Hola a todos,

Un saludo desde Chile, comenzando la primavera. 

Muy interesante la conversación que ha estado teniendo lugar los últimos días. 
Dificil aportar algún argumento novedoso, pero quisiera poner dos sobre la 
mesa. Usaré el ejemplo de Facebook por ser la red social de uso más extendido 
en mi país. De hecho, el crecimiento de Facebook acá fue anterior al de otros 
países iberoamericanos (les dejo a ustedes las posibles interpretaciones de 
esto).

1. En Chile, aproximadamente 1 de cada 4 personas tiene una cuenta en Facebook. 
Asumiendo que un porcentaje de ellas deben ser cuentas inactivas y otras 
corresponden a organizaciones y no personas, el número puede ser menor, pero no 
mucho menos. Es decir, 4 millones de personas usando una red social, la mayoría 
conectándose diariamente y dedicando una creciente cantidad de tiempo a 
construir su capital social dentro de esa red. No emitiré juicio de valor, 
sobre si eso es positivo o no, pero sí constato que muchos de los usuarios a 
los cuales queremos llegar están en ese espacio pero no visitan las 
bibliotecas. De hecho, la cifra de usuarios de nuestros servicios es muy 
inferior. Recién el 2010 tendremos datos integrales de usuarios de la red de 
bibliotecas públicas chilenas, gracias a un proceso de modernización de 
nuestros sistemas de gestión. Pero considerando sólo las cifras de BiblioRedes, 
que son un subconjunto de los usuarios de las
 bibliotecas públicas chilenas, este año (después de siete de operación) 
llegaremos al millón de personas distintas atendidas (que no quiere decir que 
sean usuarios recurrentes). Es decir, 1 de cada 16 personas en Chile ha pasado 
por BiblioRedes. En siete años de trabajo (de mucho trabajo), BiblioRedes ha 
logrado llegar a un grupo de personas cuatro veces menor que lo logrado por 
Facebook en apenas tres años. 

2. Las redes sociales son lo que sus usuarios (y las organizaciones que las 
usan) quieren que sean. La tecnología en sí no es ni buena ni mala: son sus 
usos los que le dan un sentido perverso o virtuoso. En mi caso personal, mi 
Facebook se ha ido convirtiendo cada vez más en un espacio multifacético, en el 
que con el tiempo han empezado a aparecer conversaciones interesantes, 
recomendaciones de recursos de información extremadamente útiles, "amistades" 
(la inmensa mayoría virtuales) con las que comparto sobre temas de interés y 
que me hacen sentir que no estoy perdiendo el tiempo cuando me conecto. También 
hay, por cierto, su buena porción de vanalidades, como ocurre hasta en los 
espacios más formales del mundo off-line. Pero, sumando y restando, Facebook 
hoy me aporta más de lo que me quita. Pero eso no es obra de Facebook, sino de 
cómo yo he ido construyendo mi espacio en esta red usando las posibilidades que 
me ofrece.

Dicho esto, y juntando ambos argumentos, la reflexión de fondo que quiero 
compartir con ustedes es que hay biblioteca donde hay usuarios. Teniendo claro 
como evitar la moda 2.0 a la que aludía Jesús casi al comenzar esta 
conversación, la constitución de la identidad virtual de las bibliotecas y sus 
servicios en la Red, no es algo que deba mirarse en menos. 

Haciendo una comparación, hoy creo que nadie cuestiona la utilidad de que una 
biblioteca cuente con un bibliobus para llegar a usuarios que por diversas 
razones no acceden a sus servicios, por lo que cuesta entender el por qué de la 
resistencia a estar presentes en las redes sociales si éstas nos permiten 
llegar en forma masiva, de bajo costo y muy rápida a un universo de usuarios 
jamás alcanzado. Ocurre, eso sí, que construir la identidad de la biblioteca en 
Internet, en general, y en una red social, en particular, es mucho más complejo 
que implementar un servicio móvil. Ponerle ruedas a la biblioteca es parte de 
nuestra aún vigente mentalidad de la Sociedad Industrial. No en vano, los 
vehículos motorizados son hijos de la Revolución Industrial. Ponerle bytes a la 
biblioteca (o poner la biblioteca en los bytes) es otra cosa, porque nos obliga 
a movernos en la Sociedad Informacional (para usar el concepto de Manuel 
Castells, a mi juicio más
 acertado que el tradicional Sociedad de la Información). Y para eso, aún no 
estamos preparados, aunque esté ocurriendo ya. 

Este conflicto no es exclusivo de las bibliotecas, y prácticamente no hay 
esfera de la vida humana que no esté siendo impactado. Incluso en aquellas 
partes del mundo que aparentemente viven aún hoy en sociedades pre 
industriales. La pregunta que debemos hacernos, entonces, es cómo y cuándo nos 
apropiamos de estos espacios activamente para difundir lo que somos y darle 
servicios de valor agregado a las personas y comunidades que en ellas habitan. 

Comparto con Natalia que no es obligatorio estar presente en las redes sociales 
en Internet, pero no estarlo puede ser una muy mala decisión, incluso hasta 
suicida. Ojo: no estoy matando a las bibliotecas, lo que estoy diciendo es que 
el día de mañana el concepto y los usos de biblioteca que mis hijos tendrán 
serán muy distintos a aquellos con los que yo crecí. El punto es si nosotros 
participamos en esa redefinición (y lo dice alguien que no es bibliotecario, 
pero lleva once años vinculado profesionalmente a este mundo), o dejamos que 
los usuarios de las redes sociales se den a si mismos su concepto de biblioteca 
(opción que suena atractiva).

Saludos,
Enzo Abbagliati
http://abbagliati.blogspot.com


 

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