CARLOS LÓPEZ TASCÓN Bogotá, Noviembre 4 de 2001 [EMAIL PROTECTED]
LA OPINIÓN DEL LEGO (8) "El Paraíso que nos faltaba" Creo que lo más prudente es empezar por pedir excusas a mis contados lectores por lo que en opinión de algunos son imperdonable errores cometidos en mis anteriores LEGOS. Y es que a quienes como yo hemos sobrepasado medio siglo de existencia, hay un ciudadano alemán que con frecuencia nos visita y nos hace olvidar ciertos detalles de la vida pasada, por fortuna no aquellos que son vitales para la existencia o para la conservación de la estirpe. Me refiero al tal Alzheimer (no sabría decir si está bien escrito su nombre, hasta el alemán se me olvidó), por cuya culpa tuve que aguantarme un par de reprimendas. De una de parte mis colegas, con quienes compartimos responsabilidades en los programas de especialización que el Departamento de Física de la Universidad Nacional desarrolló en cooperación con otras universidades estatales, en particular con las de la Amazonía y Córdoba, muy prontamente, tras recibir el LEGO(6), me corrigieron y lamentaron que no hubiese recordado que el aeropuerto "Los Garzones" era el de Montería, no el de Neiva ni el de Florencia como yo lo había escrito. Error que espero mis alumnos en Montería no me cobren demasiado caro, al menos no negándome una nueva parranda en San Pelayo, tampoco negándose a llevarle mis afectuosos saludos a la hermosa Airlinis. Por otra parte, tampoco mi madre me ha podido perdonar que en el LEGO(7) le haya asignado al Padre Astete la autoría de la Historia Sagrada, que supuestamente yo debí haber había aprendido muy bien durante mis estudios de primaria en los textos de la colección G. M. BRUÑO. "El Padre Astete es el autor del Catecismo - me dijo muy seria y ceremoniosa por teléfono - con el cual se enseñaban los dogmas de la Fe Católica, que en esencia tienen que ver es con el Nuevo Testamento. El Catecismo del Padre Astete nada tiene que ver con Adán y Eva y el Paraíso perdido. Hijo, esos errores son imperdonables en un buen católico". Y seguramente tiene toda la razón. Y si bien me apena que ahora ella se haya dado cuenta de que no soy muy buen católico, al menos me complace comprobar que, pese a su edad, se toma la molestia de leer las barbaridades que escribo, como seguramente lo hacen algunos de los destinatarios en mi lista de correos electrónicos… ¿o me equivoco? Y para continuar con el cuento de los paraísos, me preguntaba realmente cuáles podrían ser las características de uno que fuese verdadero. Y sabiendo lo que sucede en este atribulado país, pues me imaginaba que un paraíso podría ser, por ejemplo, aquel país en donde no existiesen los sobornos. Y me puse a pensar en qué país las estadísticas podrían indicar que realmente el delito del soborno no existe. Y llegué a una sabia conclusión: en México. Visité ese hermoso país por allá por el año 71, y allí me puse en contacto con amigos colombianos que estudiaban y trabajaban en la gigantesca Universidad Autónoma, quienes a su vez me presentaron amigos mexicanos. Unos y otros me previnieron sobre el actuar de la policía, en el sentido de que si por cualquier razón era requerido, lo primero que tenía que alistar era un billete dentro de mi pasaporte, pues hubiese cometido o no infracción alguna, no había excusa para no pagar por debajo de cuerda la dedicada labor policial. Y efectivamente me sucedió. La primera vez fui sorprendido en el supuesto flagrante delito de tomarme una cerveza en la vía pública; la segunda se me acusó de tratar de contrabandear unos "tunjos" que había comprado por no más de dos dólares en un mercado callejero y que a los abusados sabuesos de la aduana, al momento de emprender mi regreso, les dio por catalogar como originales, con la seguridad de que no lo eran, naturalmente. Ya se imaginarán lo "costoso" que fue convencerlos de que yo no estaba bebiendo en la vía pública, o de que los "tunjos" eran, como Piero lo dice en su canción "Los Americanos", artesanías recién envejecidas para turistas, como realmente lo eran. Un par de años después, comenté con algunos amigos mexicanos lo sucedido y les pregunté si en realidad eran muy altas las estadísticas sobre el delito de soborno en México. Y uno de ellos me dio la sabia respuesta: "No se preocupe, jovenazo; en México el gobierno acabó con ese delito desde hace tiempo… y no fue en realidad muy difícil: simplemente lo convirtió en ley". Salomónica medida ¿verdad? Y es que la historia me viene a la memoria cada vez que les escucho a los jefes de las FARC hablar sobre las bondades de la mal llamada "zona de distensión" o de "despeje". En esa zona, aseguran los líderes guerrilleros, existe un verdadero paraíso. Allí no se comete el delito de abigeato ni extorsión; allí no hay denuncias sobre maltrato a los niños ni a la mujer, menos aun sobre ajusticiamientos o persecución política alguna por parte de la "autoridad" (la que ellos ejercen, se entiende). Los jefes guerrilleros aseguran no haber recibido denuncias por narcotráfico contra ciudadano alguno, menos aun denuncias en contra de alguien que supuestamente tenga o patrocine cultivos ilícitos; en realidad allí, según ellos, todos los cultivos son lícitos, y lícito el dinero que produce… y les produce. Y qué no decir de la seguridad vial y la prácticamente inexistencia del robo de vehículos. Probablemente es la única región del país, tal vez del mundo entero, en donde no existe denuncia contra ciudadanos por el delito de comercializar automóviles robados o introducidos de contrabando. En fin, es tan interesante y hermoso lo que los jefes guerrilleros nos cuentan acerca del diario acontecer en esa tierra de promisión, que en supuesta buena hora les entregó el Señor Presidente, que hasta yo, que creía que el socialismo estalinista había desaparecido con el derrumbamiento de la Unión Soviética y el desenmascaramiento de la falacia histórica en que se había sustentado, llegué a creer que la historia le estaba dando en el Caguán otra oportunidad a las utopías comunistas de mediados del siglo pasado. Al parecer allí se estaba gestando una nueva historia nacional y los hechos que narraban los jefes guerrilleros supuestamente mostraban al mundo nuevos derroteros a la izquierda mundial y la evidencia de un naciente paraíso para los oprimidos del universo entero. Solo que lo colombianos ignorábamos tan hermosa realidad, que parece ser solo la conocían unos pocos intelectuales y periodistas gringos y europeos. Y es que lo que ellos cuentan e informan a los periodistas extranjeros parece no coincidir con lo que cuentan las gentes que allí habitan permanente o transitoriamente. Unos porque siempre han habitado esas tierras, otros por cuanto son "gentilmente invitados" a visitarlas, muchos por cuanto son llevados forzosamente y algunos por cuanto deben "cerrar negocios" con las autoridades de excepción allí implantadas. "Lo que pasa es que todas estas gentes no han entendido la 'línea correcta' ni tienen la capacidad de comprender la importancia histórica de los que está sucediendo en la zona de despeje", es lo que reiteradamente dice el comandante Raúl Reyes y sus ventrílocuos colombianos y extranjeros. Y en este punto el autodefinido comandante tiene toda la razón. Quienes no están iluminados con la verdad absoluta de la revolución, tal es mi caso particular, no entendemos cómo pueda existir una legislación en un país… perdón, en una zona de un país, que convierta en ley tan graves delitos como los son el secuestro, la extorsión, el abigeato, el maltrato de los menores, los cultivos ilícitos, el tráfico de estupefacientes, el contrabando de armas, el asesinato fuera de combate (... perdón, "la ejecución"), la destrucción de poblados indefensos o el robo de automóviles y su tráfico. Pero es claro: ¿cómo puede existir en la zona del Caguán acusación contra un secuestrador, extorsionista, abigeo o narcotraficante si allí el secuestro, la extorsión, el abigeato y el narcotráfico son ley y patrón ético de actuar de la autoridad de hecho allí instaurada? ¿Será que es posible instaurar en dicho "paraíso estalinista" una denuncia contra un ladrón o contrabandista de armas o de automóviles robados, si la máxima autoridad política y ética allí instaurada considera que es lícito comerciar con dichos bienes, al punto de que se moviliza en ellos y ostenta armas conseguidas mediante ese condenable proceder? ¿Será que existen madres en la "zona de despeje" que hayan instaurado ante la autoridad guerrillera querella alguna contra el "Estado" de hecho allí constituido, por haber sido sus hijos raptados y llevados sin su consentimiento a una guerra en contra de poblaciones desarmadas, cuando formar para la guerra contra los indefensos, para el asesinato aleve y la tortura es la ley y la prioridad educativa de ese "Estado despejado"? En fin, será que allí, en lo que antes era nuestro Caguán, es posible juzgar a un terrorista, cuando la moral que la autoridad allí establecida defiende se sustenta en el principio de que el terrorismo es el máximo valor revolucionario, de "su" revolución? Yo no sé cuántos ciudadanos del Caguán se hayan quejado ante los jefes guerrilleros porque se les haya violado su derecho a la libre expresión, pues lo cierto es que allí el derecho que existe es aquel que asiste a la "autoridad" para impedir que la ciudadanía se exprese libremente en contra de su actuar; pero es obvio: cuando la ley es adular y opinar a favor de los comandantes, opinar libremente será, necesariamente, delito. Yo quisiera decir, en relación con el paraíso que la guerrilla dice haber construido en la "zona de despeje", lo mismo que dije en relación con el paraíso de Osama Bin Laden, el que nos pinta G. W. Bush o el que defiende la Comunidad Europea. ¡Que me tienen sin cuidado!. Respeto profundamente las creencias de los pueblos y admiro los logros que han conseguido en todos los ordenes; es su propio cuento, y lo único que no admito es que lo quieran imponer por la fuerza, como norma o como dogma, a todos los pueblos del mundo. Pero lo cierto es que no creo en el paraíso extraterrestre de Bin Laden (ni en algún otro similar) y vivo en un país muy distante, cultural y socialmente, de lo que son o pueden ser la sociedad norteamericana o europea. Pero no puedo decir lo mismo en relación con lo que sucede en Colombia. El "paraíso" de Marulanda, Reyes, Mojojoy y Grannoble existe en la realidad, no es extraterrestre y no está lejos de lo que considero mi país, el de mis hijos y el de mis nietos. Está aquí adentro y todos corremos el riesgo de que sus "valores" terminen imponiéndose, por la fuerza de los hechos que han sucedido y vienen sucediendo, a todos los colombianos, de la misma manera como los "valores" del estalinismo, gracias a objetivas situaciones de injusticia social y a coyunturales realidades políticas, lograron imponerse durante tantos años en no pocos países del universo. Y esperar cincuenta, sesenta o setenta años para que por sí solo se derrumbe un sistema montado en tan nefastos principios, es demasiado tiempo; no necesariamente para mí, que creo no lograré ver a mi país sin guerra, menos aun en paz. Mi preocupación real son las futuras generaciones, que seguramente me juzgarán, y con justa razón, por no haber podido construir con mis contemporáneos una sociedad mejor, más justa, más equitativa y menos violenta que la que les estamos heredando.
CARLOS LÓPEZ TASCÓN Noviembre 8 de 2001. |