prende fuego
por sí solo, para mejor y peor, ya que es afectado también de mal y es el
pasaje fuera de sí)), se levanta ((o desata, aufjagt)), desplaza (( o
deposita o espanta, transporta o transpone, deporta: entsetzt, una palabra,
toda una semántica que juega un rol importante en ese texto y que
reaparecerá enseguida en la derivación etimológica de "Geist")), hace
inaprehensible (ausser Fassung bringt). El abrasar es la irisación de un
brillo rojizo. Lo que abrasa es el ser-fuera-de-sí (das Ausser-sich) que
aclara y hace brillar, que sin embargo tambi_én (indessen auch) puede
devorar sin descanso y consumirlo todo hasta la blancura de las cenizas (in
das Weisse der Asche versehren kann).
"La llama es hermana del más pálido", es lo que puede leerse en el poema
Verwandlung des Bösen (129) (Transmutación del Maligno). Trakl considera al
"espíritu" a partir de esa esencia que es nombrada en la sugnificación
originaria (in der ursprünglichen Bedeutung) de la palabra "Geist"; porque
gheis quiere decir: ser lanzado (aufgebracht), transportado ((o traspuesto,
deportado: entsetzt, una vez más - y este es, creo, el predicado más
determinante)), fuera de sí (ausser sich) *** 


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